El ser humano es un ser social por excelencia, pero ello no significa que la convivencia civilizada sea connatural al mismo. Se necesitan reglas claras, e instrumentos para aplicarlas a todos por igual, así como para sancionar, también por igual, a quienes las incumplan. Una de las peores violaciones de la convivencia en sociedad es el irrespeto a los derechos de los demás, el primero de los cuales es sin duda el derecho a la vida. Cada vida que se pierde es una llamada de atención a la colectividad, pues se trata de la pérdida de lo más valioso con que cuenta cualquier grupo, del carácter que sea: cada miembro de una entidad social es como una parte del cuerpo de la misma. Por consiguiente, en un instinto natural de autoprotección, debe buscarse el cuidado de quienes forman parte de ese cuerpo: tanto si se trata de la propia familia, la Iglesia o una asociación, como de una empresa, un sindicato o un partido político, el principal activo de todos estos grupos de la sociedad son sus miembros, sin los cuales ninguna de sus funciones sería posible.
Ahora bien, centrándonos en el caso que nos atañe directamente, ¿cualquier persona, sin pedirle más requisitos, puede formar parte de una entidad política? Debemos reflexionar sobre cómo un partido que quiere representar lo mejor del corpus social ha de renovar las energías que impulsan a todo colectivo humano sano a superar sus deficiencias, que son consustanciales a la vida de cada grupo, pero no incorregibles ni insalvables. Apostemos pues, por una creciente exigencia de formación ética en nuestros miembros, y por una eficaz selección de personal, para dar respuesta a las demandas que legítimamente el país espera de sus partidos políticos, al igual que del resto de las organizaciones de la sociedad.
Por último, otra pregunta: ¿dónde obtener inspiración en momentos como los actuales? Las fuentes son, por así decir, casi inagotables, desde “la verdad os hará libres” de Jesucristo, como pauta de comportamiento esencial no sólo para el cristiano, sino también para toda persona que se precie de ser honesta, hasta una frase clásica de Don Juan Bosch, “vergüenza contra dinero”, pasando por la definición que daba el patricio Juan Pablo Duarte de la política como “la actividad más noble del ser humano”. En definitiva, si bien es cierto que la política es asimismo “el arte de lo posible”, claro está, dentro de los límites estrictos de la legalidad y la honradez, debe ser igualmente una invitación a dar siempre “la milla extra”, en defensa de los mejores ideales democráticos por los que tanto ha luchado la humanidad, desde todos los ámbitos y en todas las épocas. Nuestro país no es una excepción, pues muchos de los nuestros vivieron con la aspiración de construir una mejor patria para todos, más justa y libre. Les animo a trabajar por unos mayores niveles de equidad que nos den la satisfacción de haber contribuido al progreso de nuestro pueblo.