Hace pocos días, el país fue testigo de un hecho que históricamente no formaba parte de la cultura de campaña de nuestro país: los tres candidatos de los partidos con mayor arraigo político-electoral en el nivel presidencial para las elecciones del 5 julio del 2020 delinearon algunos perfiles de sus programas de gobiernos que de llegar a la Presidencia pondrían en ejecución o sería parte de los ejes principales de su gobierno, al cual decidí titularlo parecido a un dicho popular muy famoso en el país.

La Asociación de Industriales de la República Dominicana (AIRD) jugó un importante papel en este aspecto sin precedente. Este gremio, que es parte de los poderes fácticos por el hecho que mueve el desarrollo industrial del país y por ende resulta sumamente influyente en la formación de las estructuras del poder y en las incidencias en las tomas de decisiones en las riendas del Estado dominicano, montó el escenario, y aunque no fue un debate, pero sí, se convirtió en un pódium de gala para que los candidatos interactuaran con su pueblo.

Según el protocolo de la AIRD, el primero en exponer fue el Dr. Leonel Fernández, ese flamante candidato, quien como siempre, sentó cátedras de ser uno de los más connotados manejadores de la retórica política que en él resulta una de sus mejores armas de poder. Sin embargo, a mi juicio, sus puntos no estuvieron orientados al pueblo llano, más bien, se encasilló en impresionar al sector industrial, que si bien es parte importante en la economía del país, no menos cierto es que no es el universo social ni el cuerpo electoral de la nación que es quien asume el papel de efecto multiplicador y de receptor de las propuestas políticas.

En su delineamiento, a pesar que abordó temas sensitivos, como pandemia, escuela, asuntos cibernéticos, inclusión de jóvenes en programas, control de muertes prematuras en niños, hospitales, política de género, salud, etc., todos los cuales los refirió someramente, lo que  lo hizo  aparentar como si preparara una presentación sobre lo que quería oír el sector industrial, a quienes les detalló y expuso villas y castillos, lo que pudiera calificar que orientó su exposición a un blanco de público que no es quien llena las urnas de votos, sino, el pueblo llano.

El segundo fue Gonzalo Castillo, quien surgió como el ave fénix. Podríamos decir que elevó su vuelo de menos cero a más de cien pies de altura. Lo planteado obedece a que en lo relativo a su capacidad de oratoria política -muchos le llaman retorica- se le pintaba parecido al sobrenombre político, de un Penco. Y parece que brincó la cerca.

Y debo admitirlo, yo tenía los dedos cruzados porque así como de tantos dominicanos, fui impactado por una campaña de pos verdad, o sea, convertir noticias falsas que se pintan como verdaderas, lo que al parecer, según su desempeño, resultó ser un cliché o simple montaje pulverizado.

Pero, bien, es como decir, respecto a la intervención de Gonzalo Castillo, que David mató a Goliat con una simple honda.  No voy a caer en disquisiciones, pero como dice Arjona, besó la alfombra y algo más.

Para mí, interpretó correctamente que la invitación no debía circunscribirse para una apología a la institución anfitriona, la AIDR, sino que se salió de un marco exclusivo, y se orientó en plantear lo que el electorado le interesa de forma pragmática que se le dijera.

Y lo mejor, se convirtió en un Felo Flores en la carrera hacia el palacio. En síntesis, descodificando la exposición de este candidato, pudiera sintetizarse, en una cátedra del alumno a profesores.

Hizo un bosquejo de un gobierno, como decía Peña Gómez, para la gente, posible y práctico. Delineó un plan de gobierno integral, dirigido a la clase media, industrial, empresarial, los barrios, la pandemia -para que los de abajo no se salgan de la pata que soporta la mesa social-, un discurso que sorprendió a los que no esperaran tanto de su presentación.

A mi juicio, fue muy político, pero muy político, y de político sabio. Se fue al sentimiento y las necesidades del cuerpo electoral- se fue a sacar al pueblo del Pozo, en vez de echarlo.

Tocó los cuatro grandes modelos por lo que la gente vota en las elecciones. Y lo mejor, rompió paradigmas y acabó con el bullying -dinámica de abuso del que se cree más poderoso, mediante las cuales un individuo es humillado por otro-, en este caso, convertirlo en un hazme reír de todos.

Y cabe decir, al margen de sentimiento, para mí, Gonzalo se creció. Y debo agregar, su intervención en cuerpo de camisa, lo hizo ver muy creíble, con poca fantasía y sobretodo, irradió confianza. Expuso como lo hace el pueblo, en su propio idioma. Simple, sencillo y con sabor a conglomerados sociales. Es posible, que esta oferta haya sido la más creíble en el corazón del pueblo, como para sacarlo del pozo.

El último expositor fue Luis Abinader, con una discursiva reiterativa, que la viene exponiendo desde las elecciones del 2016. Sin lugar a dudas, aunque hizo una buena exposición, no generó tanto impacto en el electorado, ya que se circunscribió demasiado, igual que Leonel, a destacar aspectos muy propios de la AIDR, entre los cuales, se connotan; el de eliminar el anticipo según la proporción de sus ingresos.

Lo propio apuntó con liberar de impuesto a la proporción exportada, y lo hizo, como un anuncio de que llegó el momento. Incluso, planteó otorgarles un tratamiento a las exportaciones, similar al que reciben las zonas francas.

Refirió eliminar los impuestos a las maquinarias e insumos para la exportación, etc. y con todo el apoyo a la industria y sectores productivos, hace se conecta con la meta de crear 600 mil empleos formales en los próximos cuatro años.

Refirió también duplicar el ritmo de crecimiento, aspirando por esa vía a crear 400 o 500 mil empleos, etc., etc., etc.

A pesar de todos lo amplio en medidas a la mayor potenciación de la economía, que desde luego beneficia el aumento de mejores y nuevos ingresos a cada dominicano, quiero insistir, plantear que a nivel del pueblo llano, el de a pie, quien más impresionó, fue Gonzalo Castillo, y no tanto por lo que haya dicho, sino porque era lo que correspondía en el momento, por tratarse de un tiempo de campaña, y lo que importaba era impresionar al electorado, como al efecto lo hizo.

Conectó mejor con la esperada cura emocional del momento, pero, sobre todo, fue, a mi juicio, quien mejor tiró la soga para sacar al pueblo del pozo ya que la ancló muy adherida a mejores esperanzas, con una cautivadora e impactante consigna en tiempo de crisis, ¡A trabajar! Y esto da empatía o conexión con la obra que el electorado siempre espera.