Cuando las sociedades involucionan moralmente generan mecanismos de autodestrucción (entropía) que laceran sus posibilidades de desarrollo y expansión futura.

Esta entropía genera una nueva casta de palurdos que cohabitan con varios segmentos sociales de nuestro país.

Cuando otrora, los entes sociales señeros de los barrios lo constituían el maestro, el sacerdote de parroquia, el comandante de puesto y el comunitario más viejo; hoy día son el narcotraficante y el político corrupto-clientelar.

Esta infra-cultura clientelar ha conformado hogares desmembrados, donde el padre y la madre ya no son un referente para los hijos.

La envolvente social y económica empuja a los padres a ¨hacerse de la vista gorda¨ ante las inconductas de los hijos.

Es más, en muchos hogares dominicanos, estas inconductas son el sostén económico de estos.

Esta permisividad crea apetencias incontrolables de poseer lo material, en desdén de adquirir las barreras morales que toda sociedad necesita para su desarrollo sostenido e incluyente.

Lo anterior, ha creado una casta de palurdos divorciados del saber intuitivo y el conocimiento crítico avalado por la lectura comprensiva y el dominio del lenguaje.

El palurdo tiene poca educación o escasa formación cultural y no sabe comportarse con elegancia y buenos modales en público.

Además, cae fácilmente en las vorágines barriales donde predomina el dominio y control territorial. De ahí el surgimiento de las pandillas; estas son clústeres antisociales y altamente criminales.

Ante esta situación entrópica, nuestros políticos han adoptado una actitud MUY irresponsable, aupada por el motto de: O pagas O pegas.

Esta irresponsabilidad sibilina entraña  un secreto importante  que puede tener varios significados ocultos:

1-El control de estos jóvenes y padres abyectos para fines eminentemente proselitistas.

2-Conformar grupos de presión social con fines inconfesables.

3-Legitimar, los orígenes obscuros del político, mediante actos ficticios de redención social, donde abundan los repartos de electrodomésticos, pagos de funerales y hacerse de la vista gorda de la existencia y control de los puntos de droga para garantizar su movilidad en el barrio; el Capo de la cuadra se constituye en la salvaguarda de este político.

NOTA: esta situación es tan grave que estos Puntos de Droga, están reseñados en la plataforma digital de GOOGLE.

Sin embargo, el Palurdo no puede cargar con todo el estigma social que representa.

Su evolución viene desde la década de los ochenta, donde se originó el cambio del modelo educativo nacional. La cultura de la lectura, que es el pilar de sostén para poder desarrollar el entendimiento objetivo e incisivo del acontecer nacional, se echó por la borda, al país adoptar esquemas de enseñanza ¨globalizantes¨ y sepultar el sistema Hostosiano de  enseñanza básica completa, con sus escuelas normales. Estas escuelas, desarrollaban el conocimiento crítico y constructivo del alumno; inclusive, el bachiller graduado podía enseñar hasta el séptimo grado de primaria.

Lo anterior, se convirtió en la piedra angular de un nuevo paradigma social: El afán de Lucro y el fomento de una cultura libidinosa llena de permisividades lacerantes de la moral ciudadana.

En resumen: este palurdo de hoy, es el resultado de un desaguisado del ayer.

En artículos anteriores he insistido hasta la saciedad que ya es hora de reorientar nuestra filosofía educativa par lograr el maridaje entre lo tecnocrático y el rescate de los valores humanos e históricos de nuestra nación. No hacerlo, seria condenar a nuestro país a seguir creando Palurdos improductivos, en un ambiente parasitario y pueril