«Seamos respetuosos ante la sangre derramada y el sacrificio invertido» Fernando Peña

¿Quién ha dicho que los muchachos han muerto? Siguen vivos en el pensamiento y accionar de familiares, amigos, compañeros y pueblo en general. No hay ningún día en que sus nombres y sus ejemplos no sean recordados y exaltados como verdaderos héroes de la patria: Amaury, Virgilio, La Chuta y Ulises.

La muerte física es subliminal, aunque sus almas vuelan a otras latitudes, permanecen en el diario batallar de los revolucionarios. Los inmensos recursos invertidos por la clase dominante para intentar olvidar y sepultar la memoria histórica, con ellos ha sido un fracaso. Han tenido que arrodillarse ante el levantamiento insurrecto de sus recuerdos, valentías y firmezas.

Cuatro jóvenes «integrantes de una indomable generación de hombres y mujeres» que entregaron, en cuerpo y alma, su amor, su esperanza y su vida por el bienestar y la felicidad del pueblo dominicano. Sus firmes convicciones políticas e ideológicas los convirtieron en un hueso muy duro de roer; eran incorruptibles, revolucionario a carta cabal; ni pensar en vacilaciones, conciliaciones ni traiciones algunas.

El 12 de enero de 1972; Amaury Germán Aristy, Virgilio Perdomo Pérez, Bienvenido Leal Prandy y Ulises Cerón Polanco, caen en combate contra el gobierno presidido por el doctor Joaquín Balaguer. Miles de soldados y policías, con asesoría norteamericana, cercan a cuatro revolucionarios que no estaban dispuestos a ser apresados para, posteriormente, ser asesinados cobardemente.

Amaury Germán, líder del grupo político militar Los Palmeros, había anunciado con tiempo el firme propósito de combatir hasta el final, antes de intentar apresarlos: «…en el peor de los casos demostraremos que no es lo mismo asesinar a revolucionarios desarmados que se entregan, que enfrentarse a combatientes revolucionarios armados. No es lo mismo».

El legado de los muchachos está ahí, para sacar las lecciones correspondientes y continuar la lucha revolucionaria. Si queremos honrar su memoria, hagámoslo con respeto y solemnidad; significa lealtad a los principios, integrarse al trabajo político y aceptar el compromiso sincero de proseguir el camino de la lucha, sin ponerse de rodilla, contra los enemigos, de clase, jurados del pueblo dominicano.

Los Palmeros, a 48 años de su sacrificio por la patria, continúan vigentes, con más fuerza que nunca. Sirven para distinguir entre lo falso y verdadero; los que abrazan la causa revolucionaria por convicciones y los que los hacen por intereses. Aún permanecen vivos, en la pelea, para enseñarnos a abrir los ojos y no vivir en el oscurantismo.

Es incompatible rendir tributo y recordación a Los Palmeros y actuar contrario a sus enseñanzas y sacrificios. El accionar de los muchachos no fue relajo. Los organismos de represión del Estado y el imperialismo, sabían de su valor y resuelta determinación… Abonar la tierra con la sangre generosa de los muchachos, ha sido uno de los actos más hermoso y significativo que registra la historia reciente.

La causa revolucionaria se asume con responsabilidad, generosidad y persistencia. La fortaleza ideológica impide cualquier ataque, debilidades que pueda torcer la férrea voluntad, decisión, de vencer o morir. La vida es lo más apreciado, dulce y decorosa, cuando se ofrenda por la patria, por la revolución.

¡Honor y Gloria a Los Palmeros! Amaury, Virgilio, La Chuta y Ulises.