"Quiero morir siendo esclavo de los
principios, no de los hombres”
Emiliano Zapata
Los pueblos se rigen por los principios que se imponen las sociedades que son parte integrante de los mismos. Esos principios van a ser aquellos que la población, debidamente representada en los organismos llamados a ello, ha tomado como norma de existencia, base, origen, y razón fundamental de la propia existencia de la Nación y el Estado.
Con esta premisa, cabe preguntarse ¿cuales son los principios que al constituirse la República Dominicana como Nación, como pueblo, y finalmente como Estado, comenzaron a normar su existencia? Es como preguntarnos ¿para que estamos aquí?, ¿cuál es nuestra misión en este mundo? ¿de donde provenimos? ¿qué nos legaron nuestros ancestros?
No necesitamos ir muy lejos para satisfacer tales interrogantes. Indagando en los textos de algunos de nuestros historiadores, como José Gabriel García y Emilio Rodríguez Demorizi, hemos encontrado luz. Como Nación, nuestros principios se representan en el sentimiento de empatía y nacimiento en el mismo lar, de haber acometido juntos, todos los dominicanos, grandes empresas, y de seguir llevándolas a cabo en el porvenir. Nos distingue, no la raza ni nuestro idioma, sino lo que sentimos en nuestros corazones, ese sentimiento de pertenencia a un mismo pueblo; es aquel convencimiento de nuestra comunidad de ideas, de intereses, de recuerdos y de afectos similares. Compartimos como pueblo las mismas esperanzas, las mismas actitudes nacidas de las tradiciones.
Todo esto conforma nuestra nacionalidad que viene a ser una especie de personalidad producto de estas peculiaridades, aunque muchos de nuestros compatriotas se desvíen de aquellos fundamentos, olvidando los gérmenes de nuestra existencia legada por nuestros patricios y héroes independentistas y restauradores.
Pero existen unos principios que son los que rigen la existencia estatal de nuestro país dentro del concierto de naciones del mundo. En tal sentido, cuando iniciamos a hacer acopio de cuales son aquellos fundamentos, tenemos que comenzar necesariamente por el Manifiesto del 16 Enero de 1844, que se titulaba: “Manifestación de los Pueblos de la Parte Este de la Isla Antes Española o de Santo Domingo, Sobre las Causas de su Separación de la República Haitiana”. Este documento es producto de las ingentes labores que llevaban a cabo los trinitarios, que en ausencia de Juan Pablo Duarte lo hacían circular por toda la media isla, y por el cual corrían un gran peligro. La colección de leyes de la República dominicana comienza a integrarse con este Manifiesto.
Aunque Duarte se encontraba en su obligado exilio venezolano, entre Francisco del Rosario Sánchez, Matías Ramón Mella y Vicente Celestino Duarte se encargaron de dirigir las acciones de los Trinitarios. Estos se inspiraban en las enseñanzas y el ejemplo del Patricio, porque como dijera alguien, “La resistencia de un hombre de bien reanima muchas veces el valor de una nación oprimida”.
Se discute la redacción del documento, pues ha recogido la crónica histórica, que el mismo es de la autoría de Tomás Bobadilla y Briones, aunque se encuentran versiones sobre las personas de Francisco del Rosario Sánchez y Matías Ramón Mella, acerca de que los mismos, asistidos por Manuel Dolores Galván fueron los redactores del Manifiesto, el cual constituiría la norma jurídica y política que regiría la naciente nación hasta la promulgación y publicación de la primera Constitución, la de San Cristóbal del 6 de noviembre de 1844. Lo cierto es, que como basamento del importante escrito estaba presente la impronta de Duarte.
Los principios que se ponían de manifiesto en este primer documento normativo del Pueblo Dominicano comenzaban por establecer definitivamente y para siempre, la separación de la Nación Haitiana y de su tiranía, motivados a salir de la opresión sufrida por 22 largos años y, según reza el Manifiesto, “oyendo de todas partes los clamores de la patria”. De esto resultaría la constitución en Estado libre y soberano.
Se establecería en el Manifiesto como fundamentos primarios del naciente Estado, la libertad y soberanía; el sistema democrático; libertad de cultos; igualdad de derechos civiles y políticos; abolición de la esclavitud; protección a la religión católica; y la libertad de imprenta. Se establecía la división del Territorio de la República Dominicana en 4 provincias: Santo Domingo, Santiago o Cibao, Azua, y Seybo; cada una con representantes en el gobierno en proporción a su soberanía.
Termina el Manifiesto del 16 de enero de 1844 con el siguiente llamado:
¡Dominicanos a la unión! Se presenta el momento más oportuno. De Neyba a Samaná, y de Azua a Montecristi las opiniones son unánimes y no hay un solo dominicano que no grite con entusiasmo: “Separación, Dios, Patria y Libertad”.
Continuará……….