Las profundas raíces mentales que en la dirección y sobre todo, en la política, que se constituyen en el verdadero mito de la caverna, en nuestra sociedad, es lo que no nos permite avanzar en el camino del desarrollo humano.

La caracterización máxima las elite empresarial y política en su ala decisoria es la orientación a la cultura del poder, dibujada como escenario estelar en el acatamiento, en una lealtad más allá de la verdad y de los intereses colectivos y en una obediencia que se cristaliza en lo incondicional, sin límites y sin razón.

Esos modelos mentales que se fraguan en un discurso y en un hacer, hacen que ambos caminen por caminos diferentes. Recrean, de manera permanente, en un espacio de eterna ambigüedad para no permitirnos ver donde alcanza, en que horizonte está la realidad y la virtualidad; la necesidad y el deseo; el logro real y la fantasía; la mentira y manipulación y los logros perdurables de una sociedad, en el verdadero sentido de su existencia.

Los modelos mentales, los paradigmas, de la sociedad del siglo XIX, ondean de manera gravitante en el escenario de nuestra sociedad, en el segundo decenio del siglo XXI, tipificado y expresado en la mentalidad rígida, en la subordinación total, en el que no está conmigo está con el otro; en el que si me critica es por envidia y resentimiento. Se expresa, además, en asumir una institución pública con todo el ego y deformaciones de la personalidad y desvirtuarla, para hacer de ella su corolario, esto es, su diferencia personal con alguien lo lleva al plano institucional sin calcular el daño a la sociedad y a la institución misma que representa.

En ese modelo mental, anclado al pasado, él ordena y los demás deben de obedecer, sin medir las capacidades de los colaboradores; palabra esta última que no logra entender, pues para él, todo el mundo es un subordinado y el es JEFE. Él se ve como la razón fundamental de la institución, como el eje primordial de ella, desplazando el rol de cada uno de los interactuantes en la institución. Logra integrar a los demás, solo cuando le conviene, que se vea que la decisión es de todo.

Para ese modelo mental, alguien, sea una persona o una institución puede ser muy profesional, muy competente, muy acreedora y generadora de confianza, empero, si un día le critica, al JEFE, con su poderoso álter ego, a partir  de ahí, se genera una dinámica de exclusión que termina en una relación de negociación: Ganar–Perder; Perder–Perder. Una relación de ruptura; sin importar el ciclo de existencia de la organización ni las consecuencias que se derivan.

Más allá de las habilidades que se le pueden conferir, sus modelos mentales le hacen olvidar su rol principal y, que no es otro en el mundo de hoy que respetar la diversidad y comprender el espacio de cada quien en el concierto de la tolerancia. A veces, su paradigma, con toda su mochila le hace olvidar el tránsito por esta tierra y que al final de cuentas, aunque se crea gente de primera, terminan en el sepultero de la tierra, sin sarcófago.

En esos modelos mentales, se nos olvida, como decía Marguerite Yourcenar, que toda verdad crea escándalo y que hoy no es posible una visión única, en el conjunto de sueños que habitan en esta tierra. Al contrario, hoy acuñamos para lograr la eficacia y la eficiencia, el concepto de Equifinalidad que esboza que para lograr un objetivo, podemos llegar por diferentes caminos. Es la exigencia de una sociedad más plural, más compleja, que requiere de gente con una mentalidad más abierta, más flexible, generadora de empatía y constructora de sinergia, orientada a la filosofía de la adhocracia, orientada a las personas.

Como señalaba Thomas Kuhn creador del concepto Paradigma, en su libro La Estructura de las revoluciones científicas, “casi todos los descubrimientos significativos en el campo del esfuerzo científico aparecen primero como rupturas con la tradición, con los viejos modos de pensar, con los antiguos paradigmas”. Un paradigma es el modo en que vemos el mundo, son nuestros mapas mentales a través del cual tomamos decisiones. Son el eslabón de nuestras percepciones, de nuestro marco de referencia; constituyen nuestro eje de comprensión e interpretación.

No nacemos con paradigmas. Ellos no son genéticos, no son adscritos a nuestro ser como esencia de la naturaleza, sino que son adquiridos en nuestra naturaleza social, fraguado en el trajinar de un mundo cultural, social, político y económico; al tiempo que obedecen de manera medular a un contexto histórico. La grandeza de un ser humano, en consecuencia, se mide por su capacidad de cambiar paradigma, por tener cada día un espíritu de apertura, con más lozanía, que nos haga vencer la soberbia, por la humildad; la avaricia, por la generosidad; la ira por la paciencia y la gula por la templanza.

Los modelos mentales, los paradigmas, de una gran parte de los que dirigen las instituciones públicas sufren de parálisis paradigmáticas; en el que sólo ven lo que quieren ver, no ven lo que no se ajusta a su paradigma. Oyen, pero no escuchan; hablan pero no dialogan; escriben pero no se entiende; tratan de desconocer los espacios de los demás, de obstruir, de dilatar, de perjudicar. Porque es el juego de unas alas que no le pertenecen y que sólo es habitada por esos personajes por la quiebra social de una sociedad en descomposición.

Es lo que explica, al mismo tiempo, lo que nos aborda Gallup/Hoy del sábado 28 de Abril, cuando nos habla de la Agenda Ciudadana que no es otra cosa que los principales problemas que perciben los dominicanos: Desempleo; Alto Costo de la vida; La Inseguridad Ciudadana; Falta de recursos financieros para la educación; Los apagones; Tráfico y consumo de drogas y la Corrupción. De los 7 principales problemas de hoy, hace 15–20 años, no aparecían como problemas: Inseguridad Ciudadana; Tráfico y Consumo de drogas y la Corrupción. La educación, estaba ahí, sin ser visibilizada por la sociedad.

Esto quiere decir, que la elite política, lejos de resolver los problemas acuciantes del pasado, lo han ido acrecentando, los de ayer, añadiendo nuevos problemas, en el presente. Requerimos de una nueva mentalidad que rupture esas trampas de los modelos mentales del pasado, que no nos permiten concitar un pensamiento divergente y convergente al mismo tiempo, con proyección e imaginación. Elementos necesarios para la necesaria ruptura y la asunción de un verdadero proceso que coadyuve con una mejor calidad de esta democracia caricaturizada.