Nuestras exportaciones a Haití han devenido muy importantes, constituyendo ahora el segundo mercado en tamaño y valor después de Estados Unidos. Nuestra ventaja comparativa, con relación a exportaciones de otros orígenes como Estados Unidos, Colombia y Panamá, radica en el menor flete, ventaja que es mayor para aquellos productos donde el mismo constituye parte importante del costo de la mercancía una vez llega a Puerto Príncipe. Varillas, harina, fertilizantes y huevos son ejemplos de lo anterior.
Pero a cada rato el gobierno haitiano pone trabas a nuestras exportaciones, o requiere que lleguen por barco, en vez de por tierra.
Desde el punto de vista haitiano el problema es que mercancías que van por tierra eluden el pago del impuesto arancelario haitiano, dado lo débil de sus oficinas de aduanas al oeste de Jimaní, en Elías Piña, Juana Méndez y Anse-a-Pitre. Esas oficinas no cuentan ni con personal ni con los equipos necesarios para liquidar bien los impuestos. Por otro lado, los dueños de los muelles privados de Puerto Príncipe presionan para que la carga llegue allí, para así ganar más dinero. El gobierno haitiano prefiere la liquidación en sus muelles porque cobra más. Los sindicatos de transporte haitianos quieren que la carga, desde la frontera, llegue en cabezotes haitianos que conducen choferes de ese país. Los empresarios haitianos que producen, o representan bienes que compiten con los dominicanos, quieren que estos lleguen por barco para así encarecer sus costos. Para complicar las cosas, políticos haitianos están en el negocio de la importación de productos dominicanos y a veces hay violencia contra la carga una vez entra al territorio haitiano.
Desde el punto de vista dominicano, existen exportadores que prefieren el contrabando, es decir la evasión de los aranceles haitianos, porque así son más competitivos con relación a importaciones que llegan por los muelles de Puerto Príncipe desde otros orígenes. Otros exportadores dominicanos, por el contrario, cumplen con todos los requisitos y exportan con certificados de agencias internacionales privadas y, además, cuentan con representantes distribuidores haitianos.
Una forma de evitar estos problemas es que productores dominicanos de pollos y huevos, por ejemplo, busquen socios haitianos y produzcan en Haití. Aunque lo más apropiado sería que, emulando lo que existe en Europa, Suramérica y México, las aduanas de los dos países fronterizos estén ubicadas en un solo lugar y la liquidación de la exportación y la importación se haga simultáneamente. De esta forma las aduanas dominicanas, interesadas en que queden registradas las exportaciones para que el exportador pague impuesto sobre la renta, pasarían su liquidación a la aduana haitiana, evitando así el contrabando. Algunas exportaciones dominicanas logran la exención del ITBIS pero luego no exportan, sino que venden en el mercado local. Una buena aduana fronteriza evitaría ese fraude. Recientemente los directores de aduanas de los dos países se reunieron, lo que constituye una buena noticia.
Existe, además, sobre todo el Dajabón y Tirolí, un mercado informal donde compradoras haitianas adquieren pequeños volúmenes para llevarlos a Haití. Eso es difícil de fiscalizar por parte de las aduanas haitianas. Exportaciones formales desde Dajabón cubren la demanda en el mercado del noreste haitiano y desde Elías Piña cubren el plateau central. Por Jimaní va la producción que ampara la demanda en Puerto Príncipe y el suroeste. Las carreteras del lado haitiano después de Dajabón y Elías Piña son muy buenas, no así los primeros kilómetros después de Jimaní.
La Unión Europea puede ayudar en el establecimiento de las aduanas binacionales. Por cierto, hasta 1941 eran los americanos quienes cobraban los aranceles en las aduanas fronterizas dominicanas y haitianas, para separar recursos y pagar las deudas externas de ambos países.
El día en que las aduanas fronterizas lleguen a ser tan eficientes como las de los puertos haitianos, no existiría razón para ordenar la absurda obligación de que la mercancía dominicana llegue por cabotaje en vez de por tierra. Desde Santo Domingo a Puerto Príncipe por tierra se requieren solo unas seis horas.