El reconocimiento del valor patrimonial de una cultura hecho por la UNESCO como parte de su esfuerzo por recuperar la memoria social, el patrimonio cultural y las identidades de los pueblos ha llegado incluso a lo individualmente representado, particular y microespacial: los patrimonios vivientes.

Estos patrimonios muchas veces ignorados, subestimados, vilipendiados por los estándares de valor de la sociedad, son esenciales en la recuperación de la memoria del grupo, y entes articuladores de procesos culturales, muchos de ellos diluidos en nuestra memoria que convierte en hegemónicos, los hechos sociales, olvidando a los individuos que son también parte de la historia, la sociedad y la cultura.

Las comunidades y los pueblos en sentido general conservan personajes, individuos y líderes sociales y comunitarios que han sido portadores de la tradición cultural de sus comunidades o simplemente fieles representantes y soportes de estas. Su presencia en ellas no es solo como individualidad, sino como expresión iconográfica de la totalidad convirtiéndose pues, en patrimonios vivientes.

Estos lugares deben ser bien señalizados, y orientados para los visitantes nacionales y extranjeros en los casos de los patrimonios ya declarados, cuyo diálogo sostuve con el musicólogo y antropólogo Edis Sánchez, al momento de realizar este artículo y me colaboró a partir de su experiencia en este tema

Su valor, aunque no muchas veces reconocido, es loable y valorada por la gente a quienes ha servido su vida, a la que ha dedicado su existencia y a lo que ha entregado sus esfuerzos y su tiempo. Estos patrimonios vivientes existen en muchos lugares y su reconocimiento es una expresión de respeto, admiración y valoración de su entrega y de su dedicación a las cosas que dan sentido y significación a los grupos que pertenecen y sus aportes son parte integral del conjunto de rasgos que caracterizan su destacada personalidad y entrega a la fisonomía cultural, social y espiritual de sus comunidades.

El reconocimiento, que no tiene implicaciones económicas o de erogación de dinero, es un esfuerzo por reproducir su conducta social como una expresión de buenas prácticas ciudadanas y comunitarias. Este esfuerzo logra también que los pueblos vuelvan la mirada hacia quienes su soledad no los implica en el bien colectivo, pero cuando una comunidad lo implica como parte de su corpus emocional, cultural y social, entonces lo valora como un patrimonio, que al ser individual y ser parte de la cotidianidad y la historia del grupo, se transforma en patrimonio viviente cuyo ejemplo de vida es proyectado como modelo social e icono cultural de las comunidades y pueblos en él representado.

Si bien el Ministerio de Cultura ha reconocido a numerosas personalidades y eventos, cuya lista es extensa, no menos cierto es que falta mucho por reconocer y con ello, hacer justicia al trabajo tesonero de dominicanos (as) que lo han dado todo por preservar nuestra identidad y patrimonio cultural y artístico.

Debe continuar el estado dominicano a través de sus instancias responsables de la aplicación de estas políticas públicas, de continuar la Lista, entre otras: el taller artesanal donde se hace El Festival de los Hermanos Guillén en Yamasá,  o el Lugar donde se realizaba el Festival de la Cultura Campesina del Dr. Cantizano, personalidades de todos los ámbitos y épocas del quehacer cultural, como Fradique Lizardo, a quien el Ministerio de Cultura le colocó una tarja donde vivió en los últimos años, eventos importantes para el desarrollo sostenible de nuestra cultura como el MIC (Congreso de Música e identidad en el Caribe) y a Juan Luís Guerra y el propio Rafael Solano, entre otros grandes de la música dominicana, el Festival de Sainaguá, por solo mencionar algunos casos a considerar.

El estado dominicano debe iniciar el reconocimiento a las personas, lugares y eventos de relevancia para la cultura dominicana y debe ser una actividad constante en el afán de que la memoria histórico-cultural de la nación permanezca y sirva de ejemplo para nuevos valores de la gestión pública y privada en la materia. Estos lugares deben ser bien señalizados, y orientados para los visitantes nacionales y extranjeros en los casos de los patrimonios ya declarados, cuyo diálogo sostuve con el musicólogo y antropólogo Edis Sánchez, al momento de realizar este artículo y me colaboró a partir de su experiencia en este tema.

Tenemos en nuestro país algunos de esos patrimonios vivientes y otros que deberían serlo y que deberían continuar ese inventario de personalidades que por su labor del lado de las mejoras causas sociales y culturales de sus comunidades, deberían ser incluidos en ese inventario que debe contar con la participación de las comunidades, munícipes, salas capitulares e investigadores que arrojen una lista amplia de esos personajes de gran significación en la historia y sus culturas comunitarias o locales.