Cuando escribieron la historia de la Tercera República de la nación dominicana, a la diáspora residente en los Estados Unidos no se le guardó el debido lugar que le correspondía. Pero cuando finalmente se escriba la historia de la Cuarta República, tendrá que destinarse un extenso capítulo, único y exclusivamente para resaltar las luchas sociales que se llevaron a cabo en las urbes de New York, Providence, Paterson y porque no, Miami. Esas que, contrapuestas a las del pueblo dominicano, también ayudaron a forjar los órdenes económicos, sociales y políticos de la República Dominicana de hoy.
Saliendo de New York.
Aparte de los episodios delictivos de décadas atrás y los facinerosos que aun insisten en darle un mal nombre a nuestra gente, al dominicano se le conoce por ser una comunidad trabajadora y “echá pa’lante”. Una que da la frente a lo posible y la espalda a lo que empaña.
Como la mayoría de los inmigrantes, los dominicanos llegaron a Estados Unidos en busca de una mejor vida. Y dado que la ciudad de Nueva York es la primera parada para muchos dominicanos, la alta densidad de la ciudad prontamente les motiva a buscar otros destinos.
En busca de lo posible, muchos partieron de New York, por el mismo puente que lleva el nombre de su comunidad. El George Washington Bridge, que une a los barrios de Manhattan con los de Fort Lee, New Jersey facilitó la curiosa llegada a la vecina comunidad de Hackensack, New Jersey, luego de cruzar el puente. Más adelante, los nuestros llegaron a Paterson y las localidades aledañas, con sus bodegas, salones, negocios de tintorería y quincallería. Allí en el Estado de “jardines” de New Jersey, han hecho vida los dominicanos, desde hace más de tres-cuarto de siglo. En especial en el barrio de Lake View.
Una de otras concentraciones que bien guarda las características de la experiencia comunitaria de Washington Heights, lo es Providence, donde llegamos a mediados de los 1980, como migrantes, desde otros Estados. Allí marcaron su territorio los nuestros, alrededor de las Calles Broad, Cranston y la Avenida Elmwood. Con negocios, servicios, centros de encuentro, esparcimientos y de comida. Ahí nació el “Heights” de Rhode Island.
El beisbol profesional hizo de conocimiento público, que los dominicanos son parte importante del Estado de Massachusetts. Y en especial, sus comunidades en los barrios de Boston. Pasando de una primera gran concentración de Jamaica Plain a los aledaños de Dorchester, Roslindale, South Boston y Charlestown. Pero desde inicio de siglo, Lawrence se ha definido como territorio dominicano.
Hacia el sur o el norte. Depende de dónde vienes.
Hubo otra migración desde los Estados del norte en los años 80, ésta en rumbo sur, la cual coincidió con otra que venía hacia el norte desde República Dominicana. Ambas se encontrarían en el Estado de la Florida.
Aunque desde los años 70 ya había dominicanos en la ciudad de Miami, éramos tan pocos que al encontrarnos e identificarnos, nos convertíamos en familia. Eso recuerdo de mi niñez. Ser confundido con cubanos y puertorriqueños. Pocos sabían dónde quedaba nuestra isla. Pero al encontrar alguien de allá, de inmediato esa persona se convertía en parte del nuevo linaje inmigrante.
En ese periodo antes de la migración del norte y de la Patria, mi familia vivió en las cercanías de “La Pequeña Habana”, al llegar. Pero cuando comenzaron a llegar los nuestros, con fe y ganas de lograr el sueño americano, lo hicieron alojándose en el céntrico sector de la Ciudad de Miami llamado Allapattah (se pronuncia A-LA-PA-TA). (Nombre de origen Seminole, indígenas de la Florida, que significa caimán).
Allí montamos negocios de servicios, establecimientos de comida, una que otra agencia de viaje y envíos, como también clubes de baile, bodegas, salones y barberías.
El parque más importante y grande del sector oficialmente lleva el nombre de Juan Pablo Duarte, donde además están los bustos de nuestros Padres de la Patria. También en Allapattah están los cimientos de nuestra fe, en una iglesia que pide levantarse como homenaje a la Basílica de Higüey.
Así como en todas las otras comunidades donde hemos hecho patria en casa ajena, Allapattah también estuvo compuesta por otras comunidades que habían llegado antes que nosotros. En el caso de ella, fue durante mucho tiempo predominantemente blanca, hasta finales de la década de 1950. Y a partir de los 60, los cubanos la habían hecho suya.
Lo que para muchos es conocido aun hoy como el barrio de los dominicanos, a pesar de que ya hemos migrado a otras comunidades y sectores, fue posiblemente la cúspide económica y cultural de ese sector. Esos 12 kilómetros cuadrados de territorio es donde empezó la dominicanidad en el extranjero más cercano a mí. La que debo conocer a fondo y la cual todo dominicano que vive en el sur de la Florida debe saber. Ese es nuestro “Heights”. Una historia como las tantas otras, que deben ser escritas. Para saber de dónde vinimos aun sin haber vivido allí.
Mi Heights.
Cito estas comunidades, más como motivación a que aquellos que vivan en o cerca de ellas, opten por conocer sus historias. Desde quienes fundaron las comunidades, hasta como y porque llegamos ahí. Saber por qué cuando estás ahí, te sientes más cerca de la Patria, a pesar de la distancia. Como dominicanos en el exterior, es nuestra responsabilidad conocer la historia de la nación que nos vio nacer o con la que nos identificamos. Pero es más loable aprenderte la historia de la comunidad dominicana donde vives. Porque el no saber de dónde vienes, impedirá por siempre el saber a dónde vas.
En mi caso, el no vivir en ella o el que la visite poco, no cambia el hecho de que yo, como todo otro dominicano en el sur de la Florida, soy de Allapattah. Y es por ello por lo que, debo conocer más sobre los detalles de ella. Contarles a mis adolescentes sobre su historia, su gente y su comunidad. Porque cuando finalmente se escriba la historia de la Cuarta República, tendrá que destinarse un extenso capítulo, único y exclusivamente para resaltar con énfasis, las luchas sociales que se llevaron a cabo en las urbes de New York, Providence, Paterson y porque no, Miami. Esas que, contrapuestas a las del pueblo dominicano, también ayudaron a forjar los órdenes económicos, sociales y políticos de la República Dominicana de hoy.
Hay decenas de otras ciudades y comunidades en Estados Unidos, donde llegamos sin clase social y sin necesidad de echar vaina. Hablando el mismo idioma y todos con un mismo sueño. A diferentes ciudades que cedieron sus barrios para que en ellos lográramos construir los otros “Heights”. Comunidades que con el tiempo se han extendido más allá de las calles de Broadway y de San Nicolás del nuevo Ámsterdam, hasta la 17 avenida del noroeste el Sur de la Florida, donde el sueñito de “In The Heights”, aún vive. Ya sea en las pantallas de Hollywood, en carne propia, en las iniciativas de aquellos que aun luchan por ella o simplemente en un artículo.
Gracias Lin-Manuel Miranda, por la lección.