El presidente Danilo Medina acaba de arribar al tercer aniversario de un gobierno claro-oscuro, con el pronóstico cierto de dedicar el último año a una campaña por la reelección que enfatizará los matices claros de su gobierno, dejándole a la oposición resaltar el lado oscuro.
El principal logro del actual gobierno se concentra en el área de la educación, sobre todo gracias al cumplimiento de la promesa electoral de asignar y ejecutar el 4% del PIB a este sector. La construcción de escuelas, la tanda extendida, el Plan Nacional de Alfabetización Quisqueya Aprende Contigo, se inscriben en los aspectos positivos de este gobierno.
Es cierto que falta mucho por hacer en educación, que no se han dedicado suficientes recursos para mejorar la calidad de los maestros y maestras, que la mayor parte de los recursos se ha ido a la infraestructura y a la tanda extendida, que no todo ha sido claro en la forma en qué se han invertido estos recursos, que se deben mejorar los planes de estudio y un largo etcétera, pero por algún lado había que comenzar y todo lo que se ha hecho hasta ahora era necesario y no aguantaba más postergación. Ahora lo que cabe es presionar para que se ponga atención a las áreas más desatendidas y se entienda que los resultados en este tipo de inversión no se ven a corto plazo, que hay que tener paciencia y que lo importante es continuar invirtiendo en educación, mejorando siempre la calidad del gasto.
También ha habido logros importantes gracias al éxito de proyectos puntuales como el 911, a pesar de que la inseguridad ciudadana ha crecido en vez de disminuir. Algo similar ha pasado con contrataciones públicas, donde ha habido mejorías notables gracias al interés que Gustavo Montalvo puso desde el inicio y sobre todo a la gestión de Yokasta Guzmán, pero por igual siguen existiendo prácticas incorrectas en esta materia como se demostró en los casos de la OISOE y de INAPA, sin más consecuencias que la destitución de los funcionarios (aunque esto pueda verse como un logro en comparación con gobiernos anteriores).
El sostenido crecimiento de la economía sigue siendo un pilar de los gobiernos del PLD, y no ha sido distinto en el de Danilo, lo que es positivo, pero lamentablemente no ha podido ser acompañado con la reducción de la pobreza, para lo cual se debe lograr una mejor distribución de los resultados de ese crecimiento. Por el contrario, de lo que sí ha estado acompañado ese crecimiento, y mal acompañado, es del aumento extraordinario de la deuda pública para enfrentar los déficits presupuestales que comenzaron en el 2007 y no han podido ser eliminados luego de una cadena de casi nueve años consecutivos.
Si por lo menos el endeudamiento hubiese traído reducción significativa de la pobreza, como ocurrió en Brasil por algunos años, quién sabe si hubiese valido la pena, pero no ha sido así y este endeudamiento solo ha contribuido a sostener un gasto público en el que el clientelismo es la estrella que más brilla, desde hace varios años sobre un fondo morado.
El grave problema es que el modelo no es sostenible, lo que augura nuevas reformas tributarias en el futuro cercano para buscar más fondos para pagar el servicio de la deuda, pero sobre todo para seguir manteniendo la voracidad de un sistema netamente clientelista. No importa que el candidato Medina declare a través de sus voceros que no habrá aumento de impuestos, o que el candidato de la oposición declare lo mismo, pues el camino por el que vamos no dejará más alternativa. Así ocurrió con el enorme déficit dejado por Leonel Fernández, que obligó a Medina a estrenar su gobierno aumentando los impuestos, aunque la culpa recayera, como siempre, sobre el gobierno anterior, pero con la variante de que esa vez el anterior era del mismo partido.
Esto de que en un nuevo gobierno no se aumentarán los impuestos luce tan creíble como la promesa de que no se utilizaran los recursos públicos en la campaña electoral. Basta ver el enorme gasto publicitario del gobierno en los actuales momentos, la foto sonreída del presidente con la mano en alto, vestido de blanco, con la banda presidencial, en las publicaciones que anuncian constantemente la inauguración de obras, sobre todo de escuelas. Debemos estar a punto de lograr el record Guinness de la foto más publicada en medios impresos en el mundo entero. Sé que esto es un buen negocio para los medios de comunicación, pero es muy mala inversión para el pueblo, que le sacaría mejor provecho a estos recursos invirtiéndolos en mejorar la calidad de los profesores, por ejemplo. Total, esto es más de lo que siempre se ha hecho en nuestro país. Nada distinto.
Otra de las áreas desatendidas en lo que tiene que ver con recursos económicos ha sido el sistema de justicia, tanto en la parte del ministerio público como del poder judicial. Este sistema no solo enfrentó la infiltración de los intereses políticos partidarios a través de la forma en que fueron designados los jueces de las altas cortes, sino que ha sido sometido a una fuerte estrechez presupuestaria en los últimos ocho años, lo que le ha impedido mejorar el servicio que se ofrece a la ciudadanía, aumentando la fuerte mora judicial.
Sin embargo, tanto en el ministerio público como con los jueces la esperanza sigue estando puesta en la carrera, que obliga a apostar por los jóvenes que ingresan a las carreras tanto la judicial como la del ministerio público, y luego de la formación correspondiente comienzan a ocupar posiciones y a subir en sus respectivos escalafones. Todavía se debe consolidar este proceso pero estoy convencido de que es la clave para que a la vuelta de unos años tengamos una buena base sobre la cual descanse el sistema de justicia. Los jueces formados por la Escuela ya rondan el 50% de la matrícula total.
Entre las sombras de estos tres años está nuevamente la corrupción y su mano derecha, la impunidad. No hay duda de que existe una diferencia entre Danilo y Leonel. Leonel parecía que no vivía en el país y por lo tanto no escuchaba ni veía los casos más escandalosos de corrupción, pues no movía un solo dedo, ni siquiera para destituir a los funcionarios involucrados, lo que por lo menos hace Danilo.
Danilo comenzó con un fuerte compromiso contra la corrupción, firmando el Protocolo por la Transparencia con Transparencia Internacional y Participación Ciudadana, aprobando el Código de Pautas Éticas, reformulando la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental y fijándole nada menos y nada más que 42 funciones especificas. Sin embargo, el presidente no le ha dado seguimiento a su agenda anticorrupción, la cual ha caído en el descrédito por su incumplimiento. Basta observar que la gran mayoría de las funciones de la Dirección de Ética no se cumplen. El artículo 7 del Decreto 486-12, obliga “a los servidores públicos obligados a presentar la Declaración Jurada de Bienes, entregar un informe financiero anual, a fin de evaluar la consistencia con su declaración”, lo que tampoco se ha cumplido, devaluando el compromiso del presidente Medina en esta materia.
La justicia sigue mostrando su impotencia y en un país con una alta tasa de corrupción de acuerdo con índices internacionales, sigue sin haber un solo alto funcionario preso por corrupción, y los casos que se presentan son descartados casi siempre sin llegar a juicio de fondo, sin importar si la culpa es de fiscales o de jueces.
A pesar de las tonalidades oscuras del actual gobierno, y gracias a sus tonalidades claras, pero sobre todo gracias a la enorme inversión en publicidad y a ese gasto netamente clientelista que le caracteriza, con más de medio millón de personas en la nómina pública y más de dos millones recibiendo algún tipo de asistencia social, la mayor parte de la cual jamás ayudará a sacar a sus beneficiarios de la pobreza, el presidente Medina es hoy el presidente mejor valorado en toda Latinoamérica y, de acuerdo con las últimas encuestas, marcha en este momento hacia una cómoda reelección. La conclusión podría ser que la gente está perdiendo la esperanza en los partidos, que ya no hace diferencia entre sus líderes y por eso no quiere inventar y prefiere un malo conocido que uno bueno por conocer.