Con las emociones subiendo y bajando, el corazón latiendo fuerte aportando la valentía que tal vez no tengamos cuando todo se calme, comentamos los resultados de los trabajos del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) recién concluidos.

  1. Una designación mayoritariamente buena. La gran mayoría de los designados son personas que reúnen los requisitos para estar en la Suprema Corte de Justicia (SCJ), algunos excepcionalmente buenos. En otros casos se designó a personas adecuadas por encima de candidatos mucho mejores, lo que ha ocurrido en forma repetida, dando lugar a comentarios de que vale más un buen padrino que una excelente preparación, desalentando la carrera judicial que debería conducir a los mejores a la SCJ.
  1. Una metodología violatoria de la Constitución y las leyes. La Constitución manda al CNM a “evaluar el desempeño de los jueces” (art. 179.4 constitucional), no una evaluación de la SCJ como órgano. Reinaldo Pared informó que “sectores importantes de la sociedad” reclamaban una renovación de la SCJ, sólo le faltó citar a Servio Tulio Castaños que pedía “borrón y cuenta nueva”. Pero la institucionalidad obligaba a evaluación de desempeño y por lo tanto individual y solo quien no la aprobara podía ser excluido por decisión debidamente motivada. Con la excusa de la “renovación” se llevaron de encuentro a jueces que debieron permanecer, y dejaron a otros que debieron ser excluidos. Habrá que esperar el acta de la sesión para revisar las motivaciones de cada exclusión, esperando que no sea como la del 2011.
  1. La presidencia de la SCJ en manos de un excelente gerente que deberá dejar atrás su vida partidaria. Luis Henry Molina tiene todas las condiciones para convertirse en un excelente presidente de la SCJ, pero deberá comprender que muchos ciudadanos que no le conocen dudarán de su agenda debido a su vida partidaria anterior y a la politización partidaria de la justicia que hemos visto en los últimos años. Deberá demostrar con hechos que sabrá ser desagradecido con aquellos que lo nombraron, cuando esté en juego el sagrado interés de la justicia. Confiamos en que así lo hará.
  1. El equilibrio de género violado una vez más. “El Estado debe promover y garantizar la participación equilibrada de mujeres y hombres…. en la administración de justicia”, manda el artículo 39.5 constitucional. Con la nueva composición de la SCJ habrá 4 mujeres (23%) y 17 hombres (77%), lo que está lejos de ser equilibrado. Fueron confirmados tres miembros, todos hombres. De los 9 designados, 3 fueron mujeres (33%) y 6 hombres (64%). Y todo esto sin la excusa de que no había mujeres.
  1. La integración de las salas. De acuerdo con la Ley Orgánica de la SCJ, corresponde al pleno, a propuesta de su presidente, integrar las tres salas y designar a sus respectivos presidentes. Antes, en la SCJ, había un desequilibrio de especialidades. Había hasta 8 especialistas en materia penal, por lo que tres de ellos debieron ser colocados en otras salas. Ahora solo hay 5, justo el número para integrar la importante Sala Penal. Por especialistas entendemos no solo los que han cursado estudios sobre la materia sino además los que la han ejercido como juez o abogado (el ministerio público esa es la materia que ejerce). La atención estará fijada en la integración de la Segunda Sala (la Sala Penal), que es la que más interesa a los partidos y sus líderes, pues es a la que llegan los casos de corrupción pública.
  1. Miriam Germán Brito, camino a la leyenda. Si los intereses partidarios no querían a esa piedra en el zapato que siempre ha sido Miriam Germán, pudieron haber hecho lo de Leonel Fernández con los tres votos disidentes del caso SunLand: no confirmarlos en la sesión final, sin espectáculo. En aquella ocasión hubo ruido, pero como no hubo persecución y fue en diciembre, no duró mucho. Pero a la magistrada (¡siempre magistrada!) Germán se le persiguió, se le acosó, se le desconsideró, se le violaron sus derechos y al final cinco votos (sin contar la inhibición) en contra de su permanencia rompieron el silencio de quienes deseaban su salida. La campaña fue brutal pues luchar contra un ícono de la justicia no es fácil y la derrota de los instigadores quedó comprobada no solo con cada aclaración de la magistrada sino además con el multitudinario apoyo recibido de la población, con las decenas de artículos impresos y digitales a su favor, con el apoyo en redes sociales, con la indignación levantada que no será olvidada fácilmente. La magistrada Germán sale por el Arco del Triunfo, acompañada por una abrumadora mayoría que le reconoce como el símbolo de la justicia, y en camino a convertirse en leyenda, mientras que sus detractores transitarán por la Puerta creada por Dante Alighieri.
  1. Mariano Germán Mejía. Siempre lo he considerado un hombre bueno, además de un buen jurista. Cometió un error al no saber decir que no a Leonel Fernández, quien lo arrastró a una posición para la cual no tenía talento ni vocación y ha tenido que pagar el precio de la lealtad incondicional, que no se le debe a nadie. Tuvo que escuchar callado cuando Reinaldo Pared justificaba la “renovación” de la justicia por el deterioro de esta. La gente ya no lo recordará como el hombre bueno que fue, el autor de obras de procedimiento civil, el excelente abogado, sino el responsable del enorme deterioro de la justicia bajo su responsabilidad. Que sirva por lo menos de ejemplo.
  1. Mirando al futuro. La evaluación de jueces de la SCJ, que elimina la inamovilidad, como hemos sido testigos, debe ser erradicada de la Constitución, así como la presencia del Procurador General de la República como miembro del CNM. Un órgano político como el CNM no tiene capacidad técnica para llevar a cabo una evaluación de desempeño. Es preferible una designación basada en antecedentes y en un perfil adecuado y luego inamovilidad mientras observe buena conducta, la salud le permita continuar o le llegue la edad de retiro, es decir el sistema anterior al 2010. Ha quedado demostrado que esa “evaluación de desempeño” no es más que una espada de Damocles sobre la cabeza de todos los jueces supremos: o se portan bien o la espada se encargará. ¿Quedarían los jueces supremos sin control? Para nada, pues el artículo 83.1 constitucional faculta a la Cámara de Diputados a presentar acusación ante el Senado contra cualquier juez supremo que haya cometido faltas graves en el ejercicio de sus funciones. Este método de control es válido para todos los elegidos por el voto popular y también debe serlo para los jueces supremos. Mientras permanezcan las evaluaciones, los jueces estarán sometidos al poder político partidario. Algunos tendrán la valentía de Miriam Germán, pero otros no.