El “orgullo dominicano” es una estupidez y los nuevos patriotas una oleada de animales imbéciles
Uno siente orgullo por sus logros, por aquello por lo que ha luchado, por aquello por lo que se ha esforzado, por aquello cuya realización fue posible, al menos en parte, debido a las acciones propias. Uno se enorgullece del éxito de su empresa, de graduarse del colegio o de la universidad; uno se enorgullece de los hijos a quienes crio y educó, uno se enorgullece de poder brindarle a su familia lo necesario, fruto del trabajo diario. Uno se enorgullece de las cosas por las cuales uno se fajó. El que se haya fajado y haya pasado trabajo para poder nacer en República Dominicana, que pare de leer aquí, porque esto no aplica para usted.
Enorgullecerse de su país per se, de un país que usted NO independizó, un país cuyas playas no son producto de su esfuerzo, como tampoco lo son sus montañas, ni sus ríos (al contrario, usted es probablemente uno de los causantes de su deterioro), un país con una cultura de corrupción que desborda los poros de todos los que pisamos esta tierra, ya sea porque es un político o funcionario que “llegó en chancleta y salió en jeepeta” o un simple conductor que sobornó exitosamente a un AMET para que no le pusiera una multa ni le llevara el vehículo… enorgullecerse de un país cuyo pueblo permite que saqueen su media isla, robándole todos los recursos habidos y por haber, es una soberana estupidez.
¿Qué es la cultura dominicana y qué motivo de ORGULLO nos ofrece? A ver… Somos hospitalarios. Extremadamente hospitalarios: le hemos dado la bienvenida a miles de criminales deportados sin demasiados miramientos, a criminales internacionales que se alojan en nuestros pueblos costeros sin despertar las sospechas de nadie… Después, cuando aparecen un par de extranjeros muertos, nadie sabe qué fue lo que pasó.
Somos un paraíso, sí, especialmente para los narcotraficantes, que tienen aliados en nuestro querido y respetado gobierno, al menos hasta que Estados Unidos apriete un poco y haya que entregarles en bandeja de plata uno que otro capo.
Nuestra gastronomía es buenísima, aunque en mi experiencia, comer es algo que se disfruta en todas partes del mundo, y aquí hay más restaurantes de comida internacional que de comida típica.
¿Nos enorgullecemos de nuestra música? Nuestros ritmos criollos son bellos, la vaina es que la generación actual tiene que luchar cada vez más por poder expresarse libremente, sin ningún sentido de calidad, melodía o esfuerzo lírico con respecto a su deseo de degradar a las mujeres, su necesidad de violencia y de enseñar el “cash” a como dé lugar… obra que ofrece un bonito contraste con los merengues que hablan en contra del régimen, de la lucha que pasan los campesinos para echar adelante, o del romance sencillo y humilde entre una pareja de enamorados… Se oye más “La Chapa que Vibra” que “Marola”, ¿me explico?
Nuestros recursos naturales…nuestras playas y montañas, que estaban ahí desde antes de llegar Colón, o sea, que no tuvimos mucho que ver con eso. Tenerlas es más suerte que otra cosa. Nuestras reservas naturales, esas mismas que el gobierno no respeta lo suficiente para proteger como debería, para evitar que nosotros (¡los patriotas!) entremos a cazar, a ensuciar, a cortar árboles o provocar incendios… ¿de eso nos enorgullecemos? ¿O nos enorgullecemos de nuestra democracia? Nuestro gobierno democrático que tiene feliz a todo el pueblo con su transparencia, su buen uso de recursos del Estado, erigiéndose como un proveedor confiable de salud, educación, seguridad y orden para todos. Ese gobierno elegido por nosotros (es decir, lo único en lo que sí hemos tenido un poco de responsabilidad como ente colectivo), el que nos roba en nuestras narices, nos sube los impuestos para llenar el hoyo de sus robos, el que nos hace quedar como ridículos internacionalmente con un equipo de “diplomáticos” que ni siquiera se presentan en el país al cual están asignados (saludos, César Medina y comparsa). ¿Nos debemos enorgullecer de la seguridad de nuestras calles? ¿Del alto nivel de educación que se le brinda a todos los dominicanos? ¿De la calidad de nuestros servicios de salud? ¿De nuestra Iglesia, tan “respetuosa” de los límites entre la Fábula y Estado; tan respetuosa de quienes piensan de forma diferente; tan posesiva de depravados como el ex-nuncio, por nombrar solo un caso? ¿Exactamente DE QUÉ hay que enorgullecerse?
No hay que enorgullecerse por la sencilla razón de que uno es dominicano por CASUALIDAD. Uno no tuvo ningún tipo de poder de decisión, ni tuvo que hacer ningún esfuerzo para nacer de este lado de la isla. Fue una casualidad. Fue suerte. El destino o como usted quiera llamarle lo mandó a nacer aquí. Esfuércese por hacer lo que usted pueda para MEJORAR esto, si ha decidido quedarse, pero venir a “defender la patria de los invasores haitianos”, esos que construyeron su casa, esos que cortaron la caña para producir el azúcar que usted usó para endulzar el café de esta mañana, esos que recolectaron el café para poder tostarlo y molerlo y que usted se lo beba, ESO es una estupidez.
Si a los dominicanos que han emigrado ilegalmente a los Estados Unidos, a España, o a cualquier otra parte del mundo donde estamos regados y sin papeles, los trataran como tratamos nosotros a los haitianos, nos sentiríamos indignados, atacados y mil cosas más (mataron a Monkey Black y todos nos acordamos de la cobertura que se le dio a eso). Si los haitianos han cruzado en grandes cantidades a este lado de la isla no ha sido a lo loco. Ha sido porque SABEN que aquí los ponen a trabajar, y aunque los tratemos como una mierda, quieren trabajar. Los dominicanos que los traen (los dueños de ingenios, los ingenieros y constructores, empresarios, etc.), esos que no les quieren pagar, y el día de pago llaman a inmigración para que vengan con la camiona a llevárselos sin averiguar (en el mejor de los casos), y que en el peor de los casos llaman a un amigo policía o militar para que los acribille sin más, porque saben que mañana habrá un grupo nuevo de obreros dispuestos a probar suerte. O las haitianas que piden en los semáforos, con un bebé que quizá ni de ella es, a la que violan regularmente, y que el dinero que pide no es para ella, sino para el que la trajo (Slumdog Millionaire versión R.D.)
Usted nació de este lado de la isla POR CASUALIDAD, igual que los haitianos nacieron allá POR CASUALIDAD, y pudo haber sido al revés. Una regularización real, y civilizada de la frontera, sin espacio para empresarios corruptos que quieran traer haitianos de contrabando para que le trabajen más barato, o gratis, es algo de lo que todos nos beneficiaríamos. Tratar a toda una raza como si fuera una PLAGA solo porque usted se cansó de beneficiarse de ellos, porque de repente están pidiendo derechos HUMANOS de ese país al que han entregado su trabajo, porque piden que no se les trate como animales… tratarlos de esa forma nos hace animales a nosotros. Y creer que de esta forma somos patriotas, nos hace imbéciles. En resumen, animales imbéciles.
Este país necesita que lo defendamos. Totalmente de acuerdo con eso. Pero no de los haitianos. Este país hay que defenderlo de los dominicanos de mierda que ocupan posiciones influyentes, que se comen vivo al país y le dejan los huesos a la población. Hay que defender a la República Dominicana, pero hay que comenzar desde adentro. De nada sirve que tu pareja te proteja en la calle de peligros potenciales si te está haciendo puré a golpes diariamente en tu propia casa. De nada sirve volverse locos con los haitianos, que de mucho que nos han servido, cuando los que realmente somos una amenaza al país somos nosotros mismos, que optamos por la comodidad individual antes que por el bien común. Que seguimos votando por quien nos brinde un pote y un pica pollo (o un buen puesto o contrato), sin importar el daño que vaya a hacer desde su puesto.
Yo personalmente, antes que ser dominicana, soy humana, igual que los haitianos, que los estadounidenses, igual que los mexicanos, los españoles, los chinos, los vietnamitas, igual que los tailandeses, los egipcios… Cuando dejemos de juzgar a la gente por cosas involuntarias (empezando por su raza) y nos fijemos más en su humanidad, y en la nuestra, quizá cambie algo. Cuando tomemos responsabilidad por nuestro rol en las cosas que de verdad son importantes (como la elección de un gobierno competente, el orden en nuestras calles, el respeto a las leyes, el civismo, entre otras cosas), en lugar de dejarnos llenar las orejas y las cabezas con la propaganda racista que publican la mayoría de los medios de comunicación locales, puede que las cosas tomen un giro.