Los trabajos de la nada de Manuel García Cartagena, no es solo un libro de poemas, sino también de noemas y ritmemas contradictorios e irónicas, debido a las cardinales que inventa y trata de destruir al mismo tiempo. Tropos y antitropos o metatropos surgen de la íntima poeticidad del texto que resuena, recorre y transforma su propia estructura flexible y decible como experiencia logográfica.
Las indicaciones, incisiones, cortes y fluencias en esta obra generan disonancias y asonancias poéticas que parecen violentar los tonos amenazantes de un tipo de poesía basada en normas poéticas, antinormas textuales, formas inerciales y conjeturales del poema en Hispanoamérica. La poesía crea, en este libro, deslizamientos y vuelos que no acogen suspensiones o pulsos débiles de lenguajes, sino que, por el contrario, producen elementos de una travesía que motiva fuerzas de expresión e interpretación de mundos, acuerdos o desacuerdos humanos y a veces “demasiado humanos”.
La concentración de voces en este libro avanza como cuerpo y movimiento que conforman el código y el transcódigo, cuyo lugar (¿lugares?) es el orden mismo de la anti-representación de estructuras aparentemente descohesionadas y que el mismo tiempo crean un espacio de funciones verbales expresivas. El código y el transcódigo nacen con sus funciones de lengua, lenguaje y comunicación expresiva.
El poemario está compuesto por tres partes tituladas Transcódigo, El espejo del aire y R. D., para en (volver). El desborde poético-lingüístico de las tres partes del opus se debe al código que impulsa el habla del poema, justificado por la relación poiesis-noesis-estesis, toda vez que el principium verbal adquiere su tamaño expresivo en la creación matriz del texto (Tekton: suma de lexis y poien) germinal en tempo y ritmo: “… y el código era la fuente, la inverosímil matriz de toda verosimilitud/ Íncubo inocuo, súcubo inicuo punta de báculo, /zócalo de puentes y otras corrientes inexistentes./” (p. 9)
¿Qué era el código para la lectura y metalectura del principio poético?
“El código era la mirada dedosa, táctil, invisible
y jamás mirada.
Era el código más ubicuo que el aire
Más cierto que la tierra…” (İbídem)
¿Qué sucedió después?
“Comenzó el mundo a poblarse
de soledades como historias:
ceros enumerables y unos preteridos.
Un código obtuso se disfrazó de caverna:
herido en el cuello…
De nadie era la espera, y ajena la esperanza”.
(Ver p. 10)
En efecto, “cuando el ojo se hizo mundo recodificándolo todo”, la semiosis del poema se convirtió en poiemata fundador de espacios verbales y la fluencia, unida a la cópula y de esta manera la fuerza rebasa los límites de una dicción deseosa de imágenes libres y marcadas por un automatismo logocrático e integrador al orden mismo del poema, dicho desde el código instructor, creador y destructor. Lo que no prohíbe vuelos, figuras bizarras y conmovedoras del lenguaje poético, asumido esta vez por el poeta Manuel García Cartagena. Si el principio de subversión del código, también alegorizado en el poema, provoca cierta lingüisticidad-poeticidad del poien-poiemata, ello se debe al mecanismo de transformación que desde el cero al uno, y desde la voz al tiempo se construyen como pulso y movimiento de una poética de la paradoja, el deseo sentiente y la signatura propia de un lenguaje desbordante y desbordado como “cosa” verbal expansiva, infusa y difusa.
Los trabajos de la nada forma parte de lo que hemos llamado “la poesía del ahora” en la República Dominicana, esto es, una poesía transformadora del ya viejo y desgastado estatuto del poema sin alas, pulso, uso líquido, suma de palabras correspondiente a cierta membración repetitiva sin cauce significante que ha presentado sus “síntomas” circunstanciales en el proceso poético dominicano de los últimos veinte años del siglo XX, pero también en todo el trayecto del siglo XXI documentado hasta el momento.
Anteriormente (2016), Manuel García Cartagena publicó su Manicomio de papel, una aventura cuyo campo de fuerza estilístico-poético adelanta, desarrolla y pronuncia aquello que hemos denominado “el poema semiótico” del ahora, siendo su espacio-tiempo el de la extensión sentiente del lenguaje. La conjunción semioverbal del poemario conduce al juego imaginario y estético-trascendental del presente espacio significante, titulado Los trabajos de la nada.
En efecto, las 95 páginas que conforman el conjunto, o, más bien, la conjunción poética y postpoética del libro, presenta el campo de batalla de un lenguaje poético demoledor, pero fascinante en su rutario expresivo y estilístico. El llamado verso ha perdido en este libro su estatuto autoritario y preceptivo para reconocer otros tonos, timbres e intensidades metalingüísticas y diríamos que metasemióticas, si partimos de la técnica de la lectura que propone como eje integrador su autor.
El ámbito que en libertad de interpretación le sugiere, “le pide” al lector el poemario mismo es indicador de una poética idiolectal que desafía cualquier intento taxonómico o “clasificador” de sombras y máscaras antológicas. Es inevitable en este sentido leer textos como: Creación de partitura lógica, (p. 10), WYS ≠WYG(p. 11), Formato de disco (p.12), Esc.(p. 14),Desprogramación (prueba número 27890), Verificación de errores del sistema (p.18), Masa crítica (22) y transpathos (p. 23), entre otros.
Sin embargo, es importante orientar y orientarse en la lectura de este espacio poético y en la aventura idiolectal del mismo. Se trata de asumir la oposición lengua-lenguaje como paradoja y metonimia en el movimiento referido por principio al personaje código, particularizado como generador y matriz del poemario:
“El código es el comienzo:
en el principio fue el código,
antes incluso que la vibración.
El código luego se dijo a sí mismo
y así surgió la vibración.
Código y vibración se dicen mutuamente.
Idioma del código es todo lo que vibra,
Y si el código y la vibración se co-dicen,
¿qué ser puede ser el ser
si no es capaz de vibrar?
Vibra abriendo sordas hondas
el código que se co-dice perpetuamente.
Este es el comienzo y el fin de todo código.
(Vid. p. 24)