Paul Krugman ha escrito un libro bastante duro. Lo duro (pensaríamos en la metáfora de la roca), tiene que ver con su sintaxis, axioma de lo que dice sobre continuos problemas económicos norteamericanos. En el ahora, lo que tenemos en cuenta, entre otras cosas, es la manera en la que está escrito. Como sabemos, no tiene que ver con una disección a la manera de Toffler sobre “las grandes oleadas”. Si en algo podemos entender los postulados de Krugman es en esa comprensión que parecería que estuviera anclada en la explicación econométrica de ciertas coyunturas.

En el caso de Toffler, no podemos encontrar similitudes con lo propuesto por Tom Peters en sus análisis en la revista Forbes, mucho menos con el historiador de los eventos de Sillicon Valley, George Gilder. A su manera, –una celebrada manera–, nos parece que Gilder ha hecho un trabajo mayúsculo en términos históricos. De todas maneras, en Krugman hallamos eso que decíamos recientemente: el libro fue escrito en “acero”, lo mismo que ocurrió con Keynes. El que se detiene ante el libro de Krugman se pone frente a un fresco de Capilla Sixtina, para decirlo de alguna manera. En el caso de Gilder tenemos varias cosas que decir ahora.

De manera magistral, Gilder lograr historiar períodos bastante largos de esa construcción de Sillicon, y trae a colación las infidencias políticas que estuvieron atadas a algunas coyunturas que tenían que ver con decisiones tomadas en el escritorio de los comandantes en jefe. La iniciativa privada es tan fuerte en esto que el modelo económico perpetuó un entorno de desarrollo que posibilitó las grandes empresas que hoy todos conocemos. La invención y el desarrollo del microchip –que se la debemos a Andy Groove, Geoffrey Dummer y Robert Noyce, sin los que no tendríamos nada de Internet ni computadores–, es algo que queda bien expresado en Gilder que, con suma diligencia, también se ha encargado de darnos a conocer toda la sucesión entre procesos de expansión del proyecto de la web y los nuevos mecanismos de producción en los procesos tecnológicos.

Hoy tenemos a varios empresarios que continúan con el recorrido que veíamos antes sobre los llamados “hombres preclaros” como Adam Smith, quien vio hace ya muchos años la mano invisible de la economía (el libro se publica en el lejano 1776). “La mano de Smith” tiene un claro axioma en el desarrollismo y en la perpetua misión de hombres de empresas que buscan, no sin dificultades políticas, intuir nuevos sistemas para la evolución tecnológica y económica. Según ve Gilder en esos días, el resultado tiene que ver con esa mano invisible, pero más que todo con todo en el “aparato gnoseológico” que implantaron estos hombres de negocios, algo que sí podemos ver en Tom Peters y sus celebrados artículos de final de página (escritos en la última página), de la revista Forbes a inicios de la década de los 90’s.

Por esos años, en esta revista también escribía Thomas Sowell (Hoover Institution), sobre teoría social, y también la inolvidable pluma de Andy Kessler, el Downsizer, una columna donde este articulista se embarcaba en asuntos que tenían que ver con el desarrollo del portafolio de grandes grupos económicos. La impronta de Kessler fue revolucionaria entonces porque era una visión muy leída en los centros de pensamiento, así como en los inversionistas que hicieron de Wall Street una “nueva muralla” para el desarrollo económico y la distribución de la riqueza de grandes emporios tecnológicos. En el caso de Peters, el análisis como se sabe era más administrativo, pero en el caso de Kessler éste se iba a la materia prima de la bolsa: las inversiones. Para aquella época, fueron esas las inversiones que terminaron dándole a Nasdaq la figura que tiene hoy, el mercado tecnológico más grande, a la par que dio estructura a una ebulliciente avalancha redistributiva de los recursos de las grandes empresas de la World Wide Web. Años después, estos procesos fueron cronometrados por Kessler en su libro: How We Got Here: A Sillicon Valley and Wall Street Primer (A History of Technology and Markets). En estos días, Kessler escribe para el Wall Street Journal la columna Inside View.

Pero algo más: es interesante destacar el papel de Joshua Levine que por aquella época también escribía en la Forbes cuando estaba la ASAP, lo que implicaba tener a mano un enfoque sobre el marketing en la época, arrastrado a visualizar una economía que, como la vio hace mucho Milton Friedman, tenía que ver con la maximización de utilidades de las compañías y la reducción de costes, como decía Friedman al analizar la crisis de Petróleo de 1973. Este análisis, entre otros, tenía que ver con todo el desbarajuste de los precios debido a los costes, lo que en el caso norteamericano condujo a una entrega gubernamental para controlarlos, así como lo intentaron los países árabes para maximizar ganancias. Todo este análisis, repito, tenía que ver con la revista dirigida por Steve Forbes, Editor-in-Chief, pero tenía consecuencias determinada en los policy makers de la época.

En esos años de los 90’s, recuerdo que los artículos de Kessler eran siempre innovadores y tenían que analizar la función de las empresas en el diseño de políticas que tenían que ver con la atracción de nuevos capitales de numerosos inversionistas de otras ramas, lo que nos abre al debate de la gran diversidad con que mueve Nasdaq y cómo se estructura el índice industrial Dow Jones. Para mí, Kessler era muy arriesgado en sus conceptos, toda vez que toda inversión implica un riesgo que el enseña, desde su cátedra en la revista, para que sean reducidos. Más tarde, tuvimos en Estados Unidos a gobiernos que tuvieron que enfrentar la crisis de las subprime. Como podemos ver ahora, el análisis de estos articulistas conducirían a nuevas fórmulas para solucionar el problema de la burbuja financiera creada en el mercado inmobiliario. Me acuerdo como hoy haber visto toda la explicación de Greenspan en la televisión cuando tuvo que ir al Congreso.

Como muchos saben, en el caso del libro de Krugman este logró convertirse en un hito del pensamiento económico moderno, pues solo hay que ver su estructura para entender lo que el autor se proponía. Los planteamientos econométricos que vemos en Keynes, en su Teoría General, son una expresión primera de esto que vemos en Krugman, muchos años después. Su visión profunda de la economía, también se refiere al comercio internacional en sus múltiples trabajos, le valió al articulista del New York Times, nada más y nada menos que el Premio Nobel de Economía.

De manera sintética, podemos decir que Krugman lleva el historicismo de las últimas décadas a los principios que la Teoría General de Keynes, ampliaba a inicios de siglo (1936 es cuando se publica la Teoría).  En el caso de Krugmam este tenía el modelo de una economía que se expresaba en sistemas de desarrollo que tenían que ser visualizados desde una política económica activa como ente regulador del equilibrio general en tiempos de paz.