Observando el juicio a los imputados del caso Odebrecht escuché dentro de los argumentos para solicitar que no fueran enviados a la cárcel que ninguno representaban peligro de fuga porque tenían arraigo. Dentro de los arraigos mencionaban que tenían gran solvencia económica y empresas exitosas, por consiguiente ninguno podía escaparse del país y en esto sustentaban sus justificaciones para solicitar otra medida de coerción que no fuera la cárcel. Mirándolo de esta manera podría pensarse que los pobres son condenados, inclusive injustamente, porque no tienen arraigo, o sea, fortunas que eviten se vayan del país. Por eso les narraré una historia.
Hace muchos años me encontré con un joven del barrio Los Guandules que literalmente era un delincuente. Algo extraño llamaba mi atención de este joven y es que, a pasar de ser un delincuente confeso, me daba la impresión de ser alguien inofensivo y me atreví a conversar con él porque quería escuchar su historia.
Resulta que este joven era un estudiante de arquitectura en la UASD. Una noche que llegaba de la Universidad dos policías lo detuvieron en una de esas redadas que se inventan y mientras uno lo interrogaba el otro le colocó droga en la mochila. Por este hecho fue enviado por tres meses como medida de coerción a la cárcel de la Victoria, pero duró siete años presos.
Cuando pudo salir de la cárcel no consiguió que eliminaran su ficha y nadie le daba trabajo porque se le juntaron dos desgracias: estuvo preso y era de un barrio. Al final se reveló contra la sociedad. Muchos podrían decir que eso no es razón y que quien quiere luchar en la vida lo hace, pero no todos reaccionamos igual ante las injusticias. Casos como este ocurren a diario en este país, pero le suceden a personas que no tiene poder económico, político ni mediático que lo defienda, osea, arraigo.
Muchos argumentos se han esgrimido tratando de defender a los imputados y quiero hacer un paralelismo con esta historia. El arraigo de los ricos e imputados en este caso reside en su riqueza, y el arraigo de los pobres reside en su pobreza. Mientras los catorce imputados afirmaban no tener razones para huir poniendo como ejemplo sus pertenencias, la gente empobrecida no puede huir, no porque no quieran, sino porque no disponen de los medios materiales para hacerlo. Los pobres tienen más arraigo ellos sí es verdad que no se pueden ir del país. Ellos no tienen visa ni pasaporte, no tienen avión privado y ni siquiera pueden irse en yola, pero ellos sí pueden durar siete años presos por una injusticia.
Dicen los que defienden a los de Odebrecth que se les ha hecho un daño moral a gente honesta que lo único que han hecho es trabajar, y a este joven que lo único que aspiraba era a graduarse de arquitecto ¿también no destruyeron su honestidad? Si ellos son inocentes que lo demuestren en la justicia pues para eso tienen dinero y poder porque aquí a diario se cometen injusticias peores al condenar a gente sin ninguna prueba de nada, pero a estos, al menos, los han mencionado en un acto de corrupción y soborno. Dejemos que se defiendan ellos aunque el resultado es predecible porque esos catorce no viven en los Guandules, Gualey o Capotillo. Joder…