Las pirámides como los libros no pasan de ser huellas premeditadas. Salvando distancias entre la carne y lo otro hay más de un punto común en el deseo de superar la nimiedad de la muerte. “¡cuando yo ya no sea, serás tú, canto mío!” (Unamuno, Para después de mi muerte). Perpetuar y perpetrar la propia existencia en una obra sublimando el “Yo” por encima de la especie es el rechín del que no puede parir.
Las pirámides al igual que cualquier otra lápida solo es una piedra grande significa “Yo he estado aquí”. Frase esta que no debe tomarse a la ligera: el “Yo” que finge ser sujeto revela la existencia de la especie en cada uno de los individuos (basta un humano, yo, para probar la existencia de la humanidad). Desde esa afirmación se recurre a un pasado que desautoriza la propia muerte (Yo he estado muerto porque mi padre ha muerto pero la humanidad, representada por mi, sigue viva). Lo que queda de la oración un “aquí” tan indeterminado y común como la propia muerte.
Al menos nos hacen creer, cuentos de hadas, que vale la pena crear aunque no lo entiendan, que “el tiempo da licores amargos a las salidas mas dulces”
El libro al igual que cualquier otro epitafio es solo un montón de argumentos para validar el “Yo he estado aquí”. Frase esta que debe tomarse a la ligera como cualquier otro inciso de humor negro (porque todo humor hecho de lágrimas es incisión). El “Yo”, elipsable gramaticalmente mas no sicológicamente, es solo comparable con el ego del artista. El “he estado aquí”, no menos egocéntrico, responde al aporte a la humanidad que ha hecho el artista.
La magia y el arte están vinculados hasta el tuétano chicloso, pero cabe recordar que la magia se prostituyó a la masa hasta convertirse en religión. ¿Qué grupo de fanáticos y que concordato defienden al arte? A la humanidad no le interesan los rituales donde no puedan participar, debe ser por eso que se insiste tanto en la feria del libro. Pero el arte existe, como los cementerios, como una necesidad completamente absurda y primitiva; una parte inexplicable de la existencia o un vestigio del deseo de superponerse a la muerte.
Vale más, en cualquier caso, la lucha del individuo que no es por la especie sino que la supera. Al menos nos hacen creer, cuentos de hadas, que vale la pena crear aunque no lo entiendan, que “el tiempo da licores amargos a las salidas mas dulces” o como sea. Sea lo que sea el arte hermanos míos está por encima de los dioses y la poesía es su única profeta, de ahí en adelante cualquier sacrificio es poco… aunque nos cremen la eternidad (amortajada en libros) en la inquisición.