Offshore, paraísos fiscales, lavado de dinero, siempre han estado ahí. Artimañas del mucho dinero. Parte de un complejo laberinto por donde corren fortunas bien y mal ávidas intentando pasar desapercibidas disfrazándose de compañías. Tienen denominador común: santificar y proteger capitales. La mayoría logran su objetivo.
En estos días, se ha hecho salir del closet a incontables inquilinos de uno de esos santuarios financieros. “Los papeles de Panamá” dejan en cuero a blancos y cimarrones. Ruedan cabezas en países donde prevalece el respeto a la ley; un premier y un ministro han renunciado. Otros personajes aclaran el origen de su fortuna, mientras la mayoría espera en silencio a ver si pasa el vendaval. Algunos están tranquilos, pues no tienen nada que temer.
Pudo haberse investigado Andorra, Miami, Suiza, Republica dominicana, el Vaticano, o cualquier "londri" de este planeta. A mí, este escándalo no me interesa mucho; es cuento contado y terminará igual: pocas condenas, unos cuantos pagos al fisco, un par de políticos desacreditados. La mayoría seguirá echándose fresco al lado de sus expertos contables y abogados detergentes.
Entre nosotros, el lavado seguirá a toque de tambora, bailando pegao empresarios, constructoras, bancos, narcotraficantes, militares, funcionarios y ex funcionarios.
Quienes pertenecemos a la "Orden de los pendejos", fundada por el ilustre escritor e intelectual Venezolano Arturo Uslar Prieti, permanecemos escépticos y tranquilos, conscientes del poder y complicidad de la clase gobernante dominicana.
Pero, a pesar de llevar el carnet de “La Orden”, no he podido neutralizar mi rabia tributaria. Esa me sacude el pendejo de encima: el acoso de la "Dirección General de Impuestos sobre la Renta" ante cualquier mínima transacción financiera en nuestras vidas es humillante. Acude dispuesta a meternos presos, cerrarnos el negocito, quitarnos la finquita, o quedarse con el apartamentico de cien metros cuadrados. Un abuso que saca de casilla a cualquiera.
Como ciudadanos, debemos pagar impuestos, es un deber. El pago no es el problema. El destino de nuestros chelitos sí lo es: caen en manos de bandidos, campañas políticas, y descaradas malversaciones. Mucho va a engordar la “caja chica” del palacio. Como si fuera poco, echando vinagre a la herida, exoneran de la tributación a funcionarios corruptos. No tienen que someterse al fisco. Ni se les cobra, ni se molestan en investigarlos.
¡Tremenda humillación! Exprimen la cartera de la clase media para rellenársela a un grupo de privilegiados incondicionales de este gobierno. Encima de que roban, no cotizan. Eso es lo que llaman en mi pueblo un coge nalga familiar
Olvidémonos de "offshores", guerras frías y pugilatos imperiales, eso está fuera de nuestro alcance. Cambiemos las cosas aquí. Investiguemos “los papeles de la Dirección de Impuestos sobre la Renta”. Busquemos documentos con los que denunciar al detalle a evasores criollos. Dejar a las autoridades extranjeras el lio de Panamá.
Ocupémonos del desastre dominicano. Concentrémonos en limpiar esta casa demasiado sucia y manchada de morado. Es aquí donde necesitamos un grupo de periodistas “que se case con la gloria”.