La frase es del célebre “anti poeta” chileno Nicanor Parra: “la derecha ama al país, pero odia a gran parte de los que viven en él”.

En la República Dominicana, la extrema derecha y  ultra derecha han asumido un discurso ultra  nacionalista, conservador y reaccionario,  sencillamente vergonzante,  desde mucho antes de la fatal sentencia 168 -13, y de que en el Congreso Nacional y ante la opinión pública se discutiera  una Constitución que condiciona derechos fundamentales,  no  solo en el tema de la nacionalidad, sino en otros, como por ejemplo, los derechos sexuales y reproductivos.

En la ocasión sonaron las voces de los “líderes” de ultra derecha, como Miguel Vargas Maldonado, Reinaldo Pared Pérez, los “Vinchos” y los cabecillas del reformismo, y otros   de la derecha, enquistados en el  Partido de la Liberación Dominicana, pero menos conservadores que su Secretario General, defendiendo las peores posiciones, amparados en la sombrilla del Cardenal López Rodríguez.

“En lo político, la derecha representa el lado vergonzante. Los derechistas más consumados reniegan que se les cite con ese calificativo. Ninguno evidencia eso  en su retórica, ni admite en la práctica  ser de la derecha”, escribió recientemente  Rafael Peralta Romero, quien agrega que el ideal de izquierda consiste en abolir la desigualdad.

La reacción reflejo de los “nacionalistas” ante la sentencia de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) que condena al país por las discriminaciones que sufren dominicanos por ser descendientes de haitianos, es otra expresión de odio ante esa porción de la población, divide a la Nación entre quienes pretenden profundizar las desigualdades y los que abogan por una sociedad de justicia, equidad e igualdad.

Pero el odio de los “nacionalistas” no se limita a los dominicanos de origen haitiano, sino a todo aquel o aquella que disienta de ellos, así como a todos los marginados. Aman tanto al país, que lo conducen a hacer el ridículo en el escenario mundial, a la vez que promueven la apatridia. Sus posiciones afectan “de carambola” a descendientes de otras nacionalidades, árabes y españoles por ejemplo, pero contra estos no puede haber ensañamiento, porque son blancos,  “finos y de cabello bueno”,  como diría cualquier racista vulgar.

En el balance de opiniones en contra de la violación institucionalizada de los derechos humanos,  sobresalen las de los sectores de izquierda y progresistas, como por ejemplo esta declaración de la Alianza por la Democracia: “La raíz de esta situación reside en que la nueva derecha dominicana expresa su extremismo adjurando  de los derechos humanos, a partir de postulados de corte xenófobos  y racistas que esconden bajo el manto de un populismo seudo nacionalista. Esta derecha ha ganado terreno al interior  del partido de gobierno y del gobierno mismo.  El abandono de principios originales y la involución ideológica del PLD no le permiten a su gobierno abordar la cuestión de los dominicanos de origen haitiano desde una perspectiva de derechos humanos”.

La organización que dirige el doctor Max Puig  afirma  que las acciones desarrolladas por la franja política más conservadora del país, con la anuencia del gobierno, representan un grave retroceso institucional y una amenaza  real para el sistema democrático.

En contraste con la posición de la APD amparada en el humanismo revolucionario y socialista, como corresponde a una organización de izquierda, un grupo muy reducido de izquierdistas, que militan en entidades  aliadas al PLD,   apoyan el despojo de la nacionalidad y repiten los mismos argumentos vacíos sobre la CIDH.

Uno de ellos  calificó  como “extranjeros” a personas que son tan dominicanos como él, olvidando, quizás sin proponérselo,  que la nacionalidad,   al margen de cualquier conjetura constitucional, es también un sentimiento.

¿Anti haitianismo, racismo, xenofobia? Nada de eso en el caso de estos señores de izquierda. Simplemente desgaste de la identidad política e ideológica,  al influjo de una alianza mal entendida y peor practicada con el PLD, en esta época de grandes confusiones.

En esos afanes,  se espera que   no se cumpla la frase, rebosante  de ironía, también de Nicanor Parra: “la izquierda y la derecha unidas, jamás serán vencidas”.