The Crown es un biopic que aborda la vida de Elizabeth II II desde su niñez, pasando por su juventud y su matrimonio en 1947, a los 21 años, con Philip, que vendría a ser el duque de Edimburgo. Como serie de televisión es de una inmensa y esplendorosa narrativa -como acostumbra la industria cinematográfica de Inglaterra-. Su producción impacta la imaginación.
Como historia ideologizada desde una óptica imperial, es políticamente correcta, donde las críticas siempre van hacia el personaje y no hacia la institución donde la corona, la monarquía inglesa, jamás es tocada ni al derecho ni al revés. De manera que en ese sentido los personajes se alejan de lo puramente arquetípico.
Como paño de fondo se vale de la crisis del Canal Suez (o Guerra del Sinaí), un conflicto sobre territorio egipcio, entre Gran Bretaña, Francia e Israel contra Egipto. Toca el conflicto de la Costa de Oro, una colonia británica situada en el golfo de Guinea, al oeste de África, y que obtuvo su independencia en 1957 llamándose Ghana.
Ahora bien, lo más interesante es la manera en que se desliga a Inglaterra, a su monarquía y a sus gobernantes de cualquier colaboración con el nazismo en la II Guerra Mundial. Se lleva a argumentar con gran eufemismo que fue apenas una acción muy personal del duque de Windsor. Es el típico esquema ideológico fatuo que juega con palabras y conceptos mientras nos hace ver lo necesario de esa monarquía. Sin embargo, está suficientemente documentada la enorme conspiración de grandes bancos ingleses, alemanes y franceses en esa guerra fratricida imperial (una historia que se encubre mostrando ambigüedad de los hechos históricos que dispusieron la geopolítica de hoy).
Pues bien, lo que despunta es la manera en cómo la estructura narrativa hilvana, con cada episodio lidiando con un tópico en la vida de los monarcas, la sucesión de eventos, con llaneza, impregnando ritmo y sencillez narrativa. El diseño de producción es refinado en cada detalle. La iluminación privilegia a los actores pues la fotografía procura mantener claridad en el punto focal narrativo en cada escena y con efectivo uso de medios y primeros planos. La música está bien manejada en los ´motifs´ de personajes y escenas que matizan pasiones e intrigas.
A cada entrega presenta una o varias décadas, por ejemplo la que comienza en el 1964, y responde a una década marcada por la aceleración de la descolonización de África y el Caribe. Más de 20 países se independizaron del Reino Unido como parte de una transición planificada hacia gobiernos autónomos. Es el año en que muere Winston Churchill y la llegada del laborista Harold Wilson como Primer Ministro quien cumplió dos mandatos no consecutivos: octubre de 1964 a junio de 1970 y marzo de 1974 a abril de 1976, y que es el núcleo central de los episodios que abarcan una temporada.
Fuerte narrativa de misterios, engaños, alegorías con excelente reparto de actrices y actores. Siempre deja saber su matiz político ideológico. Los desastres implicados por el neoliberalismo se notan en una progresión épica. Muy equilibrada con los dramas personales de la realeza, y en esta se vuelca en lo social y político tanto del Reino Unido como sus áreas de influencia imperial. El rejuego de la corona en cuestiones económicas muestra una supuesta dependencia del FMI y de la voluntad del gobierno estadounidense.
De algún modo se expone la negligencia del gobierno liderado por el Partido Laborista. En ese sentido, la serie tiene un plan claro de mostrar cómo el ego de un político determina la vida de los gobernados. Plausible hipótesis si no estuviéramos al tanto de que es Inglaterra la cuna de la revolución industrial, un proceso de transformación económica, social y tecnológica que se inició en la segunda mitad del siglo XVIII.
Es interesante evaluar los procesos políticos, especialmente para conocer las características de la monarquía parlamentaria (forma de gobierno en donde el rey o monarca posee el poder de forma parcial, ya que es regulado por un parlamento). Otro aspecto a destacar es el hecho de que sea una mujer quien tenga el hilo especial del poder, es una cuestión excepcional, y es que "las mujeres nunca han tenido genéricamente poder y aquellas que lo han alcanzado, lo han hecho por excepción”.
Pues bien, casi de manera sutil se nos presenta la sumisión de la corona inglesa al nuevo poder imperial estadounidense –algo que lo vemos con mayor crudeza en las nuevas formas sofisticadas conjuntas para combatir a quienes se les opongan: los deshumanizan, los deslegitiman y aíslan como el caso de Julian Assange–. En Netflix.