Siempre se ha dicho que tenemos un gran privilegio. No solo desde 1492 por los piropos interesados del Gran Almirante que aunque ciertamente pudo haberse impresionado, tenía el interés de impresionar a su vez a los Reyes Católicos y a los que metieron su dinero en la empresa como los amigos judíos de Isabel, si recordamos a Luis de Santángel.

Ahora que empezamos a disfrutar algunos sistemas montañosos plenos de verdor, sobre todo en la zona norte, en la del este; en el sur y el oeste hubo verdores en la zona de San Juan, algo en la ruta sureña, pero también mucho desierto por la de El Cercado.

Sea por esto o por lo que sea, los valles nuestros, nuestras montañas, aún las pequeñas cordilleras como los Haitises en la región del Este, que según Diego Álvarez Chanca el primer científico que nos visitara en 1893 en su famosa Relación al Cabildo de Sevilla, era la que se llamaba Haití, no la oeste que al final se quedó con el nombre:

“Desde que llegamos a esta Española, por el comienzo de ella era tierra baja y muy llana, del conocimiento de la cual aún estaban todos dudosos si fuese la que es, porque aquella parte ni el Almirante ni los otros que con él vinieron habían visto, é aquesta isla como es grande es nombrada por provincias, ya esta parte que primero llegamos llaman Haytí, y luego a la otra provincia junta con esta llaman Xamaná, y a la otra Bohío, en la cual ahora estamos; así hay en ellas muchas provincias porque es gran cosa, según confirman los que la han visto por la costa de largo, dicen que habrá doscientas leguas.”

Cualquiera que salga en plan de disfrutar su tierra, de beber el agua de su ríos, de aspirar el aire puro de las serranías, ahora que tenemos buenas carreteras, antes de que la deterioren por el uso o por falta de mantenimiento, a gozar en sus playas humildes que no tienen nombres rimbombantes ni han sido ‘colonizadas’ por el turismo, podrá regresar a la ciudad o al pueblo donde viviera con una nueva sensación poética.

Dije bien: “Sensación poética”. Poesía es todo lo que consideramos hermoso o bello, o lo que despierte nuestra ternura o nuestra solidaridad. La poesía no es propiedad de los poetas, ellos sencillamente abusan de ella. La poseen bien si la musa se ofrece pero cuando no, la violan cuando quieren decir cosas sin ángel: Los violadores alcanzan su placer pero no reciben el amor de la cosa violada, por eso hay tantos delincuentes  actualmente que se creen poetas o que hacen poemas siendo solo asesinos de versos. 

Carlos Bousoño dijo una verdad magnífica: “En un día de mercado hay más poesía que en muchos poemas” (o algo, así, lo cito de memoria), pero es que como dijimos, la poesía es de todos, la famosa expresión de que de poetas y de locos, todos tenemos un poco, no es solo una aventura para rimar palabras, hay un trasunto de verdades.

Bien, nos hemos preguntado si los poetas dominicanos de ayer y de hoy se han preocupado por trasmitirnos esa belleza que encontramos desparramada por toda la porción de isla que nos toca. Para esta encuesta empecemos por lo que dijo alguien que era casi un oráculo en su tiempo

Según Pedro René Contín Aybar en la introducción de su “Antología Poética Dominicana”, en su primera edición de 1943:

“Entre nosotros el nacionalismo se inicia con las Fantasías Indígenas de José Joaquín  Pérez. Las poesías, evocando las costumbres de los indígenas del país, antes del Descubrimiento, están salpicadas de voces lucayas y guaraníes, para darles sabor.”… “No hay ningún movimiento dominicanista hasta la aparición de Las Criollas de Byron (Arturo Benito Pellerano Castro), que en cierto modo es continuado por la labor criollista de Rafael Damirón y de Tomás Morel y a ratos, por Rubén Suro”… “Viene después el Postumismo.”.

La audacia de nuestro crítico premier de la dictadura de Trujillo, en pleno año de dos acontecimientos, uno en el cual formó parte, que fue la edición de Los Cuadernos Dominicanos de Cultura, la reacción del régimen frente a La  Poesía Sorprendida,  no tiene nombre. No solo por lo que dice en total, sino por esas voces lucayas o guaraníes. ¡Paraguay qué cerca te puso Pedrito!. Sin embargo, nadie lo atacó ni lo ataca, se diría que todo el mundo lo aceptó de buenas maneras: Así ese modo irresponsable se ha escrito parte de nuestra historia.

Hay documentos que indican que no fue así: En su conferencia dictada en francés en París, sobre la poesía dominicana en 1923, Tomás Hernández Franco dijo que el poeta nacional era Armando Álvarez Piñeyro. Pero nadie le hizo caso.

Sin duda alguna, de acuerdo con Pedrito Contín, serían José Joaquín Pérez o Arturo Pellerano Castro. No nos vamos a meter en una polémica que no viene al caso, pero es que aunque podría ser así, a José Joaquín hay que agregarle su libro “La Industria Agrícola” un folleto poético de 1882, donde se prueba que no solo cantó a los indios en sus Fantasías, sino que describió el paisaje nacional desde el norte al sur. Recordando que desde casi en los años de la Independencia hubo decimeros ilustres de nuestro romanticismo como Félix María Del Monte, Nicolás Ureña de Mendoza, José María González, y otros como Manuel de Jesús de Peña y Reynoso, Manuel Rodríguez Objío, Juan Isidro Ortea y Virginia Elena Ortea. No entraré en detalles pero durante el modernismo en el siglo XIX hubo criollistas.

Lo más curioso de nuestro criollismo original es que la mayoría, por no decir la totalidad de los poetas nacieron en esta ciudad de Santo Domingo, salvo los casos de Peña y Reynoso y los Ortea.

Nosotros tenemos en carpeta una gran cantidad de poemas criollistas publicados desde antes del 1900 hasta el 1921 que es el de la proclama del postumismo y ciertamente, los primeros poetas son capitaleños: A ellos les impactó el paisaje y el paisanaje nacional, regularmente uno no canta lo que le rodea.

Escribimos este artículo para llamar la atención de nuestra actual tropa poética sobre su ceguera total frente a la belleza esplendente de su patria.

Encuentran que describir su tierra no es misión de ellos, están más interesados en otras cuestiones, pero nadie les pide que dejen esas cosas, solo insinuamos que el país está primero.

De Armando Álvarez Piñeyro (1874-1920), el poeta del cual presentamos estas muestras criollistas, no publicó libros en vida, sino que 40 años después de su muerte,  en 1960, se recogieron con el título de Siemprevivas. Pero de él poco o casi nada se sabe, que murió joven como Lorca, que era capitaleño y que  fue hermano de otro poeta citado como vedrinista por Zacarías Espinal: Julio A. Piñeyro.

Es posible que estos diez sonetos, alguno irregular, no sean la gran cosa, pero, el hecho de que Hernández Franco que no era persona dada a elogios baladíes dijera que merecía ser el Poeta Nacional, habiendo fallecido tres años antes, asombra que su nombre ni su poesía aparezcan en las analectas criollas: Ninguna de las antologías ni en libros de historia de nuestra literatura salvo la de Néstor Contín Aybar, pródigo en recoger escritores olvidados, y olvidables aunque solo publicaron algunas colaboraciones en revistas y periódicos, ofrece notas biográficas.

Como un regalo tardío del Día de los Padres ofrecemos a su país, estos sonetos escritos hace más de un siglo, simplemente para que veamos hasta dónde estaba equivocado Pedro René Contín Aybar y de qué manera hemos desconocido a los cantores del pueblo.   

Espero hacer más publicaciones de poemas criollistas de antes del postumismo. No empezamos con Arturo Pellerano Castro, el famoso Byron, porque él no fue el primero. Tampoco lo haremos con el que consideramos pionero desde el modernismo al postumismo, sino que ahora vamos a recordar a Armando Álvarez Piñeyro. Lo hacemos porque a principios de siglo, en 1903, publicó “Campesino de mi tierra” con sus primeros cinco sonetos y más tarde en 1911 con “Paisajes campestres” sus otros para completar la clásica decena, una cantidad no desdeñable si echamos una ojeada a la poesía nacional. Al tratarse de sonetos trataremos de no hacerlo en versos sino como si fuesen prosas, pero divididos los versos con una raya y las estrofas con dos.

Armando Álvarez Piñeyro

          Campesino de mi tierra: 

I

Son su orgullo: su negra y su bohío,/ su revólver, su potro y su machete,/

y forman su contento y su albedrío: / ser guapo, enamorado y buen jinete.//

Siempre tiene en concierto un desafío,/ y por celos quizás se compromete;/

juega un gallo en cercano caserío/ y su escasa fortuna,  en un tapete.//

Casi siempre trabaja en su conuco,/  y en la tarde, regresa a su tabuco/

entonando una copla en el sendero.// Pero, es su aspiración, la más vehemente:/ después de enamorado y de valiente, / llegar a mayoral de algún potrero.

            II

Y en un potro fogoso, bien montado, al través de la cálida maleza/ ir coleando la punta de ganado/ cuando la tarde a declinar empieza.//

Entonar ese ritmo acostumbrado/ para arrear el ganado con presteza,/ y aspirar el ambiente oxigenado/ de la agreste y feraz naturaleza.// Retornar al corral tras la vacada,/ que siguiendo la ruta señalada / adelanta sus huellas perezosas.// Y extasiado, arrebola sus sentidos/ entre un coro de múltiples bramidos/ y el extraño concierto de las cosas.

III

Esta es su aspiración, la más ansiada:/ casi todo su afán, todo su empeño:/

es tener su muñeca preparada/ a la tumba, al arado y el ordeño.//

Estar en pie desde la madrugada:/ largas horas robándolas al sueño,/

y ordeñar de un tirón a la vacada:/ siendo fuerte y fornido como un leño.//

Y después de cobrados sus jornales/ completar sus hermosos ideales /yendo al baile, el velorio y a la plena,// a cantar por lo humano y lo divino,// y al son del tiple, improvisar con tino/ la décima de amor a su morena.

IV

Y cuando estalla la marcial contienda:/ irse al monte a pelear por su caudillo;

merodear a su paso por la hacienda/ en el pueblo cercano y el hatillo.//

Exigir al criador, sin componenda,/ según credo, una vaca o un novillo;/ y pedir provisión en una tienda/ sin tener un centavo en el bolsillo.//

Mas, ser acometido en la pelea,/ y si el plomo en el aire se pasea,/ orgulloso mostrarse indiferente;// con ese ardor que en su mirar chispea,/ y ese rudo valor, de que alardea,/ como una cualidad sobresaliente.

V

Y después…. Galopar por la llanura/ saboreando su dulce independencia;/

sentirse fuerte y lleno de bravura,/ a solas con su Dios y su conciencia.//

Desafiar, sin pavor, la noche oscura;/ soportar la fatiga y la inclemencia/

y oprimir el ijar de la montura/ siempre en la actividad de su existencia.//

Domeñar la cerviz del fuerte toro;/ domar en ruda lid el potro recio,/ y acertar en el blanco sin desdoro.// Cruzar a nado el anchuroso río;/ sentir, ante el peligro, en desdén frío,/ y a la muerte mirarla con desprecio.

      

Paisajes campestres:

      Mañana

Jinete en mi fogosa cabalgadura/ avanzo en los potreros recién sembrados,/ gozando los aromas y la frescura/ de tierra removida por los arados.//

Hacia el límite opuesto de la llanura/ marchan los tardos bueyes acompañados/ del canto del arriero…Grata dulzura/ vierte la primavera sobre los prados.//  Flotan en el ambiente miles efluvios;/ a lo lejos destellan maizales rubios/ que aumentan del paisaje la regia gala.// Es la mañana hermosa para el idilio…/ Recordando las églogas de Virgilio/ mi vista echa de menos a “la zagala”.

Mediodía

Un sol relampagueante que reverbera./ Sentados a la sombra de las frondosas/ arcadas, escuchamos las melodiosas/ sonatas de las brisas en la palmera.// A lo lejos serpentea la carretera/ con escamas plateadas y luminosas/ a la mente sugiere sendas umbrosas/ en tupidos manglares de la ribera.//  El chirrido estridente de la cigarra/ mezclado a los acordes de la guitarra/ que el compañero rasga con blandos sones/ sólo turba el silencio…puebla los aires…// sueño de mi trigueña con los donaires/ al profundo quejido de los bordones.

Tarde

Ya la tarde se esfuma. Las perezosas/ vacadas se encaminan a los corrales./

Hay murmullos extraños de extrañas cosas,/ y zumban las abejas en los panales./ De las savias campestres y vigorosas/ emergen sus perfumes los vegetales;// y el arroyo murmura con las quejosas/ y monótonas voces de sus raudales.// Cerca, en la senda agreste, casi una niña/ que, con rústico traje su cuerpo aliña/ dejando mal cubiertas dos negras pomas,//  canta por intervalos…Su voz retiña…/ Van subiendo las sombras de la campiña/ y el sol, rojo, se hunde tras de las lomas.

Noche

Recostado en la hamaca con indolencia/ tras las rudas labores de la faena,/

en los cielos me finjo la trasparencia/ de los cálidos ojos de mi morena.//

Las estrellas destilan su refulgencia/ en la atmósfera tibia, clara y serena:/

de los campos aspiro la grata esencia/ y me digo, soñando: -”la vida es buena”.//  Mientras que en el reposo, de mi destino/ lo ignoto y reservado no lo adivino/ afuera, el perro ladra y el viento sopla./  Y hasta mi oído llega, desde el camino,// la voz aguardentosa de un campesino/ que, a la luz de la luna, canta una copla.

Madrugada

Mugidos de reclamos a sus becerros/ en la noche silente da la vacada./

Y en los cielos despunta tras de los cerros/ el hermoso lucero de la alborada.//

Los corrales resuenan con los cencerros;/ las gallinas despiertan con algarada;/ al lado de las cercas ladran los perros/ y se esquivan, medrosos, de una cornada.//  Se amamantan de prisa varios terneros/que a la naturaleza cobran sus fueros/ Y, su ardor no saciado, la sed abruma.//  Las pletóricas ubres cuelgan repletas/ y, a chorros continuados, en las cubetas/ rebosa por los bordes la blanca espuma.

Conclusión:

Como dijimos Armando Álvarez Piñeyro no es un poeta que debemos ignorar ni tampoco el poeta nacional que citó Hernández Franco, pero la muestra indica que los poetas dominicanos de principios del siglo pasado o finales del anterior, contrario a lo sostenido por Contín Aybar, con esta muestra solamente, (ya publicaremos muchas más como parte de mi próximo libro con el título provisional de “Criollismo en Santo Domingo desde fines del siglo XIX al postumismo”  con una gran cantidad de poemas y poetas),  que demuestra lo contrario.

La discusión si este poeta era solo un romántico tardío o un tempranero modernista, se deja al debate. Por ahora, sencillamente, leámoslo. Ningún poeta desea más premio que el de ser leído.