Parece que, hartos de aparecer en los últimos lugares de tantos ranking mundiales, como el de transparencia, corrupción, educación, y otros muchos, ahora nos esforzamos en obtener los primeros puestos en áreas no menos importantes, como el de los accidentes de circulación, donde hemos alcanzado el muy dudoso honor de ocupar el segundo lugar en el planeta, sólo después de la pequeña isla de Niue, perdida en el sur del Pacífico, con menos de tres o cuatro mil gentes, y por si fuera poco, también somos los primeros en América Latina.

Las cifras sobre fallecidos en nuestras calles y carreteras son sencillamente aterradoras. Tenemos un índice de 41.7 muertes por cada 100.000 habitantes, duplicando la tasa promedio del hemisferio occidental, y es posible que a estas alturas del calendario hayamos batido nuestro propio récord, mientras que, por ejemplo, en Estados Unidos es de sólo 11, o sea, un dominicano tiene cuatro veces más la posibilidad de perecer en el asfalto que un norteamericano.

Si aplicamos dicho índice, debemos tener unos 4.000 fallecidos al año, sin contar los heridos y sus secuelas de personas discapacitadas y traumatizadas para el resto de sus vidas. Cada cinco años, una parte de conciudadanos del tamaño poblacional de Padre las Casas, o Cambita Garabito, desaparece de manera trágica en calles y carreteras y lo que es aún peor, una gran porción por una falta de responsabilidad colectiva tanto por parte de los conductores, como la ineficacia de las autoridades del sector que le corresponde. En todo el mundo civilizado se celebra El Día Mundial Sin Accidentes concienciando sobre la precaución al volante, y que sepamos, aquí cada año pasa totalmente desapercibido, como si estas desgracias de carretera fueran ya parte de nuestro singular folklore de deficiencias sociales.

Ahí está la llamada ”autopista” de Samaná, que además de costarnos miles de millones de pendejos y necesitados pesos que unos listos de afuera se llevan cada año con la anuencia de nuestras autoridades, nos cuesta una gran cantidad de muertes, como hemos podido ver en los dos últimos meses. Pero es curioso que, en la televisión y en la radio se pasa un anuncio de Ministerio de Obras Públicas diciendo lo maravilloso que es ir por nuestras vías públicas y lo seguro que es volver a casa. En lugar de hacer anuncios demagógicos que no se los cree ni el mismo que los creó, debería emplearse el dinero de esa publicidad, junto a otros muchos dineros malversados, en combatir las principales y múltiples causas de accidentes.

El manejo temerario de camiones, carros y motores, velocidades excesivas, el bendito alcohol, que hasta se vende en los llamados Drive Thru, el mal estado de muchas vías, la falta de señalización en tramos peligrosos, la iluminación escasa o nula en zonas de alta circulación, los cruces de vías secundarias en autopistas, las chatarras importadas en forma de motocicletas, desechadas en otros países, que aquí se comercializan de manera tan alegre, la ausencia de revisiones serias que garanticen el estado de los vehículos, la falta de cascos, de radares, de aparatos para medir la alcoholemia, de semáforos, tres, cuatro y hasta cinco personas montadas en una débil "pasolita", vehículos marchando en contra dirección, cientos de miles de conductores sin licencia, carros parqueados donde no se debe, peatones que cruzan como chivos sin ley… y así podríamos continuar hasta el año próximo.

¿Cómo es posible que de Santo Domingo a Montecristi, a Barahona, a Higüey, a Samaná, o a donde usted quiera viajar, no haya ni una sola patrulla motorizada para controlar la circulación con autoridad y eficacia? Entre todos, los conductores y peatones y las autoridades estamos haciendo lo posible no sólo para mantener el segundo puesto de accidentes en el universo, sino para dejar atrás la chiquita isla de Niue, y ostentar el oprobioso primer lugar. Pensemos que cada día, un promedio de 11 personas perecen en las vías de nuestro país y que somos nosotros, nuestros familiares o nuestros amigos los que podemos formar parte de esa penosa estadística.

A ver si tomamos conciencia de una vez por todas que miles de vidas se salvarían cada año si manejáramos como es debido ¿Y las autoridades responsables del tránsito, qué dicen por su parte? Pues, muy bien, gracias. Como siempre.