Con (Pseudolibro), León Félix Batista (1964) vuelve a entregar un poemario de intachable factura, una propuesta incluso más audaz que la de los demás títulos que integran su formidable obra. Batista es un ave rara en el mundillo literario dominicano. Mientras los poetas de Santo Domingo se empantanan mayoritariamente en el neorromanticismo más acendrado, Batista apuesta por una dicción entreverada y lúdica que no pocos han querido vincular al llamado neobarroco. Aceptada o no la valencia de esta etiqueta, hay que convenir en el hecho de que Batista es actualmente el poeta dominicano más conocido en Latinoamérica. Un vistazo a las principales antologías, revistas y suplementos literarios de Argentina, Colombia, Brasil y México dan la medida del nombre que este poeta dicharachero se ha labrado sin alharacas entre sus pares del continente.

(Pseudolibro) obtuvo el prestigioso Premio de Poesía de la Universidad Central del Este y se publicó en 2008 bajo el sello de la mencionada institución. A pesar de la vengüencilla del epílogo de Odalís G. Pérez, (Pseudolibro) es un libro impecable. Los textos que lo integran exhiben la estética de Batista en su más agudo esplendor.

Siempre me ha sorprendido la perfecta continuidad de su obra. Desde El oscuro semejante (1989) y Negro eterno (1997), pasando por el monumental Vicio (1999), Burdel Nirvana (2001) y Mosaico fluido (2006), la poética literaria de Batista se decanta por una artesanía en la cual la palabra más que sugerir, se volatiliza hasta dejar apenas el indicio de su escapada: "yo digo lo que deja la pulpa de los signos". Interesantemente, ese resto se convierte en materia de especulaciones y teorías que hacen que el conjunto rezume densidad: "lo mismo que los días estas líneas se repiten, no dicen nunca nada ni se abstienen de existir". No faltan las líneas de sentido a la que Batista nos tiene ya habituados: el erotismo, el exceso, el cuerpo y la palabra en ruinas, los juegos de lenguaje; todo en número preciso y a punto de estallar.