“Ni la sociedad, ni el hombre, ni ninguna otra cosa deben sobrepasar para ser buenos los límites establecidos por la naturaleza”- Hipócrates.

Muchos de los problemas actuales del mundo, y especialmente los que se verifican en el influyente segmento de los países de relativo rezago económico y social, ameritan, sin lugar a dudas, de un compromiso firme y de buena voluntad no solo de parte de los gobiernos, sino también de las organizaciones genuinamente representativas de los distintos grupos de interés de esas naciones.

En el siglo en curso encontramos varios notables esfuerzos en este sentido: primero, la llamada Declaración del Milenio (2000-2015) y el programa de acción de la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014, DEDS, UNESCO).

Estas “buenas intenciones globales” de desarrollo cosecharon considerables progresos respecto a los ocho objetivos planteados. La primera incluía como ámbitos temáticos la reducción de la pobreza y el hambre, enseñanza primaria universal, igualdad de género, mortalidad infantil, salud materna, enfermedades y epidemias, medio ambiente y asociación mundial para el desarrollo. Acontecimientos mundiales, como las guerras en diversos países de África del Norte y Medio Oriente, los bruscos cambios políticos internos que siempre afectan la continuidad de las políticas públicas y los compromisos transnacionales de los Estados, y la crisis financiera mundial, imprimieron un carácter irregular y marcadamente diferenciado a los adelantos comprobados, al margen de los pobres resultados obtenidos en una masa crítica de países en desarrollo donde se esperaba fueran mejores.

La realidad es que la velocidad de acumulación de los problemas económicos, sociales, financieros y ambientales parece superar la capacidad de los mandos políticos del mundo en desarrollo para superarlos o mitigarlos de manera efectiva.

Por ejemplo, además del crecimiento del número de hambrientos y desempleados, del fortalecimiento de la criminalidad global con sus nuevas e innovadoras modalidades de actuación, de los graves problemas estructurales de la agricultura y alimentación, de la contaminación ambiental y degradación de sistemas ecológicos vitales, de los grandes rezagos en materia de nutrición, salud y educación, hoy alcanza dimensiones realmente catastróficas el problema de los desplazamientos humanos por causa de la permanente carencia de oportunidades y las fatídicas guerras en Oriente Medio y el Norte de África.

Siria, país donde los Estados Unidos y sus aliados, como en otras naciones, apoyaron soterradamente los primeros brotes de la llamada “Primavera Árabe”, cuenta hoy con más de 4 millones de refugiados, mientras que, en el interior del país, un total de 12.2 millones de personas continúan reclamando asistencia humanitaria, incluyendo 7.6 millones de desplazados internos, esto, sin contar los millones que todavía permanecen como reos en los territorios ocupados por los terroristas, sometidos a todo tipo de indescriptibles sufrimientos.

Por otro lado, y sin desmedro del interés de las Naciones Unidas de aportar y motivar una contribución real conjunta a la solución de los problemas comunes, la concentración de la riqueza en muy pocas manos sigue su curso, agudizando aún más los desafíos del siglo y generando otros nuevos. De acuerdo con la ONG internacional OXFAM, ocho personas poseen la misma riqueza que los 3.600 millones de personas que constituyen la mitad más pobre de la humanidad, mientras que 1 de cada 10 personas en el mundo sobrevive con menos de 2 dólares al día.

Así, mientras Bill Gates, Amancio Ortega, Warren Buffett, Carlos Slim, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Larry Ellison y Michael Bloomberg miran al mundo desde una colina sobrecargada de lujos inexpresables y abundancias desmedidas, sin dejar de reconocer que algunos de estos megamagnates son generosos filántropos, la mitad más pobre de la humanidad se apiña en las estrechas laderas de esa imaginaria colina saturada de inenarrables necesidades e inhumanas condiciones de vida.

En 2015 tuvimos una buena noticia, una esperanza más que se concretó en un formidable plan voluntario mundial, esbozado y lanzado al mundo nueva vez por las Naciones Unidas. Una nueva propuesta, llamada ahora Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS, o Agenda 2030), que supera con mucho la iniciativa del 2000 (Objetivos de Desarrollo del Milenio) pero manteniendo inevitablemente algunas prioridades viejas, tales como la erradicación de la pobreza, la salud, la educación, la seguridad alimentaria y la nutrición.

Se trata ahora de una propuesta bien articulada, coherente y objetivamente enfocada, en la que los nuevos objetivos (17) y metas (169) están profundamente interrelacionados y vinculados por numerosos elementos transversales.

El Gobierno dominicano, ha demostrado la mayor responsabilidad en relación con los compromisos que emanan de la Agenda 2030, iniciando con la emisión de los decretos núm. 23-16 y núm. 23-17 (que modifica al primero), los cuales definen y precisan la estructura organizativa para el cumplimiento del magno compromiso global.

La unidad funcional central es la Comisión Interinstitucional de Alto Nivel Político para el Desarrollo Sostenible (CNDS), integrada por trece ministerios y otras importantes instancias gubernamentales, incluida una representación equilibrada de la sociedad civil y sector empresarial. 

Justo es reconocer que el MEPyD ha colocado la iniciativa al nivel de los avances logrados en los países de vanguardia de la región. En efecto, asumió con mucha diligencia y eficacia su rol coordinador y articulador, integró formalmente la Comisión, redactó el anteproyecto de reglamento interno, organizó y celebró la tercera plenaria de la Comisión (21 de junio), procedió a la contratación de una consultoría para la elaboración de una estrategia de comunicación para la CNDS, formuló las funciones y productos de la Coordinación Técnica y de Investigación para apoyar a la CNDS y, finalmente, conformó las subcomisiones que ya iniciaron la preparación de sus respectivos planes de trabajo.

Tanto el entusiasmo técnico y profesional como la determinación de avanzar primaron en la Tercera Plenaria. No es sorprendente entonces que el país se haya comprometido a presentar su primer informe voluntario en 2018, lo cual habla de la seriedad con que el liderazgo de la nación asume el compromiso.