Antes, las películas del Oeste americano estaban en los cines por pipá, y la verdad hay que reconocer que ha sido y lo es aún, ya con mucha menor intensidad, un género portentoso, capaz de producir toda clase de historias imaginables, de las que mataban indios al por mayor y detalle, de los pioneros y conquistadores, de esforzados granjeros sembradores de maíz, de ganaderos que arreaban de reses por valles y montañas, de grandes y violentas pasiones amorosas, de aventureros buscadores de oro, de borrachines y jugadores, de robos a bancos y asaltos a diligencias… y mil temas más.

Pero las que siempre hemos cuestiona do por sus exageraciones y uso de clichés son las de pistoleros, de pistoleros puros y duros, esos señores que se dedicaban a ser malones de profesión y por divertimento. Por ejemplo ¿Por qué los malos siempre eran feos, o feísimos, tenían cicatrices en las caras y cutis grasientos, y los buenos eran buenos mozos, con cara amigable y peinada cabellera? ¿Es qué no se puede ser físicamente agraciado y a la vez malo? ¿Es qué no se puede ser bueno y también ser feo?

Otra cosa ¿por qué los pistoleros malos siempre están de vagos sentados en las galerías o apoyados en las barandillas, mascando y escupiendo tabaco, o con una ramita en las boca ¨ vitillando ¨ todo lo que pasa en la calle? ¿Y por qué los buenos llegan al pueblo en un carruaje llevando a la novia o a la mujer, a la que ayudan a bajar con cortesía de un salto tomándola por la cintura? ¿Es que los buenos no podían estar alguna vez haraganeando, y los malos empleados en algún establo o en un rancho?

Otro cliché más, cuando se peleaban en los famosos bares (siempre había un cantinero secando los vasos, una mujer de la vida y un pianista), los buenos, aunque recibieran docenas de puñetazos y silletazos nunca se despeinaban. ¿Es qué tenían un fijador tan bueno como el pegamento Coquí?

Había un actor en particular, Alan Ladd, muy famoso los 50´ y 60´ ( Raíces Profundas, su mejor película ) que mantenía su gran tupé rubio contra viento y marea en todos en los pleitos, sin alterarse el más mínimo cabello, pero los malos acababan desgarbados y desgreñados, como gallinas matadas a escobazos.

Y ni decir de los tiroteos, ahí buenos y malos tenían una excelente puntería, le daban a una moneda en el aire, o al ojo derecho de una hormiga a 400 metros de distancia. ¿Saben ustedes lo difícil que es acertar a 25 metros con una buena pistola, bien calibrada, apuntando calmado, con una o dos manos? Pregúntenle a un profesional de las armas o a un buen aficionado al tiro la blanco.

Pero los tiros, a los malos se le pegaban siempre en el corazón o en el estómago para que muriesen, y a los buenos, si es que alguna vez los herían, siempre les rozaban el brazo o le daban en el hombro, y en un par de días de vendarlos, ya estaban como si tal cosa, y además, si no habían médicos, se sacaban ellos mismos las balas con cuchillos al fuego, y hasta con los dientes ¡qué duros eran esos tipos!.

¿Y los milagros de los panes y los peces que hacían con las balas? si una pistola tenía un cargador de sólo seis plomos, los buenos podían disparar hasta veinticinco o treinta veces seguidas sin reponer, y ni digamos con los rifles, podían estar horas y horas disparando sin recargarlos. Por último, lo de los caballos. Hay un dicho muy coloquial que reza ¨ eres más lento que el caballo del malo ¨ y tiene mucho de razón ¿Se han fijado que el malo, al final de la película se escapa montado en su corcel, y el bueno, siempre, siempre, siempre, lo atrapa para tener la última pelea donde lo mata o lo lleva preso? ¿Es qué el malo no puede tener un mejor caballo, más rápido y más fuerte que el bueno y reírse del bueno hasta con la muela de atrás ?

¡Ah, esos guionistas del Oeste, cómo nos engañaban los muy pícaros! ¡Y cómo nos gustaba a nosotros dejarnos engañar! Todo hay que decirlo.