Una vez fuera del vientre de mi madre y tal vez aspirando a respirar algunos sorbos de aire dentro de la comunidad salesiana, ya el espíritu de mis neuronas acariciaban el primer mandamiento que me ordenaba a “amar a Dios sobre todas las cosas”, y más adelante podía recibir del Padre Víctor Miranda la frase lapidaria de Don Bosco que decía: “me basta que sean jóvenes para amarlos”, lo cual es extensivo a un cura de cualquier congregación. Oyeron pederastas? Es amarlos, no estuprarlos!
Noto de manera principal y preocupante que todos los esfuerzos de mi iglesia en los últimos meses se han concentrado de manera pública en impulsar la prohibición del aborto en cualquier circunstancia y en el desconocimiento del matrimonio homosexual en el país, lo cual en principio no critico porque reconozco en la iglesia su encomiable labor como control social formal dentro de esta sociedad, sin embargo, para muchos ciudadanos estas enfrentas públicas por parte del órgano eclesial se han traducido en “ruidos” que esconden faltas, descuidos, atropellos, abusos y distorsiones que pudieran ser más graves.
Como hombre formado dentro de la iglesia católica, específicamente en la comunidad salesiana, he podido palpar con todos mis sentidos, la forma en que los valores deben ser transmitidos por los curas como formadores hacia los jóvenes estudiantes que cursan los años maravillosos en las aulas, ha ido mermando lentamente como pilares de enseñanza, y es por ello que me pregunto: ¿cuántos curas visitan al medio día la casa de alguna familia para vivir junto a ellos el almuerzo y así identificar los desvalores que priman allí con el objetivo de sembrar la palabra en ese hogar y servir de multiplicador del amor de Dios?. ¿Cuántos miembros del barrio conocen como se llama el cura de su parroquia o comunidad?. ¿Por qué la mayoría de los curas ya no sirven el pan de la enseñanza en los colegios?. ¿Dónde está el hermano de la comunidad o congregación que te da la Paz en la Iglesia y se esconde de ti cuando sale al mundo, como si visitar la Casa de Dios se tratara de ir al cine a ver una película.?.¿Por qué a los curas rebeldes (entiéndase a los que alzan sus voces por la comunidad), si “joden mucho” los trasladan o los callan?. Perdonen, es que a veces me desenfoco y no preciso bien el interés de mi iglesia y de los laicos.
La labor de la iglesia se encuentra más allá del simple ruido y de la batalla pública estéril y perseguidora. Reside en provocar cada día con sus “acciones positivas” que más ciudadanos conozcan a Cristo y no pretender merecer a ese Cristo con una “bravuconada o tirándose un pedo” encima de quienes persiguen un derecho, aunque para muchos estén equivocados. No es ensuciar, es limpiar. No es ridiculizar, es razonar noblemente sentado junto a Dios. No es esconder las faltas, es reconocerlas de cara al Sol, y eso ha faltado: humildad!.
Mi iglesia no ha sido sincera y quiero que lo sea. Deseo el ruido, pero, en contra de todo lo injusto, no de una parte, ya que la persecución escogida le resta calidad y capacidad. Quiero una iglesia agresiva en contra de los desvalores, ya que estos últimos han sido más y la juventud se pierde por que nadie le habla y pocos le escuchan.
A mi juicio, la iglesia ha dejado de sembrar, porque muchos de sus mejores hombres viven de ella y se esconden en el mundo, sin embargo, no dejaré de orar a ese Cristo del Madero, ese que no ha vencido y vive en mí.