El corazón tiene razones que la razón desconoce. Blas Pascal
En muchas ocasiones me he preguntado ¿qué se esconde detrás del corazón de una mujer que decide amar a un agresor reincidente? ¿Por qué regresar cuando todo indica que te vayas?
Un periódico de circulación nacional publicó la conmovedora historia de un feminicida quien narraba su desgracia afirmando que “no ha sido la mujer que ha muerto, sino él” a pesar de estar con vida.
Sentado en sus remembranzas lamentó su ignominia: su hijo no le ha dirigido la palabra jamás en su vida, su familia y sus amigos le han dado la espalda, nadie le ha querido dar trabajo después que salió de la cárcel. Según sus palabras “su vida ha sido un infierno desde aquel día trágico en que segó la vida de su esposa”.
La narración no podía ser más desgarradora y de alguna manera nos ilustra cómo la sociedad repele las acciones viles, cómo pone cara de asco ante quien ha cometido un hecho asqueante. Lo único que salvó aquella historia de mueca de repudio fue su final: El señor encontró una mujer que ha decidido amarlo a pesar de su pasado.
Una pregunta de rigor me habitó ¿Cómo una mujer puede aceptar de pareja a un recién salido de la cárcel precisamente por asesinar a una mujer? La respuesta de la nueva esposa no sé si catalogarla de ingenua, pero sí me hizo pensar los riesgos que se corren por el amor.
Según la mujer “ella ha descubierto que en el fondo es un hombre bueno, y no cree que, habiendo vivido un proceso tan difícil en su vida, se atreva a cometer el mismo hecho nueva vez”
Según afirmaba el feminicida “arrepentido” “de no haber sido por esa mujer que decidió amar su presente sin pensar en su pasado, hubiese estado loco o se habría quitado la vida”.
Qué irónica es la vida: Por la maldad que cometió contra una mujer ha tocado fondo, pero precisamente una mujer lo ha levantado del fango cenagoso y le ha devuelto la ilusión de empezar de nuevo, según sus propias palabras.
El amor tiene sus riesgos y sus desgracias y aunque no siempre las desgracias son resultado del riesgo, todo riesgo está expuesto a una desgracia y para asumir esos riesgos siempre está una mujer cuyo corazón de madre ve más allá de la limitada vista de un hombre sin esa virtud.
He visto a mujeres arriesgarse en el amor por sicarios, narcotraficantes, delincuentes, asesinos, y todo lo que implica verdaderos riesgos amorosos. Deciden poner su empeño en lograr cambiar a un hombre y ahí radica su error. Aunque el amor es capaz de todo, no siempre tiene una varita mágica. Pero, como digo una cosa digo la otra. También he visto hombres de vidas tortuosas y complicadas cambiar por el amor de una mujer. Porque cuando una mujer ama todo un mundo se estremece.
Y es así como ellas, cual madres Teresas del amor y sus sombras deciden embarcarse en una travesía que parece peligrosa, pero que ellas están dispuestas a transitar. Si ha sido esa su decisión, a Dios que reparta suerte. Es poco lo que se puede decir a un corazón de mujer enamorada, pero si de algo sirve, mi única exhortación es que no siempre el amor gana porque, como todo en la vida, el amor tiene sus riesgos.