Para nadie es un secreto que el tránsito en la ciudad de Santo Domingo cada día que pasa se convierte en un caos mayor. Las autoridades de la Alcaldía del Distrito Nacional, de la mano de su Secretario General, Hugo Beras, desde que llegaron al cabildo han estado ejecutando una serie de medidas con miras a mejorar las condiciones en la circulación de nuestra capital. Entre ellas, han cambiado las direcciones de algunas calles, han incluido ciclovías, entre otras. Próximamente estarán ejecutando también un plan piloto con el cual no estará permitida la circulación de vehículos pesados de 4 ejes en adelante entre las 6:00 AM y las 8:00 PM en el polígono central del Distrito Nacional.

Hasta cierto punto, el explorar medidas como las anteriores es positivo y aplaudible, ya que, es muestra de que se tiene la verdadera intención de encontrar soluciones. Puede que en la búsqueda de dichas soluciones se cometan errores y haya que rectificar, sin embargo, es preferible esto a simplemente no intentar mejorar nuestro tránsito.

Sin ánimo de menospreciar estos esfuerzos, nuestras autoridades no deben perder de vista una herramienta que tienen actualmente en sus manos para mejorar el transito: hacer cumplir la ley. Esta medida podría parecer la más obvia de todas, sin embargo, es la que se ejecuta con mayor precariedad. Nuestros agentes del tránsito aparentemente exigen el cumplimiento de la ley “asigún” el día. Todo luce indicar que existen variables que desconocemos que determinan si nuestros agentes se quedan un día hablando y pasando el tiempo debajo de la sombra que les cobija, o, si, por el contrario, deciden asumir un rol activo exigiendo el cumplimiento de las normas de tránsito.

La primera dama, al final del pasado domingo, tuiteó que no llamemos “jungla” a nuestro país, animándonos a amar a esta tierra única.  Sin embargo, es triste decirlo, pero, el tránsito en Santo Domingo es lo más parecido a la jungla, donde aplica la ley de la selva: sálvese quien pueda. El ejemplo más simple lo tenemos en las filas para entrar a un elevado o a un túnel, en donde el egoísmo en su máxima potencia del dominicano se pone de manifiesto. Al conductor de al lado no le importa que usted está haciendo su fila como mandan las reglas porque él entiende que debe meterse, ya que, su tiempo es mucho más valioso que el suyo. Ni hablar de aquellos que no respetan semáforos, intersecciones donde no se puede doblar, lugares donde no se pueden parquear, líneas sobre las que no se pueden detener y si seguimos con la cantidad de violaciones que se cometen a diario a la ley de tránsito no terminamos hoy.

Lo más lamentable de todo es que esos mismos dominicanos que cometen las infracciones señaladas en el párrafo anterior son los que salen del país y cumplen al pie de la letra con todas las reglas. Entonces, uno se pregunta: ¿cuál es la diferencia? Simple, la existencia de un régimen de consecuencias. En nuestro país, la Ley 63-17, de movilidad, transporte terrestre, tránsito y seguridad vial, contiene todo un marco de régimen de consecuencias para las infracciones de tránsito, sin embargo, la falta de acción por parte de nuestros agentes de tránsito para que ese régimen de consecuencias se ejecute hace inservible la existencia del mismo. Si estudiamos la referida ley, nos daremos cuenta de la gran cantidad de disposiciones y reglas que contiene que en el día a día no se cumplen y que, de cumplirse, muchos de los problemas del tránsito de nuestra ciudad podrían mejorar.

En conclusión, no critico los trabajos que se están realizando con el objetivo de transformar el transporte en el país y las acciones que se ejecutan para que nuestro tránsito sea más tolerable. Lo que les propongo es que dichos trabajos vayan de la mano con un trabajo efectivo por parte del INTRANT y los agentes de la DIGESETT haciéndoles cumplir siempre la ley a nuestros conductores, sin importar hora, fecha, lugar y sin discriminación de la persona de que se trate la que cometió la infracción. Por igual, dichos trabajos deben estar acompañados de múltiples campañas de educación sobre los hechos que constituyen infracciones a la ley de tránsito y las consecuencias que conllevan. No descuidemos las transformaciones a futuro, pero, trabajemos en el presente con lo que tenemos.