Anteriormente he hablado de la importancia de los modelos mentales. Quiero detenerme brevemente y explicar este concepto poco manejado en los que analizan el tema de la identidad, la cultura y la construcción del yo (que he dicho igualmente que prefiero hablar de construcción de sí y no del “yo”).

La psicología cognitiva los define como el conjunto de representaciones que adquirimos y desarrollamos que nos permiten relacionarnos con el mundo, con los demás y con nosotros mismos. Estos conjuntos de representaciones son mentales y pueden ser adquiridas de distintas formas y una vez que están en nosotros podemos agruparlas, relacionarlas, integrarlas en conjuntos cada vez más complejos. Hablo en plural porque nuestra cabeza está formada por diversos modelos o esquemas mentales, de forma consciente o inconsciente.

Jerome Brunner en Realidad Mental y Mundos Posibles plantea que los modelos mentales “en general, parecen ser diversos, coloridos, locales, extraordinariamente generativos. Algunos de ellos parecen basarse sobre todo en nuestro conocimiento acumulado de versiones del mundo que hemos "encontrado". No hay un único modelo mental, pero sí hay modelos mentales que se imponen frente a otros por la fuerza de la seducción o de la necesidad y pueden generar otros modelos mentales subsidiario de estos nucleares.

El mismo autor en su texto Acción, Pensamiento y Lenguaje nos explicita un poco más al identificar las representaciones de los esquemas mentales con reglas “mediante las cuales se puede conservar aquello experimentado en diferentes acontecimientos”. Por esto es que divide las formas de adquisición de los modelos mentales en tres: la enactiva, la icónica y la simbólica. Enactiva es lo adquirido a través de la acción, esto es, alguien me enseña a ejecutar tal o cual procedimiento, me sirve de guía. La icónica es que puedo adquirirlos a través de imágenes y la simbólica a través de formas abstractas más complejas, por ejemplo, el lenguaje en sentido general.

La importancia de estos modelos mentales es que en ellos se juega el desarrollo cognitivo de la persona, por tanto, el proceso educativo y mejora de la propia cultura depende del enriquecimiento de estas estructuras mentales en los individuos y, de forma grupal, en el inconsciente colectivo. Dejemos a un lado lo obvio de los modelos mentales que recibidos de las ciencias y centrémonos en aquellos que provienen de la cultura a través de las instituciones de integración y socialización del individuo.

Trabajé varios años en una editora de libros como corrector de estilo. Se supone que mi trabajo consistía en que, en términos ortográficos y de redacción, los productos impresos estuvieran sin errores. Solo que advertí en los libros de la Educación Inicial imágenes de oficios y personas de éxitos que constantemente se relacionaban con el color de la piel y/o su profesión. Por ejemplo, si hablaba de labores ligadas a la agricultura no se proyectaba una imagen de éxito en el hombre del campo, sino de ardua labor; solo era exitoso aquel ejecutivo de una empresa (regularmente de pie como cabeza de una reunión explicando datos estadísticos que mostraban una curva in crecendo, con algún símbolo de dinero).

Independientemente al contenido conceptual trabajado en el libro, a través de las fotografías se proyectaba un esquema mental que los alumnos irían asimilando como parte de sus estructuras cognitivas de relacionamiento con el mundo, los otros y consigo mismos. Si quieres hacerte rico, no trabajes en el campo, no serás exitoso, sé empresario. El viejo merengue del negrito de Batey es una muestra más de reproducción de esquemas mentales a través de la música popular, de la cultura. De igual forma encontramos esquemas mentales en la religión a través de sus metáforas y dogmas.

Nadie se escapa a los modelos mentales. Lo sabio es hacerse consciencia de ellos, identificarlos, reestructurarlos, enriquecerlos, purgarlos y dejar a un lado aquellos modelos mentales que no permiten el crecimiento social ni el desarrollo personal. Siempre vamos estar expuestos a ellos, se impregnarán en nuestra cabeza de modo consciente o inconsciente, solo debemos advertirlos cuando ellos determinan nuestra acción, nuestra afectividad, nuestra convivencia como conglomerado social.

El problema de las figuras públicas (artistas, religiosos, políticos, académicos, maestros, periodistas) es que no han entendido que modelan-reproducen esquemas mentales.