He querido compartir esta historia que leí hace mucho y que me conmovió grandemente, que me ha tocado el corazón. Hace unas cuantas semanas la periodista Edith Febles, en su seguimiento que ha dado a la pandemia, decía en un tono muy cercano: “Cuidemos a nuestros viejos, démosle cariño…”

Como hace tanto tiempo, la memoria me falla, pero la esencia está.

"Un hijo le dijo a su padre anciano que firmara ese papel que le estaba presentando, que era algo importante. Era la venta de la casa, su propósito llevarlo a un asilo de ancianos. Cuando este hijo fue anciano, tuvo su hijo la misma acción, solo pudo llorar, porque recordó lo mismo que había hecho a su padre”.

Alfonsina es una de esas sobrinas que nos regala la vida. Ella cada mañana me envía unas meditaciones. La del día de ayer ha hecho que escriba esto.

“Un señor mayor vivía solo pues había quedado viudo. Tenía un hijo que estaba casado y un nieto de cuatro años. El hijo decidió llevarlo a vivir a su casa, pero como estaba tembloroso, ni veía muy bien, a la hora de comer en la mesa con todos, ellos no soportaban que se les cayera la comida. El hijo decidió ponerlo en una mesita aparte, pero muchas veces se le rompía el plato. Para solucionar el problema le pusieron un plato de madera. Un día el niño de cuatro años estaba en el suelo tratando de juntar unos pedazos de madera. Su padre le preguntó que qué estaba tratando de hacer. Él le contestó, dos platos para cuando ustedes estén viejos ponerles la comida”.

Hace ya muchos años mi padre enfermó de cáncer de garganta y pulmón causados por el cigarrillo, lo cuidamos con el mayor amor y entrega que se puede. Yo trabajaba por las mañanas y cuando llegaba a mi casa me tendía en una cama a mirar el techo, en una palabra, me estaba volviendo loca. Mis grandes amigos el Dr. Mariano Estrada y su esposa Carmen Antonia al verme en esa situación me dijeron que yo tenía que salir a trabajar por las tardes. Me consiguieron trabajo en la farmacia de la Sociedad Benéfica Española, ya que ellos pertenecían a la directiva.

Allí conocí la vida de los asilos. Pero había alguien en especial, no la conocía, porque en realidad la farmacia estaba a la entrada y yo no tenía el tiempo de pasearme por el entorno, era una señora a quien todos los días iban a visitarla por las tardes sus familiares, un sobrino y su esposa, una sobrina y dos sobrinos nietos. Ellos se alternaban las visitas.

Una tarde la sobrina que pasaba inter diario a comprarle crema para el cuerpo, me dijo que la tenían ahí porque no disponían de las comodidades en sus casas para movilizarla en silla de ruedas y los espacios eran estrechos. Yo le dije que por qué estaba comprando crema si le había comprado una hacía dos días, me dijo que ella lo sabía, pero que cuando llegaba ya no tenía, que sabía se la cogían, pero no quería que le faltara a su tía para que no se pelara. Para mí, esa familia me dio una lección de amor hacia su familiar que era una anciana.

Antes de la pandemia, mi mamá quien cumplirá 99 años el próximo abril, venía a pasarse unos cuantos días conmigo, ya que ella vive con mi hermana. Está completamente lúcida, trataba de hacerle los momentos felices cuando estaba en mi casa. Comentaba con ella sobre las noticias del día, la acompañaba a ver la misa por televisión, me levantaba bien temprano para que cuando saliera de su habitación encontrara su desayuno y su café en la mesa, si iba a pelar vegetales me gustaba que me acompañara para ir conversando con ella. Cuando preparaba algún postre, me gustaba que estuviera ahí conmigo y le iba explicando cada paso.

Espero que esto pase pronto, porque añoro esos momentos con ella. Extraño el que no pueda compartir un tiempo que no se volverá a presentar. Quisiera que mis hijos puedan disfrutar, querer y tolerar a su abuela.

Estoy convencida que de la misma forma en que tratemos a nuestros padres, de igual forma seremos tratados por nuestros hijos.