Hace más de dos semanas, los productores de vegetales “pegaron el grito al cielo” en medio de la cuarentena. Pensaban que se iban a ir a la quiebra como no sucedió (o por lo menos no hasta donde se habría dicho). Me refiero a los productores de pepinos persas, ajíes morrones y tomates chinos. Ante la desesperada denuncia es posible creyéramos que todos iban a ir al colapso. Recientemente, escuché a una persona en las redes sociales que, con el humo de Duquesa, aseguraba que “ya nada me extraña de este 2020”. Es de entender que el nerviosismo inicial fuera expresado por la clase productora. Armados de conceptos en la defensa del sector, dieron varias declaraciones a los medios. 

En esta misma semana, los que protestaron por el incendio de Duquesa, una gran parte de la población, tenían toda la razón del mundo. Salió publicado –en las redes sociales–, un instructivo para saber cómo actuar ante el humo. No era cierto tampoco que no fuera peligroso, a lo que se une la protesta de candidatos presidenciales para contrarrestar la desinformación. Un exclamativo internauta preguntaba: “pero es que nos quieren acabar de matar?”. Guardando las distancias, era como si se tratara del día en que New York vio humo en su zona cero.

Como se sabe, los productores de pepino tienen “la maestría” de estar unidos en cooperativas, algo que de seguro les ha beneficiado. Es algo útil al momento de hacer sentir su clamor ante las autoridades. Lo mismo ocurre con los productores de ajíes morrones y tomates chinos. Es de entender que estos dieran comunicación a la prensa donde, con intención de salvarse de la quiebra, expresaban su parecer sobre los acontecimientos recientes. Si no hay demanda, numerosos productos pueden dañarse antes de la llegada a su destino. Una sola cooperativa muestra 2 millones 800 mil metros cuadrados de invernaderos y los productores, que querían ser escuchados por las autoridades, argumentaban que había una caída en los pedidos de los supermercados.

Como puede constatar cualquier ama de casa, los pepinos persas –y los ajíes morrones– son de alta calidad. Lo mismo puede decirse de los tomates chinos, pero algunos no quieren que se le hable nada de lo chino. No quieren saber nada de Wuhan, a lo que podría decirse que en la misma China es hoy donde se busca una vacuna. Otros lugares –los más conocidos–, son Oxford, New Jersey y Alemania. Como es bien conocido también, Curevac es el nombre de ese laboratorio que desmintió –hace un mes en su cuenta de twitter– una oferta de Trump de mil millones para la obtención de una vacuna. Por su lado, en Estados Unidos se dice que se tiene información sobre el origen del virus en un laboratorio chino (el instituto de virología de Wuhan, según el Secretario de Estado Mike Pompeo). A quién creer?

Hay un documento publicado en la web con la colaboración de la Universidad de Washington, la Universidad de Texas en Austin, el Imperial College of London y el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde se calcula el pico de numerosos países (República Dominicana no se encuentra en los datos). En el estudio, se calcula el final de la curva de contagio, y se indica que llegará en tal o cual mes. Los que hicieron estos cálculos estadísticos mencionan la salvedad –en un disclaimer–, de que se trata de proyecciones estadísticas fundamentadas en datos proporcionados por los países. Se explica que se trata de un proceso de inferencia estadística de proyección a futuro, que no tiene que finalmente adecuarse a un cien por ciento de exactitud. Por nuestro lado, es algo factible pronosticar cuantos tomates chinos dejarán de producirse: solo nos tomaría una llamada a los principales productores de la región de San José de Ocoa o Rancho Arriba, listos para defender sus cultivos. 

Como una nota curiosa, hay un virus llamado “el virus del bronceado” –otro virus, ya vemos–, que es un problema fitosanitario que ataca la producción de tomates, tabaco, papa, lechuga y ajíes. Así lo explican algunos productores en la estación experimental Sabana Larga en San José de Ocoa. También podríamos decir que los productores de tomates con todo esto debieron haber tenido una comunicación activa con el Ministro de Agricultura y con las ágiles autoridades del Banco Agrícola.