Así como el mundo ha ido pasando por un proceso de globalización, el consumismo, “la necesidad” de siempre tener algo que comprar,  ha aumentado de forma relevante. Ahora, el hecho de gastar dinero, muchas veces sin necesidad, es parte del mundo en el que nos estamos desarrollando.

Conjuntamente con esto, se está desarrollando una nueva forma en la educación en casa y hasta en los colegios. A esta la he denominado como “educando con recompensas” y ha despertado en mí una serie de preguntas para las cuales aún no logro encontrar respuestas.

Por ejemplo, me he detenido a observar tanto en persona como a través de las redes sociales, que a los niños de hoy en día los están acostumbrando a premiarlos por lo mínimo que logren, ya sea en el colegio, en clases extra curriculares o en cualquier otra actividad. Frente a esta modalidad, yo me pregunto ¿desde cuándo los deberes de los niños se premian?

Desde mi punto de vista, esta actitud es  un poco alarmante pues los niños están creciendo con conceptos errados acerca de sus obligaciones y responsabilidades y con la idea de que todo debe ser recompensado. Por ejemplo, si su niño obtuvo buenas calificaciones, debería bastar  con  expresarle mensajes positivos y de alegría tales como “¡Qué bueno que te fue tan bien en este mes, sigue esforzándote y llegarás muy lejos!” o “Estoy feliz de que te hayas aplicado tanto este mes y que tus notas hayan sido tan altas”. De lo contrario, crecerá entendiendo que por cada logro obtendrá alguna recompensa, y entonces ¿qué pasará cuando sea adulto y vea que en sus trabajos no le darán ningún tipo de recompensa?

Cuando los niños se acostumbran a que por cada cosa que hagan se les dé algo a cambio, se le está quitando el valor a lo que están haciendo, ya que solamente se esforzarán para ganar el premio y no realmente para mejorar y aprender. Ahora bien, esto no significa que nunca se les den regalos o reconocimientos, lo que quiero recalcar es el hecho de que se haga constantemente por cada cosa que logren. Es importante  que crezcan aprendiendo de cada proceso por el que les toque pasar en su vida, que aprendan cuando no les salga algo bien, de las equivocaciones. Es ahí donde radica el verdadero aprendizaje, el que los preparará y les servirá para su vida de adulto.