Julián se pone a llorar mientras los demás compañeros lo observan en el aula. La maestra le dice que no llore que se ve feo. El le dice que su mamá no le puso el pantalón que el quería. Se queja y llora mientras la maestra le dice que no tiene que llorar por eso, que deje de llorar y simplemente le diga a su mamá que le ponga el pantalón que el quiere otro día. Minimiza lo que siente el niño, lo ignora y sigue su actividad con el grupo. Esto no lo ayuda a sentirse mejor ni a dejar de llorar.
Lamentablemente es muy frecuente escuchar a padres y educadores decir a los niños que se ponen feos cuando lloran, reprimiendo la emoción y buscando a toda costa que no expresen su tristeza, frustración o enfado. A los adultos les molesta y les cuesta manejarse frente al llanto de un niño por lo que recurren al rechazo, a ignorarlo o incluso a burlarse ante estas situaciones. El mensaje que se envía es que llorar es malo, llevándolos a reprimir y manejar de manera inadecuada sus emociones.
En otras ocasiones se escucha a adultos decir a los niños que por eso no tiene que llorar o usar la típica frase “eso no es nada”. Incluso hasta le dicen que le van a pegar o a quitar algo para que lloren “de verdad”. La amenaza y agresividad pueden tener consecuencias negativas en su desarrollo. No podrá reconocer sus emociones, recurrirá a la violencia frente las situaciones que se presenten. Otras veces se les dice a los varones que los niños no lloran o que cuando lloran son como niñas, enviando un mensaje equivocado que promueve la desigualdad de género. Llorar no tiene sexo masculino ni femenino.
El llanto es una forma de comunicación. Cuando el niño es muy pequeño no puede comunicarse con palabras o frases y muchas veces llama nuestra atención, expresa lo que desea o lo que siente a través del llanto. Necesita ser escuchado y atendido, no ignorado.
Todos hemos llorado por distintos motivos. Nadie nos enseña a sonreír o a llorar. Son emociones y respuestas naturales, saludables y necesarias. A través del llanto pedimos y recibimos ayuda. Sin embrago, no nos damos ni le damos el permiso a los niños de llorar. Nos da miedo. Queremos que estén siempre contentos y alegres, pero esto no es realista. Las emociones son respuestas inconscientes necesarias que nos informan cuando algo no va bien o si va bien. Lo importante es tomar consciencia de las propias emociones y de las de los demás para poder regularlas (Bisquerra).
Hay distintos tipos de llanto. Puede ser causado por un dolor, por temor, frustración o por el deseo de algo que no se obtiene. La respuesta del adulto frente al llanto es fundamental. Si es por dolor, debe responder con interés por su bienestar y con cuidado. Si es por demanda, debe mantenerse firme sin dejar de reconocer como se siente el niño. Nadie puede decir a otro como debe sentirse ante una situación. Es importante preguntar por qué llora, validar y ayudarlo a partir de ahí.
La tristeza, como todas las emociones, debe ser validada y no reprimida. El niño necesita ayuda del adulto para identificar y poner nombre a lo que siente. Si es respetado y comprendido podrá luego respetar y comprender a otros. Comprenderlo no significa permitirle que use el llanto para conseguir cosas ni justificar un comportamiento inadecuado por el hecho de sentirse triste, sino de escucharlo y darle herramientas para manejar de manera adecuada sus emociones.
Dejemos de usar frases y canciones que impidan la expresión de emociones de manera saludable. Aceptemos nuestras emociones y las de los demás. Escuchemos más y demos confianza a nuestros niños para que se comuniquen y tomen buenas decisiones sin dejarse llevar por la impulsividad. No los abandonemos cuando lloran. Aprovechemos los momentos de llanto para estar ahí y enseñarles habilidades importantes para la vida.