Por Vladimir D. Paulino

El joven de clase media baja que tiene que trabajar y estudiar y que no cuenta con un servicio doméstico para que le limpie, le planche, le cocine y le lave está en mucho mejor condición para enfrentar el mundo moderno que los “príncipes” de clase media, media alta y alta que tienen quien les arregle el cuarto, les haga el desayuno, les lave la ropa y les prepare el almuerzo.

Estos jóvenes humildes que aparte de tener que ganarse la vida y pagar sus estudios tienen que lavar y planchar su ropa, hacer su almuerzo, lavar los platos y tener su humilde casa limpia están en perfectas condiciones para ingresar al primer mundo industrializado donde tener un servicio doméstico es privilegio de los súper ricos.

Para cualquier mujer del primer mundo es un completo fastidio tratar con estos niños consentidos latinoamericanos que nunca han lavado un calcetín. Compartir un apartamento con semejantes personas puede ser caótico. No tienen noción de orden, no se dan cuenta como ensucian, a veces no saben ni siquiera como fregar bien. Cosas básicas en de la vida en países desarrollados.

Agrava este problema la concepción machista de muchas mujeres en nuestros países hispanoamericanos que no quieren ver a sus hijos con un delantal en la cocina, ni barriendo, ni limpiando, ni cuidando las flores del patio, todo lo cual, según la homofobia atávica de nuestras sociedades es relacionado, para algunas personas, con modos y formas de ser de hombres afeminados.

Se paga muy caro ser un príncipe latinoamericano. Alguien que no sabe de nada y que solo está esperando abrir el closet para sacar una camisa planchada; llegar para encontrar una comida servida; pararse de la mesa y ni siquiera recogerla ni saber lo que es fregar toda la loza sucia del almuerzo. Alguien así, aún sea cariñoso, respetuoso, fiel, resulta un fastidio para una mujer moderna en una sociedad desarrollada.

En nuestros países, erróneamente, se cree que preparar a los muchachos para la vida es pagarles sus estudios, sus universidades y maestrías, comprarles un automóvil y conseguirles un trabajo, y luego sobre urbanidad y vida hogareña NADA. Esto es un gran, y a veces fatal error.