Al país le conviene que se discutan ampliamente los aspectos sociales, particularmente cuando las estadísticas de crecimiento económico y los logros en términos de bienestar de la gente han marchado por caminos tan distintos. La observación viene a propósito de un documento del CONEP, respondido ampliamente por medio de la “Página Abierta” del Banco Central. Luce increíble que basándose en la misma fuente de datos, analisis separados lleguen a conclusiones tan divergentes.

El análisis de los datos que realiza el CONEP arroja una visión que es fundamentalmente correcta en lo que se refiere los problemas del mercado de trabajo (desempleo, bajos salarios e informalidad), excepto que pone mucho énfasis en transmitir la idea de que se deben a la legislación laboral y tributaria. Y aunque esa puede ser una parte de la explicación, no parece ser la principal, pues la realidad es que el mundo, e incluso América Latina, está lleno de ejemplos de países con leyes laborales más rígidas, y cargas fiscales mayores que la República Dominicana, y aún así exhiben mejores resultados en términos de empleos, salarios y pobreza.

Al revés, el Banco Central quiere dar la idea de que el aumento del empleo informal, los bajos salarios y no reducción de la pobreza no tienen que ver con la política macroeconómica aplicada, sino que es un fenómeno fruto de una especie de conjura, una intención maligna del sector empresarial que ha provocado los bajos salarios, y que la informalidad es símbolo de progreso, pues son los propios trabajadores que la prefieren, debido a los bajos salarios.

Pero lo que sale de las encuestas sobre el mercado de trabajo del propio Banco Central no permite avalar estas conclusiones. Lo que sí se extrae de esos números como una verdad incontrovertible es que a largo plazo los salarios reales dominicanos no han subido con el progreso económico, sino lo contrario, han venido cayendo.  Si bien durante la década de 1990 los ingresos reales de los trabajadores mejoraron significativamente, registraron una abrupta caída con la crisis de Baninter y después no han vuelto a recuperarse. También es otra verdad incontrovertible que ha ido creciendo la informalidad del empleo.

Pero es un error inducir a la idea de que el crecimiento de la informalidad obedece a que los trabajadores prefieren esta opción, debido a que allí los ingresos son más altos, y que esa es la razón de que emigren al sector informal. Sostener esta tesis parece un intento por negar que sea fruto de la incapacidad del aparato económico para absorber productivamente el crecimiento de la población económicamente activa.

Históricamente los ingresos han sido muy superiores en el sector formal que el informal, y lo serían mucho más si se computaran los beneficios complementarios. La informalidad no puede ser presentada como indicio de progreso. El propio Presidente Danilo Medina ha sido muy gráfico al plantearlo en su política de empleos: “vender perritos en la calle no es un empleo”. Entonces, ¿de dónde surge la información de que para muchos grupos de trabajadores resulta más rentable trabajar en el sector informal, y que por eso han preferido esa opción? No hay dudas de que para alguna gente lo sea, pero como excepción, no como regla. Y no podemos valernos de la excepción para elaborar un razonamiento.

Un hecho cierto, como es que ha aumentado la informalidad y que los salarios reales han declinado, no puede ser usado para interpretar que lo primero es una respuesta de los trabajadores a lo segundo.

La evidencia estadística que sale de las encuestas permite dar una contundente respuesta negativa. El gráfico siguiente enseña dos cosas: una, que los ingresos siempre han sido más altos en el sector formal; y otra, que los ingresos reales se han reducido tanto en el mercado informal como en el formal. Desde el año 2000 hasta el 2013, los ingresos reales promedios bajaron 22.1% promedio para todos los agentes del mercado formal, y 22.8% para los que trabajan en el informal. En ese contexto no hay ningún aliciente para irse al informal, sino al revés.

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Ahora bien, informal no es sinónimo de cuentapropismo, ni formal de asalariado. Si en vez de hablar de formal e informal nos vamos a la categoría ocupacional, nos encontramos con lo más curioso, y es que en ese mismo período el ingreso que más bajó en términos reales es el que corresponde a los “trabajadores por cuenta propia”. Paradójicamente, los cuentapropistas vieron caer sus ingresos reales más rápidamente que todos los otros grupos, mucho más que los empleados por salarios.

Eso anula cualquier interpretación que atribuya la caída de remuneraciones a intenciones perniciosas, porque no habría forma de explicarlo cuando el trabajador es su propio patrón. Hay algo que no ha estado funcionando bien en la economía, para explicarlo. Y no deja de llamar la atención cómo puede funcionar un mercado de trabajo en el cual todos salen perdiendo mientras la economía crece.