“Cuando las elecciones se convierten en concursos de popularidad, los ciudadanos emiten sus votos sin tener una verdadera alternativa que concierna a su visión sobre el futuro de su país, lo que socava la totalidad de la noción de democracia”. Esta inquietante advertencia está contenida en el prefacio de la sustanciosa investigación, “La política al encuentro de las políticas. El surgimiento de partidos programáticos”, del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional).
¿Quién se atrevería a negar que la capacidad de compra de los espacios de la televisión para hacer populares a los candidatos, mediante mensajes desinformativos tendentes a la enajenación de los electores, es la que determina los ganadores de las elecciones?
Este interesante estudio que se tomó diez años y fue realizado en 50 países de Centro y Sudamérica, África Occidental y Oriental, Europa Central y del Este y el sur de Asia, encontró evidencia de un bajo grado de institucionalización y poca sustancia programática entre 300 partidos políticos examinados.
Por otro lado, se pudo comprobar que en muchos países, entre los cuales no se encuentra el nuestro, los partidos políticos se esfuerzan por pasar de depender de personalidades y favores clientelistas a debatir programas y aplicarlos como política pública.
Los autores del trabajo han definido al partido programático como “un partido que despliega preponderantemente programas coherentes de políticas orientados hacia la generación de bienes públicos de alcance nacional, que constituyen la base de los vínculos del partido con sus miembros y votantes, la competencia electoral con otros partidos o su formulación de políticas”.
Se debe destacar que de los cuatro capítulos que conforman la investigación, en el segundo que se refiere a los partidos y sistemas de partidos programáticos, sus oportunidades y restricciones, se estudiaron por América los casos de Brasil y de la República Dominicana, resultando que mientras en Brasil se observa una dinámica de transformación de un marco clientelista a uno más programático, en la República Dominicana, por el contrario, como un ejemplo de poco esfuerzo programático, se observa que “los partidos muestran poca vocación programática. Las posiciones de programa partidario son difusas, por lo que los electores no pueden escoger entre los partidos basándose en dicha información. Los partidos compiten primordialmente sobre la base de su desempeño clientelista y carismático”.
La manipulación mediática de los electores va acompañada del clientelismo institucionalizado, que como es de suponerse beneficia principalmente a los candidatos del partido gobernante.
Esta práctica y la compra directa que realizan los partidos, el día de las elecciones, de los votos de los ciudadanos de la marginalidad social, para quienes las elecciones no tienen más valor que la obtención de una mísera contraprestación, convierten en irrelevante el tema programático.
El fin de los partidos políticos, ahora convertidos en simples maquinarias electorales, es la obtención de los votos sin importar los medios. Por esta razón es que para ellos el programa de gobierno no es más que una tradición inútil que nadie exige que se cumpla.
Frente a esa realidad, retornar a los partidos programáticos para mejorar la calidad de la democracia, como recomienda IDEA Internacional, debe ser un reclamo de la sociedad y una meta, principalmente, de los partidos de la oposición.