Uno de los impactos más débiles del elevado crecimiento económico dominicano y uno de los desempeños más deficientes del mercado de trabajo es el relativo a las remuneraciones al trabajo, pese al significativo incremento de la productividad laboral en los últimos 15 años. Es de amplio consenso en el país, reconocido incluso por la cúpula empresarial y el Gobierno, que los niveles salariales son muy bajos.
En términos distributivos, el crecimiento económico no ha sido inclusivo y los sectores en los cuales se ha sustentado han creado un mercado de trabajo caracterizado por el dualismo laboral y la persistencia de bajos niveles de ingresos laborales en cerca de dos tercios de los hogares dominicanos, lo que no ha permitido reducir de manera sustancial los altos niveles de pobreza y desigualdad económica que persisten en la sociedad dominicana.
La desigualdad de ingresos en República Dominicana está anclada en un patrón muy heterogéneo de crecimiento y productividad que combina unos cuantos sectores de alta productividad y salarios altos con una gran mayoría de sectores y actividades de baja productividad y bajos salarios y en general ingresos laborales precarios.
La brecha entre el crecimiento del PIB y los salarios mínimos
Pese a los reajustes de los salarios mínimos que se han realizado de manera regular desde los años 90, los mismos mantienen un rezago significativo con respecto al ritmo de crecimiento del PIB, la productividad y la inflación, toda vez que el único criterio para los reajustes que se han aplicado a la fecha sólo tienen en cuenta la tasa de inflación, con rezagos de 1 a 2 años y en montos por debajo de la misma.
Los niveles de salarios mínimos reales que actualmente rigen en el mercado laboral dominicano son similares a los que existían a fines de la llamada década perdida de los años 80. Pese a la leve recuperación que han experimentado los salarios mínimos reales desde el año 2005, es apenas 11 años después de su estrepitosa caída en 2003-2004 cuando recuperan la capacidad de compra que tenían antes de la crisis.
Si bien en general los salarios mínimo reales en República Dominicana en los últimas dos décadas tienden a moverse con el ciclo económico -han mejorado en los años de elevado crecimiento y se han deteriorado o estancado en los períodos de crisis, recesión o ralentización del crecimiento- aún en los ciclos de auge económico y baja inflación, los aumentos del salario mínimo real han estado muy por debajo del crecimiento del PIB en los últimos 10 años. A pesar del significativo incremento del producto per cápita en las últimas dos décadas y media, se ha ensanchado la brecha entre el crecimiento del producto y el crecimiento del salario mínimo real. Actualmente la República Dominicana es el quinto país con la más baja relación salario/PIB per cápita, la cual se debilitó sensiblemente durante la década pasada al descender de 0.47 en el 2000 a 0.33 en 2015.
En el contexto regional, continuamos siendo uno de los países con más bajos salarios mínimos y medios, pese a encabezar el crecimiento económico en la región. Actualmente, sólo en Nicaragua, Bolivia y México se pagan salarios mínimos por debajo de la República Dominicana. El salario mínimo en Paraguay, Brasil, Chile, Venezuela, Uruguay Argentina duplica el que perciben los trabajadores dominicanos. En el caso del salario mínimo vigente en zonas francas, sólo las empresas de ese tipo radicadas en Nicaragua pagan salario por debajo de las instaladas en República Dominicana.
La brecha entre la productividad laboral y los reajustes al salario mínimo
Un hecho que ha caracterizado la dinámica de los salarios en el país desde mediados de los 90 es su crecimiento por debajo del ritmo de incremento de la productividad. En los últimos 16 años la productividad laboral se ha más que duplicado, creciendo a una tasa promedio anual de 5.4% -una de las más elevadas en la región-, mientras que los salarios mínimos reales apenas se han incrementado en 14% en el período. El 62.5% del aumento en el PIB per cápita en ese período está vinculado a los incrementos en la productividad media o valor agregado por trabajador. Sólo el cambio en el valor agregado por trabajador -ceteris paribu- habría generado un crecimiento equivalente a 62.5% del crecimiento del PIB observado.
¿Quiénes han sido los principales beneficiarios de estas ganancias de productividad?
El importante aumento de la productividad laboral desde mediados del pasado decenio, junto al estancamiento del salario real ha tenido un impacto significativo en la reducción de los costos laborales unitarios de las empresas. Actualmente éstos son menos del 10% de los que eran en el año 2000, al reducirse a una tasa de promedio anual de 14.5%. ¿Qué significa esto? Sencillamente, que una parte de las ganancias de productividad y de la riqueza que se genera no se reparte de manera equitativa entre los trabajadores y los sectores de ingresos medios.
Al respecto, es muy pertinente y acertada la inusual observación del Banco Central acerca de la brecha entre el crecimiento de la productividad y de los salarios reales. Aprecia el Banco Central que “todo parecería indicar que la totalidad de estos “sobrecostos” (laborales) o una gran parte de éstos, han sido traspasados y ajustados a los trabajadores en la forma de salarios base más bajos”.
Los salarios medio o de mercado
Con respecto a los salarios de mercado, al igual que los salarios mínimos, los aumentos del salario real promedio han estado muy por debajo del crecimiento del PIB aún en los ciclos expansivos de la economía dominicana. Somos el país con la más baja elasticidad PIB-salarios medios. La capacidad adquisitiva de los salarios medios nominales se ha deteriorado significativamente en los últimos 10 años.
En los años transcurridos de la actual década los salarios medios reales han mantenido su tendencia a la baja, aunque en los últimos tres años 2014-2017 se registra una ligera variación positiva de RD$0.18 o de un 0.9% que si bien podría ser significativo estadísticamente, estaría por verse si indica un mejoramiento real aunque leve de la capacidad adquisitiva del salario nominal, en correspondencia con el mejor desempeño en el empleo (aumento del ritmo de generación de empleo y reducción del desempleo abierto y ampliado) o podría atribuirse a los llamados factores aleatorios propios del muestreo.
En el contexto regional, exceptuando a Haití, Nicaragua y Bolivia, actualmente la República Dominicana es el país de más bajos salarios medios. Un trabajador en Costa Rica percibe casi el doble del salario medio de un trabajador en República Dominicana; en Colombia es 1.6 veces mayor; 1.5 veces mayor en Perú. De 10 países de la región para los que se tienen datos disponibles, la República Dominicana ocupa el último lugar en salario medio pagado a sus trabajadores.
Estructura salarial y desigualdad de ingresos
En relación con la estructura salarial prevaleciente en el mercado laboral dominicano, la enorme desigualdad de ingresos laborales en República Dominicana es singular en el contexto regional. Actualmente es RD el segundo país en la región con una distribución más desigual de ingresos, muy por encima del promedio regional. Igualmente la distribución de los ingresos laborales es más desigual que en el promedio de ALC: el 20% más rico concentra el 55% del total de ingresos generados por los hogares en el mercado laboral (CEPAL, 2015).
La desigualdad de ingresos en República Dominicana está anclada en una estructura productiva con alta heterogeneidad estructural. Es decir, las desigualdades se basan en el patrón muy heterogéneo de crecimiento y productividad que combina unos cuantos sectores de alta productividad y salarios altos con una gran mayoría de sectores y actividades de baja productividad y bajos salarios y en general ingresos laborales precarios.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares de 2007, el 20% de los hogares con mayor capacidad de consumo concentra más de la mitad (55.4%) de todos los ingresos percibidos por los hogares, el 55.6% de la masa salarial, el 55% de los ingresos laborales, el 54% de los ingresos por trabajo independiente y el 56% de los ingresos no laborales (transferencias corrientes, ingreso por renta de la propiedad e ingresos ocasionales), mientras que el 60% de los hogares de más bajo consumo (quintiles 1, 2 y 3) apenas reciben poco más de un cuarto (26.4%) de los ingresos totales, el 26.2% de los salarios, el 26.5% de los ingresos independientes y el 26.7% de los ingresos no laborales.
Tomando como referente la tarifa más baja de salario mínimo no sectorizado, la distribución de ingresos laborales de los trabajadores dominicanos del sector privado, de acuerdo con la ENFT del Banco Central, es como sigue: poco más de un tercio (34.7%) percibe menos del salario mínimo legal de las pequeñas empresas vigente al 2016; otro porcentaje similar (36.4%) tiene ingresos entre 1 y menos de 2 salarios mínimos; 13.3% gana entre 2 y menos de 3 salarios mínimos; 8.7% recibe entre 3 y menos de 5 salarios mínimos y apenas 6.8% de los trabajadores recibe 5 o más salarios mínimos (RD$34,440 al mes). Sólo un 2.4% percibe 8 o más salarios mínimos (RD$55,040).
En el caso de los trabajadores del sector público, el salario mínimo y la brecha salarial son más dramáticos. El salario mínimo vigente es apenas la mitad de la tarifa más baja del sector privado (RD$5,118); 15.1% percibe salarios por debajo de ese mínimo y otro 36.5% entre RD$5,118 y menos de RD$10,000. En total, el 52% de los empleados públicos ganan salarios por debajo del mínimo de subsistencia – es decir, el ingreso mínimo que requiere un trabajador en el ámbito del hogar para cubrir el costo de la canasta básica de pobreza-, mientras que una minoría privilegiada de funcionarios, consultores y técnicos (0.6%) gana por encima de los RD$100,000.
Ingresos laborales, capacidad de consumo y endeudamiento de los hogares
Debido a los bajísimos ingresos que perciben los asalariados y los trabajadores informales, el balance ingresos-gastos mensual de los hogares es negativo en todos los deciles, con un déficit que representa en promedio el 11.4% de los ingresos totales de los hogares, el cual aumenta a 16% en el caso del quintil 3, y a 14% en los quintiles 2 y 4. Si el balance se calcula sólo en relación con los ingresos laborales y para cada hogar, casi 60 de cada 100 hogares (58.8%) operan con un balance negativo o déficit mensual en sus ingresos laborales en relación con sus gastos; 45 de 100 con un déficit que supera el 20% de sus ingresos mensuales,
En relación con la capacidad del salario mínimo en adquirir los bienes y servicios de las canastas básicas de bienes elaboradas por el Banco Central, si bien el último reajuste del pasado año 2017 en 20% a las tarifas de salario mínimo no sectorizado fue una importante conquista, pues dicho monto supera en más de 4 veces la tasa de inflación acumulada desde la última revisión de junio de 2015 -por primera vez en los últimos 30 años-, aun con el monto reajustado el salario mínimo para los trabajadores de las empresas con capital o existencia de menos de 4 millones sigue siendo un salario de pobreza, pues no logra superar el salario mínimo de subsistencia.
Pese al pírrico aumento, la respuesta y reacción de la representación empresarial, refrendada por COPARDOM y otras asociaciones empresariales, su retiro de la sesión del Comité Nacional de Salario, la impugnación de la decisión de dicha medida, fue indicativa de su feroz oposición a una reforma laboral profunda, y en particular al salario.
Con respecto al supuesto impacto negativo en el empleo que CONEP y COPARDOM atribuyen al último aumento de 20%, los datos sobre empleo de la ENFT y las precarias estadísticas de utilidades y otras financieras de las empresas indican que el incremento en la masa salarial que implica aumentos del 20%, 30% o 40% en los salario mínimo actuales son sostenibles con los niveles actuales de rentabilidad empresarial, de costos laborales salariales y no salariales, de ganancias de productividad y de crecimiento económico logrados en los últimos 12 años. Sus argumentos para oponerse a un reajuste de tal magnitud no son respaldados por los datos sobre precios, costos laborales, productividad laboral y utilidades de las empresas actualmente disponibles, incluido los que produce el Banco Central.