Durante los años de gobierno del doctor Joaquín Balaguer, los muertos iban a votar a las elecciones. Sí, puede que parezca mentira, pero no lo es. Los fallecidos que no eran declarados como tales, ante la Junta Central Electoral seguían “vivos” legalmente, hecho que aprovechaban los dirigentes políticos para que la gente indocumentada diera su voto usurpando una identidad póstuma, logrando así el éxito en los comicios con fraudes electorales.

En aquellos gobiernos los muertos eran periodistas, dirigentes estudiantiles, intelectuales tachados de comunistas, “traidores” a la patria y todo aquel que no comulgara con la ideología de Balaguer y su “Banda colorá”.

Pero los muertos de los últimos gobiernos también gritan en silencio, no por el robo de identidad más allá de la tumba, sino por la falta de respeto a su memoria y por el dolor de su familia.

Los muertos del Estado gritan en silencio y claman a una Justicia miope que se ve empañada con jueces que sostienen una balanza inclinada hacia el poder y los intereses partidarios.

Los muertos gritan en silencio en medio de la impunidad y la corrupción que azota todos los estamentos de nuestro país.

En estos gobiernos, los funcionarios se insultan, la emprenden a sillazos, balazos, asesinan… muy capaces después de alegar extorsión o chantaje a su propio verdugo, como si eso justificara el crimen, pero la víctima no puede defenderse porque su silencio descansa en el fondo de una fosa.

Adolescentes asesinadas con saña, monaguillos violados y luego ultimados, mujeres que pierden la vida a manos de sus parejas…

Larga lista de muertos que no pueden dejar de gritar culpando a pedófilos escondidos tras una sotana, a criminales encubiertos por directores de instituciones del gobierno o a ciertos elementos de cuerpos castrenses con más testosterona que cerebro; y mientras tanto, nuestro presidente no parece afectado por la larga lista de barbaridades que se comenten durante su mandato, y hay incluso quien justifica su mutismo, asumiendo que es de inteligentes saber administrar los silencios. Bonita cita literaria, pero no para el representante de una nación a la deriva.

El Estado, indolente, no parece tener oídos para escuchar los muertos que gritan en silencio.