I- Introducción
Cuando se habla de "poesía negra", estamos hablando de aquella producción poética creada por un sujeto creador de raza negra sobre temas propios del vivir o el desvivir de la cultura negra. En cambio, cuando hablamos de "poesía negroide", nos referimos a aquellas producciones poéticas realizadas por sujetos-creadores pertenecientes a la "raza blanca" que asumen, para sus producciones poéticas o temas propios de la vida de gente de la "raza negra".
En ambos casos, media una variable dominada por la raza o por el color del sujeto-creador, lo cual, para mí, no son aceptables ninguna de las dos apreciaciones, ambas, niegan el carácter de apertura, de solidaridad y de compenetración plural del arte con el sujeto y con la humanidad. En el arte, o en la literatura, no importar la raza, ni el color, importa el uso estético y la visión emancipadora del sujeto-creador ante la humanidad.
Aquí lo que importa es la dimensión estética alcanzada, su enfoque temático y su manejo de la eufonía en el uso de la lengua. Su búsqueda del origen y la consolidación de un acento o un tono que nos ata a nuestro pasado y a nuestro presente mulato.
Lo demás, entra en los estigmas de lo extraliterario.
En el caso de Nicolás Guillén, lo abordaré como un creador compenetrado, no con la lengua africana, sino con las vivencias de la cultura africana, mezclada con los sentidos del ritmo de su canto, resaltando su cubanía, su africanía, su latinoaméricanidad y su imborrable huella caribeña…en permanente migración , en busca de su razón de ser, desde su constante .errancia, desde su existir en movimiento.
Es mi objetivo, demostrar que la poética guilleniana es un hecho de lengua en movimiento, es ritmo-sendido, es "una aventura de la voz", como plantea Henri Meschonnic. Veamos:
"(…) Porque el ritmo es una forma-sujeto. La forma-sujeto que renueva el sentido de las cosas, que es por él que accedemos al sentido que tenemos de deshacernos, que todo alrededor de nosotros se hace de deshacerse, y que, aproximando esta sensación de movimiento de todo, nosotros mismos somos una parte de ese movimiento (…)" (1999)
II- Desarrollo
El ritmo, dentro de sus múltiples acepciones, puede ser asumido como armónica combinación entre sonidos y tiempo, entre pausas y tonalidades de manera armónica, ya sea desde el pentagrama o fuera de él. Todo sujeto guarda en sí su armonía, su ritmo, su sentido, basta con caminar, con hablar o con bailar…
Leyendo una traducción del texto "El Partido del Ritmo" (1999), de Henri Meschonnic (1932-2009), me encontré con una expresión que me llenó de muchas interrogantes. Meschonnic, en el "Partido del Ritmo", dice que "(…)todo poema es una aventura de la voz(…)".
El concepto de aventura en este caso, debe ser extrapolado a movimiento, búsqueda o rejuegos del sujeto-creador con palabra. Asumiendo esa conceptualización de Meschonnic, se puede afirmar que en la poética de Nicolás Guillén, se ritualiza una aventura de la voz, una aventura de la palabra. Es lo que ocurre en "Sóngoro Cosongo" (1930), donde la enunciación poética del sujeto autor se traduce en música, sonido de tambor y en tonalidad identitaria del discurso poetico. Veámos:
Canto negro
"¡Yambambó, yambambé!
Repica el congo solongo,
repica el negro bien negro;
congo solongo del Songo
baila yambó sobre un pie.
Mamatomba,
serembe cuserembá.
El negro canta y se ajuma
el negro se ajuma y canta,
el negro yambo
aé.
Tamba, tamba, tamba, tamba,
tamba del negro que tumba:
tumba del negro, caramba,
caramba, que el negro tumba:
¡yamba, yambó, yambambé!"
(Sóngoro cosongo)
En la poesía de Nicolás Guillén, la palabra se traduce contra el signo, contra todo aquello que semiotiza el entorno o que lo describe, para incorporarse y asumir presencia transformada del entorno o para rebelarse contra toda mezquindad que procure limitar las potencialides existenciales y creadoras del sujeto. Aquí la poesía es música del trópico.
En la poética de Nicolás Guillén, la palabra, en sí misma, expresa la aventura del sujeto-creador. Aquí la palabra es ritmo. Es la voz que, hecha movimiento y estallido sonoro, se escapa del signo, para venir ante nosotros trastocada en golpe de palo o de tambor. Veámos:
Rumba
La rumba
revuelve su música espesa
con un palo.
Jengibre y canela….
¡Malo!
malo, porque ahora vendrá el negro chulo
con Fela.
Pimienta de la cadera,
grupa flexible y dorada:
rumbera buena,
rumbera mala.
En el agua de tu bata
todas mis ansias navegan:
rumbera buena,
rumbera mala.
Anhelo el de naufragar
en ese mar tibio y hondo:
¡fondo
del mar!
Trenza tu pie con la música
el nudo que más me aprieta:
resaca de tela blanca
sobre tu carne trigueña.
Locura del bajo vientre,
aliento de boca seca;
el ron que se te ha espantado,
y el pañuelo como rienda.
Ya te cogeré domada,
ya te veré bien sujeta,
cuando como ahora huyes,
hacia mi ternura vengas,
rumbera
buena;
o hacia mi ternura vayas,
rumbera
mala.
No ha de ser larga la espera,
rumbera
buena;
ni será eterna la bacha,
rumbera
mala;
te dolerá la cadera,
rumbera
buena;
cadera dura y sudada,
rumbera
mala…
¡Último
trago!
Quítate, córrete, vámonos…
¡Vamos!
La rumba. No quisiera yo entrar a repetir lo que algunos críticos han afirmado, respecto a la "africanía" o la "cubanía" que repunta, tanto en "Sóngoro cosongo", como en "Motivos de Son", porque más que "cubanía"o "afrcania", en la poética guilleniana, lo que cimenta algo que trasciende la demarcación geográfica para constituirse en una poética transcontinental, donde el Caribe se convierte en símbolo mestizo y mulato que reconfirma nuestra existencia latinoamericana y caribeña.