“A pesar de usted

mañana ha de ser

otro día

yo quisiera saber

dónde se va a esconder

de esa enorme alegría”

Chico Buarque

Se puede ver en los medios de estos últimos días un notorio interés por encontrar explicaciones a los acuerdos políticos que han estado en primer plano. Que se quiera entender es un punto a destacar, pues en una democracia el logro de acuerdos o pactos políticos  debiera ser una situación normal, especialmente cuando se trata del surgimiento de nuevos proyectos políticos.

Ya he confesado antes mi predilección por la política comparada así que me entretuve buscando situaciones que ayuden a explicar lo que estamos viviendo.  Lo primero que releí fue el Bando No. 1 de la Junta Militar chilena de 1973, nada que ver. Nada que ver, tampoco, con el Pacto de Punto Fijo o con el Pacto de la Moncloa. No claudiqué y llevé mi curiosidad al oriente para pedirle una explicación a Pol Pot, pero tampoco.

Como la originalidad de lo pactado justificaba plenamente dedicarle aunque sea unos minutos más a la búsqueda repasé al viejo sabio (Sartori, por supuesto) con la esperanza de encontrar alguna reflexión que me ayudara a entender.  Nada. Ya lo dije: lo acordado tiene un nivel tal de originalidad que no resiste el método comparado de la Ciencia Política (aunque pensándolo bien quizás ayude recurrir a un espejo).

Pero no escribo desde la sorpresa como puede testificar cualquiera que haya leído estas palabras que publiqué en Acento el pasado 1 de abril: “Me atrevo a afirmar que la profundidad de la crisis tendrá una mayor exposición cuando, para salvar su ropa, veamos aliados a quienes hasta ahora en apariencia eran irreconciliables. Con esos arreglos y alianzas demostrarán que la “cultura política” alcanza para validar que de lo que se trata es de que el presupuesto alcanza para todos (¿no es eso lo que ocurrió en 1996?).”

Parece que llegó la hora de las biografías. Quién esté sorprendido deberá reconocer, antes de su sorpresa, su imprudente desconocimiento de la historia política dominicana reciente. Eso es especialmente grave para quienes ostentan o aspiran a cargos de responsabilidad.

El PLD ha tenido dos presidentes y los dos en algún momento han renunciado.  El primero justificó su renuncia al partido porque en “el PLD, la mayoría de sus miembros son pequeños burgueses, bajos pequeños burgueses y se han dado cuenta que en el partido hay gente que ha alcanzado posiciones, como senadores, como diputados, como síndicos, como regidores y entonces en el PLD eso ha provocado una corriente de aprovechados, de oportunistas. Buscadores de posiciones y de puestos públicos. Y esos han empezado a formar grupos y como yo no puedo formar grupos y como yo no puedo presidir un partido en el que haya grupos, decidí renunciar del PLD”.  Luego, el 20 de marzo de 1991, revocó su renuncia en un discurso que dirigió al país y la justificó “en los mensajes enviados por los 492 organismos que les solicitaron también pedir la renuncia a los miembros de Comité Central, lo que no hizo.” (E. Heiliger, Primicias No. 1098)

El segundo presidente peledeísta anunció el 19 de julio de 2005 que se abstendría “de inscribir su candidatura a la presidencia del PLD hasta tanto los organizadores del Congreso corrijan las denunciadas irregularidades cometidas en el proceso para elegir los miembros del comité central.” En ambos casos quienes provocaron las renuncias o la abstención, fueron los mismos.  Entonces, ¿qué hay de nuevo?

Tampoco puede ser comparado ni remotamente el “pacto multipartidario” con la Concertación chilena. El origen de la Concertación es también muy distinto a ese otro ‘pacto’ local.

Uno de los mitos creados respecto a la Concertación es la idea de que estaban ‘todos’. Obviamente no estaban los partidarios de la dictadura y faltaba el Partido Comunista que fue siempre un consecuente opositor y luchador anti dictatorial. Su participación no fue aceptada y el PC nunca mostró mucho interés en participar.

El proceso comenzó en febrero de 1988 con la “Concertación de partidos por el NO” de la que recuerdo su creación en mi pueblo.  Participamos creo que cinco personas de las cuales dos habían sido francos partidarios del Golpe de Estado de 1973 y esa fue su marca: unir a quienes habían tenido posiciones antagónicas respecto del quiebre democrático e institucional para vencer a la dictadura en el plebiscito convocado para octubre de ese año. Nada más.

Luego del triunfo del NO en octubre de 1988 se anunció la “Concertación de partidos por la democracia”, se avanzó en el diseño de un proyecto político democrático y sus bases programáticas en Enero de 1989, todavía en plena dictadura. Importante destacar que las ofertas de cargos o ventajas no las podía hacer ninguno de los participantes en el acuerdo. Pinochet seguía al mando del Estado y seguía matando.

Otra cosa que debe ser destacada -pues ha sido motivo de algunas propuestas y de notables equivocaciones- es que el candidato no fue designado hasta concluido el proceso unitario que llevó más de un año de acciones conjuntas en difíciles condiciones. Ningún partido llegó a concertarse con candidato presidencial propio o para apoyar uno ajeno. Creo que en eso estuvo una buena parte del éxito de la Concertación.  De lo contrario la unidad se hubiese fácilmente confundido con la necesidad de apoyo de alguno de los pre-candidatos.

La Concertación chilena, enfrentada a una dictadura, conformada por partidos que habían sido parte de una oposición muy dividida, resolvió en forma más que aceptable el tema de su candidato presidencial: un académico, fundador del Partido Demócrata Cristiano, ex diputado y ex presidente del Senado.