Empezaremos con el peor o mejor dicho con el más triste: en el banco de Reservas, un banco que presumo del estado, un seguridad que además es oficial de policía estuvo a punto de golpear (con intención y sadismo) a un señor de sesenta y tantos años, por demás está mencionar que lo llamo viejo de mierda. El señor es mi papa (tanto que habla de mí y yo nunca les cuento nada de él). El seguridad no lo golpeo porque me metí, más tarde el empujón lo lleve yo. Pero el personaje importante no es el seguridad sino el funcionario del banco que estaba ahí cuando eso pasó. (Cuidado querido amigo porque este es el cuarto párrafo, rayuela nos marcó a todos)
Amigos lectores, lectores no amigos y amigos no lectores; los he extrañado, me alegro que la benevolencia de Shenlong pudo más que la ira de su colega Gucumatz, espero que, como ya se ha hecho tradición, sobrevivamos también a este nuevo año. Después de estas fruslerías romanticonas que tanto se disfrutan en esta época, me permitirán volver a diluirles el pesimismo del que se me acusa.
Les propongo lo siguiente; qué tal si volvemos a olvidar la literatura como hecho consumado y nos tornamos en los deliciosos personajes que suelen ser el germen de toda gran obra. Mejor aún destinemos nuestro tiempo a un análisis del año en que el mundo acabo, de nuevo, solo basándonos en su último mes. Apelare al poder tiránico que me regalan este cuarto de monologo.
Hay dos hechos memorables este diciembre que pasaron desapercibidos (pasaron desapercibidos porque ustedes, los que realmente importan, no estuvieron presentes). Estos hechos vienen estigmatizados por los personajes de los que hablamos al principio (al principio de este ensayo y al principio de este conversar infinito en el ensayo llamado la protagonista ausente). Creo, y deben creer junto conmigo, que valdrá la pena relatarlos y analizarlos.
Como les decía, el funcionario en cuestión es uno de esos personajes que no son aceptados en la estética hollywoodense y por tanto la sociedad lo ha llevado a donde está. Supongo que ya se ha hablado del éxito laboral como compensación, bueno este es la versión de carne, o mejor, es el golem salido de tantos estudios sobre el tema. Lo que lo delató fue la sonrisa que no evitó viendo, a pocos pasos, como un seguridad insignificante abusaba de su fuerza con alguien físicamente indefenso. Un personaje digno de odas al estilo de kurosawa, alguien a quien podemos odiar por su mixtura interna y externa; odiar la sociedad que lo ha llevado a lo que es. Odiar a la sociedad odiando la empresa, odiar la empresa odiando al individuo. Eso fue el día de la fiesta de telemicro, lo recuerdo porque quería hablarles de mucho que se parecen los métodos del tipo ese de telemicro con los métodos que utilizan los narcos en los barrios para asegurar la lealtad de los vecinos y de cómo estos últimos se parecen a los señores feudales.
El segundo hecho debe por obligación ser el caso contrario: hay o había un joven que frecuentaba la zona colonial se sentaba entre los grupos que pululan los parques, para él completos desconocidos para ellos también. Simplemente se paraba ahí y cuando alguien le preguntaba algo o simplemente cuando había un silencio él dice o decía “la venganza es dulce” y nunca supe si dijo alguna vez algo diferente. Lo mejor no es eso, lo mejor fue su acto cumbre: uno de esos días que lo vi en el parque duarte cuando ya los habituales del parque estaban hartos de su terrible venganza. Se paro donde dos jóvenes pseudoartistas, uno de artesanía y el otro de teatro, que le hicieron un espectáculo sumamente violento para que se fuera, él se quedo ahí parado con una sonrisa perturbadora y esperó. Alguna media hora más tarde él fue a su carro a buscar algo. Un par de bancos más allá yo lo vi volver con algo brillante en su espalda. Se paró con los tipos justo donde estaba antes y se quedó ahí por algunos cinco minutos, luego pasó. Si no conocen a Darwin Aquino deben buscarlo solo para que entiendan lo que vi. Él sacó el cuchillo con una parsimonia bella y lo esgrimió frente a sus rostros como quien dirige una orquesta celestial, hasta ese punto solo con Darwin había visto movimientos tan enérgicos y calmados, fue un instante pero el pánico en los ojos del tipo de teatro valió por todas las apologías a la locura. Esa era su venganza superar la sociedad sin lastimar a nadie.