La visión actual de los estudios sobre los africanos esclavizados está tomando en cuenta las microhistorias. Esta última se entiende como la revisión documentada de aquellos fenómenos del pasado que en otras circunstancias pasarían inadvertidos, pero que, en definitiva, muestran con claridad cómo eran los sujetos sociales en sus contextos específicos. El modo de proceder ya no es la visión global (poder, instituciones, grandes procesos) sino lo diminuto, las pequeñas vidas, las biografías relacionadas con el contexto en el que se dan. Para usar una expresión, la “otra historia” (F. Moya Pons).
Igualmente, estas microhistorias pueden tratarse desde diversos enfoques analíticos o discursivos. Por ejemplo, un acto notarial de la época colonial, que tiene valor en la medida en que muestra unas prácticas de la época, puede tratarse desde un enfoque legislativo, racial o de género, según lo establezca el interés del estudioso del pasado. Ello no impide de ningún modo otras visiones, sino que presenta una manera particular de reconstruir la memoria histórica de los sujetos y su cotidianidad.
Pondré dos casos para ilustrar lo anterior. Como sistema la esclavitud es bastante compleja, cargada de normativas y leyes para su eficientización puesto que la razón última o primera es utilizar el cuerpo esclavizado para generar un producto mercantilizable. Pero este fin último partió de un proyecto mercantil en el que el cuerpo esclavizado tenía un valor, era un producto comercializable que bien generaba riquezas para el esclavista y, por distintas razones, dejaba también ganancias para algunos sujetos esclavizados bien sea ya en el marco de la ley o fuera de la misma. Esta es una razón por la cual tenemos el fenómeno de los “morenos libres”, los “libres de color”, “los blancos de la tierra”, los “negros horros” o “negros libres”. Distintos vocablos para llamar, en distintos lugares, a los antiguos esclavizados que habían obtenido su libertad, por lo que pasaban a un nuevo estatus social.
En el nuevo estatus obtenido por algunos antiguos esclavos, a parte del reconocimiento de su condición legal, estaba la posibilidad de tener entre sus bienes a otros “negros” como esclavos. Dos muestras referidas en el texto de Oilda Hevia Lanier titulado Prácticas Religiosas de los negros en la colonia (Instituto de Historia de Cuba, 2010).
Primer caso:
“Morena horra Elena Arteaga, en 1587 realiza un testamento y coloca como posesiones lo siguiente:
Yten declaro que yo y mi marido, Niculás Her(nández), tenemos los bienes siguientes: Primeramente dos esclavas, la una nombrada Ynés y Ysabel, engola.
Yten, las casas y solar donde vivimos (y) un chinchorro para pescar.
Yten, tenemos muchas baratijas” (p. 21s).
Segundo caso:
“Gertrudis Veitía, Morena libre, de nación carabalí, sin sucesión y propietaria al momento de su muerte de una casa, dos esclavas y pequeñas deudas a su favor, quien dice en su testamento: Declaro que la morena María Soledad me ha asistido y me está asistiendo en mi enfermedad y dolencias, alimentándome y gastando para ello cuanto ocurre de su peculio y teniéndome ahora a su abrigo en su casa por lo que quiero y mando con preferencia se cobre y se le pague cuanto gastase” (p. 55).
Desde una perspectiva de género y racial se nota la importancia de estas dos mujeres que acceden al sistema legal vigente para la época. En el primer caso, del siglo XVI, quien va a morir es propietaria de bienes distintos a los del matrimonio puesto que el esposo e hijo heredan según su criterio, acción legitimada por las leyes del momento. En el segundo no hay familiares cercanos y la señora deja sus bienes a quien ha gastado en su cuido durante la enfermedad, probablemente esta era una forma de manumisión que garantizaba una retribución por un servicio de servidumbre de negro a negro (Siglo XIX), distinto a los prestados por las venduteras en la sociedad colonial de Santo Domingo que regularmente vendían para sus amos blancos o servían a amos blancos.
En el primer caso (1587) el sistema esclavista ya permitía desde muy temprano espacios de conquistas de libertad y reconocimiento para la mujer negra. Estos espacios se amplían hacia el siglo XIX, las sociedades van creciendo y demandando nuevas actitudes hacia la esclavitud.