Finalizando la Semana Santa, la Iglesia Católica tronó al dramatizar la situación por la que atraviesa el país.  En un discurso sorprendente, el Arzobispo de Santo Domingo  calificó como “una cultura de la muerte” a la odiosa prevalencia de la corrupción, la impunidad y la delincuencia.  Al ser tales flagelos los principales que, de acuerdo a las encuestas, acogotan y laceran a la población, nuestros partidos políticos están retados a responder de manera contundente y convincente.  ¿Podrán hacerlo?

Una percepción muy generalizada es que hoy día nuestros partidos están en el limbo, en “un mundo raro”, respecto a los problemas de la sociedad.  Los escándalos de Odebrecht y los Tucanos no parecen haberlos inmutados, pues solo han producido declaraciones vacuas al respecto.  A sus líderes no parece habérsele ocurrido un curso de acción que los involucre de lleno en la lucha contra la corrupción y la impunidad, el reclamo más perentorio que plantea un segmento importante de la sociedad.  Actúan como si eso no fuera parte de su agenda.       

De la boca de nuestros políticos solo emerge un vacío discurso en que se atribuyen superioridad para liderar la gobernanza del país.  Los de oposición se ocupan solo de culpar al partido gobernante de todos los males.  Y este último luce anquilosado y falto de una estrategia a seguir.  A ninguno de los líderes se les ve empeñándose en educarse sobre los principales asuntos públicos que afligen a la gente. Tampoco hacen propuestas de solución que sean parte de una visión general sobre la conducción del Estado y que pudieran representar una oferta electoral creíble.  Frente a una aguda necesidad de renovación, no hay un ejercicio de la política como debe ser.   En una palabra, estamos en una “España Boba”.

¿Cuál podría ser la estrategia actual de un líder nacional de uno de los partidos?  La respuesta es mejor que comience por los ejes principales de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas: la igualdad (buscando reducir las abismales desigualdades existentes en nuestro país en relación a la distribución de la riqueza y los ingresos) y la sostenibilidad ambiental (buscando la preservación de nuestros ecosistemas).  Estos objetivos están incorporados en nuestra Estrategia Nacional de Desarrollo (https://www.diariolibre.com/opinion/en-directo/desarrollo-inclusivo-y-sostenible-XK3837077 ), la cual indica que los mecanismos del mercado deben ser combinados con una eficaz labor del Estado para poder nivelar las oportunidades y obtener eficiencia con equidad.

Ante la situación actual del país, los partidos deben responder de manera convincente a los dos flagelos más acuciantes que percibe la población: 1) la corrupción, y 2) la inseguridad ciudadana.  Que el mayor clamor es por el fin de la impunidad lo atestigua el gran éxito de las marchas verdes.  Lo de la inseguridad es mayormente un fenómeno de las grandes urbes, pero son tantas las voces que reclaman una actuación contra el crimen que el fenómeno ha adquirido la categoría de angustia ciudadana.  De ahí que el líder en cuestión deba centrar su atención en desarrollar una propuesta creíble que, como primera prioridad, pueda vender a los electores.

En segundo plano prioritario estaría la creación de empleo, un reto que no se resuelve con la simple reasignación del gasto público.  Se necesita una estrategia de desarrollo económico que logre crear por lo menos 150,000 empleos dignos cada año para absorber a los nuevos entrantes a la población económicamente activa.  Lo más importante sería crear las condiciones  para que tanto la inversión nacional como extranjera haga metástasis en favor de nuestro aparato productivo.  Potenciar el desarrollo turístico y minero y encausar la agropecuaria frente a los desafíos del DR-CAFTA tendrían que figurar a la cabeza de las intervenciones. Y una legislación de incentivos que incluya un subsidio estatal para el primer empleo de jóvenes desempleados de menos de 25 años seria de rigor.

El tercer plano prioritario estaría constituido por  el conjunto de cuatro áreas de interés fundamental para las grandes mayorías de escasos recursos: 1) fin de los apagones y llevar la matriz energética a que un 50% de la electricidad producida provenga de fuentes renovables, 2) transporte barato en Santo Domingo y Santiago, 3) medicinas gratuitas y buen servicio médico en los hospitales, 4) vivienda barata y subsidiada en los bolsones  de pobreza de Santo Domingo y Santiago.  Estas prioridades se atenderían con los ahorros que puedan obtenerse del combate a la corrupción y con una buena reforma tributaria.

Pero el buen líder partidario también deberá entusiasmar a su militancia para que su partido se considere inclusivo.  La renovación de sus prácticas internas debe incluir al menos lo siguiente:  1) introducir límites de tiempo a las membresías en los máximos órganos ejecutivos (comités políticos); 2) introducir límites a las veces que alguien puede postularse a la Presidencia de la Republica; 3) introducir un límite de tres años a la presidencia del partido y nunca jamás; 4) primarias separadas en los partidos y 5) uso del padrón de la JCE en las primarias de los partidos; 6) transparencia total de las contribuciones a las campanas mediante la bancarización de las mismas y su publicación en un portal.  Estas medidas mantendrían a la militancia en efervescencia y estimularían el servicio público sin un desmedido afán de lucro.

Finalmente, el buen líder partidario debe comprometer a su partido a eliminar las muchas situaciones que irritan a la ciudadanía y que constituyen abusos de poder.  Las siguientes son las más lacerantes: 1) eliminar las yipetas lujosas de funcionarios (incluyendo al Presidente de la Republica) y cambiarlas por Sonatas N20 del 2010; 2) reducir a dos viceministros por ministerio; 3) reducir hemorragia de subdirectores en Bienes Nacionales e INESPRE y los 47 directores del Ministerio de Turismo; 4) estricto cumplimiento de disposición que obliga a devolver viáticos no gastados; 5) eliminar las exoneraciones de los legisladores; 6) eliminar el barrilito y el cofrecito; 7) reducir el número de generales en las FFAA a no más de 10 y de coroneles a 20; 8) reducir el número de vicecónsules en NY y los seis embajadores en Austria, 9) aplicar rigurosamente la Ley de Regulación Salarial, y 10) transparentar salario y beneficios del Administrador del Banreservas.

Naturalmente, los problemas del país son multifacéticos y talvez hasta no se pueda tener una solución para todo.  Pero si los partidos se esmeran en hacer su diagnóstico podrían centrarse en aquellos que son medulares y cuya solución puede repercutir en el mejoramiento de los demás.  En vez de querer abarcarlo todo en el discurso electoralista, talvez se puedan concentrar en cinco que sean los mas apremiantes y los de mayor consecuencia.  Pero los objetivos de disminuir las desigualdades sociales y de la sostenibilidad ambiental deben permear la selección.

La Iglesia Católica ha puesto el dedo sobre la llaga al decir que estamos inmersos en “una cultura de la muerte”.  Señaló solo a la corrupción y la inseguridad como los motivos principales.  Pero es evidente que nuestro país está inmerso en un pantanal de problemas mayúsculos que requieren cirugía mayor (http://somospueblo.com/maculas-del-pais-oriundo-de-la-noche-por-juan-llado/ ).  Lo que  no se puede ya tolerar es que los partidos sigan castigando a la sociedad con el látigo de la indiferencia.  Y talvez en esto la Iglesia pueda ayudar si acompaña a los partidos en su trajinar….