El presidente Danilo Medina manifestó recientemente que el Gobierno garantiza el respeto absoluto a la libertad de expresión y difusión del pensamiento como garantías democráticas de la ciudadanía. Sin embargo, lo que presenciamos ayer fue un abuso y un acto delictivo en detrimento de la independencia y libertad del ejercicio periodístico.

No sorprende que políticos oficialistas quieran callar las voces que claman por un país con más justicia y menos impunidad. No sorprende que mentes tan brillantes, aquellos genios que favorecen el retorno al régimen basado en sobrecitos amarillos, tengan la audacia de contratar a reconocidos delincuentes de algunos barrios de la capital a cambio de comida y ayuda financiera.

No sorprende que mientras docenas de políticos alcen sus voces para defender a Félix Bautista y destituir al procurador Domínguez Brito, ninguno ha alzado la voz para defender la libertad de expresión y el derecho de la prensa a ejercer su función sin amenazas ni violencia.

No sorprende porque lo mismo sucedió aquella vez frente a la Fundación Global, Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), encabeza por el ex presidente Leonel  Fernández, donde hombres encapuchados y  con palo en mano se atrevieron a agredir a jóvenes que se manifestaban pacíficamente.

No sorprende que la turba pagada para causar este acto de violencia le haya robado cámaras y otros equipos a periodistas, pues simplemente copian de las acciones de sus líderes.

Es indignante que en un país con todas las condiciones para desarrollarse, se use la política para empobrecer económicamente y moralmente, y no para resolver los principales problemas que enfrenta el país. Es aún más indignante que en un país donde niños se mueren diariamente en hospitales públicos por falta de oxígeno, los recursos que aportan los contribuyentes se usen para promover actos de violencia.

¿Qué tan bajo se puede llegar para justificar violencia contra personas que ejercen su derecho a protestar? ¿Qué tan bajo se puede llegar para justificar violencia contra la prensa? Si a esto le llamamos “civilización” entonces prefiero vivir en la selva.