El mundo de las noticias y las opiniones tiene un nuevo espacio en Acento y pretendo, desde esta columna semanal, contribuir en la discusión de temas de interés general, partiendo siempre de la base de que debemos mejorar la calidad de nuestra democracia, lo que no es posible sin mejorar la educación de las personas.
La democracia se construye a partir del ejercicio de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones que establecen la Constitución y las leyes. Para ejercer los derechos y cumplir con las obligaciones de una manera efectiva, se requiere personas con conocimientos que sólo llegan a través de la educación. Por esa razón, a menor nivel educativo de la población, menos ejercicio efectivo de los derechos y las obligaciones y, en consecuencia, más deficiente será la democracia dominicana.
No estoy inventando nada, pues existen varios estudios que confirman lo señalado. Seymor Martin Lipset, en su obra El hombre político, señaló que la educación es una condición que determina o no la existencia de democracia en un país. En la misma obra ofrece estadísticas que demuestran que en las democracias europeas más estables, la tasa de alfabetización supera el 96%, mientras que en los países latinoamericanos más inestables , que no son otra cosa que dictaduras con ropaje de democracia, está rondando el 46%.
En otras palabras, no basta para ser un país democrático con tener una Constitución que organice el Estado y defina los derechos y obligaciones de las personas, con tener poderes ejecutivo, legislativo, judicial y municipal. Toda esa estructura será solo fachada si no contamos con personas instruidas en los que son sus derechos y obligaciones, educadas para ejercerlos con conciencia social. ¿De qué sirven los tribunales, si la mayoría no tiene acceso a los mismos? Y uno de los obstáculos más importantes que impiden el acceso a la justicia es la ignorancia.
La pobre educación ha permitido que se instale en nuestro país ese cáncer conocido como "clientelismo", que Rodrigo Borja define como el "estilo de hacer política que consiste en generar fidelidades y gratitudes en grupos de la población a cambio de favores que le dispensan u ofrecen los políticos". Esta práctica perniciosa se ha generalizado, alcanzando no sólo a los que nos gobiernan, sino también a los partidos de oposición, reduciendo las esperanzas de un cambio en la forma de hacer política.
Mi frase favorita hasta el año pasado era aquella que consigna que los problemas de la democracia se resuelven con más democracia. He aprendido que en nuestro país esa frase no aplica debido al déficit en la educación, por lo que ahora la he modificado para advertir que los problemas de la democracia se resuelven con más y mejor educación.