(Apuntes para un Manual de Sociología barata)

“Reptil de unos 10 cm de longitud, cuerpo alargado y deprimido, piel blanda, gris y verrugosa… Las salamanquesas son gecos, y la mayoría de los gecos vocalizan diferentes sonidos para comunicarse entre sí.”

“Tenemos algunos indicadores claros que nos encontramos frente a una nueva generación, educada en un entorno plenamente digital. Si tuvieran que elegir entre sus posesiones materiales y las digitales, no lo dudarían: escogerían la segunda.”

Su carácter y  visión del mundo están permeadas por la era digital. Son víctimas y verdugos de un “más allá” “sideral-virtual”, que con facilidad crea adicción.  Nativos(as) de una época donde el aparato tecnológico, más que una herramienta de comunicación, es un estilo de vida. El celular está insertado en su cotidianeidad como si fuese la simulación de un órgano “vital-digital.” Es casi imposible que sean en ausencia de él, y otros artefactos electrónicos. La metáfora a citar podría parecer un estereotipo: “Si se desconectan, se sienten ausentes, podrían verse sumergidos en un vacío angustiante”.

Cuando el aparato digital  usurpa la identidad de la persona pasa a ser, sujeto y atención al mismo tiempo. Surge como imperio que ha colonizado la “presencia-atención” identitaria del sujeto. En esa atmósfera rarosa, el individuo se aproxima a ser un “espectro” donde es imposible ser en ausencia de la tecnología digital y sus consecuencias. Y es así como se establece una “alienación” del vínculo: “de momento no sabemos quién es sujeto o aparato”. La comunicación “Face to face” se banaliza, queda malograda o sumergida en un entorno de comentarios e información mediática.

Por lo regular, el “ambiente-social” siempre está cargado virtualmente, conectado a la “gran red”, y de esa forma, la identidad del sujeto como parte del grupo se diluye como un acto “normal-legitimado”. La “Generación Salamanquesa” pertenece a una época donde el concepto artesanal de la comunicación  es un acto poco sustancial.

La era digital diversificó el espacio, la información  circula (Realtime) por el aire como divertimento y como banalidad donde se “abarca mucho y se aprieta poco”, y,  logra fragmentar la “uniformidad” del grupo. Parece ser la demostración “sígnica” de los principios básicos de la física cuántica: “Todo existe de manera simultánea y al mismo tiempo…” Hay que comprender y aceptar que la comunicación en tiempo digital, es un lugar sin  tiempo ni  espacio definido. Más que un constructo visible, es la posibilidad del aparato operando infinitas datas imperceptibles, y disminuyendo la interacción “social artesanal…”

La forma en como la “tecnología virtual” ha penetrado y transformado la comunicación presencial no debe explicarse ni comprenderse en  la filosofía  maniqueísta https://es.wikipedia.org/wiki/Manique%C3%ADsmo. Se debe asimilar como  una era que dimensionó o complejizó lo que hasta hace varias décadas se definía como “comunicación”. En estos tiempos, la paradoja comunicacional es tan extraña que nos comunicamos en “segundos” con cualquier persona que vive en “el fin del mundo”, pero no sabemos cómo se llama el vecino del apartamento de enfrente. Más allá de la moral, debemos admitir que la tecnología digital hizo añicos el ideal donde comunicarse implicaba la intimidad de un momento, ser en un espacio cercano. Hoy, los sentidos de la comunicación quedan designados por el “medio-virtual”. El aparato abrió una brecha misteriosa que implica: “Ser distante desde la cercanía y también ser cercano desde la distancia”.

Con sus pros y sus contras, en los grupos, la oralidad como signo esencial de la comunicación pasó a otro plano; ¿será cosa del pasado? Si se tira una mirada  a una reunión o encuentro de “la Generación Salamanquesa” (en especial Millennials) se percibirá  que la oralidad convive con un silencio simbólico producido por la conexión desde y con el aparato. Dialogar ocupa un valor inferior respecto al universo de posibilidades que implica ser desde la “tecnología virtual conectada”.

Generación Salamanquesa implica un montón de hábitos y valores “trastocados” por la eclosión digital. Como el reptil, están “buscando”, jugando en el interior de un espacio “real” o virtual, en la palidez de un asombro que solamente encuentra gratificación existencial cuando el “artefacto-virtual” es protagonista de la acción.  No son desde un cielo abierto humano y natural. No perciben la infinitud de este mundo más allá de la presencia digital.

Cuando visito  la casa de un amigo, me pregunto y dónde están esos muchachos(as) que vi nacer, que ahora son púberes, están trancados en una habitación, navegando, buscando entidades  virtuales. Ensimismados(as) en la casa o un mall. Importa poco el espacio físico, la simbología del “adentro sideral” es la misma si la Internet fluye. Son vampiros que se nutren de cualquier herramienta digital que fluye vía el ciberespacio. Parece como si estuviesen en una burbuja que los transporta más allá de este mundo “real”. Es como si los sentidos de ser pleno en “lo natural” y sin conexión no fuese parte de sus repertorios de posibilidades; exigen estar sumergidos en otras realidades sin identidad ni forma. Juegan en los intersticios de una “nanidad” diseñada como un “universo de sueños”.

Como la  salamanquesa, son lagartos pálidos que se adaptaron al adentro, escudriñando en el interior de un área sin sol, pero conectada con un todo simbólico y real. Esta generación, no solamente es nativa de esta era digital, también heredó un mundo químicamente artificial y “veloz”, donde el lema es: “Rápido, rápido que no tengo tiempo”.

Nota:

Este artículo está dedicado a mis hijos e hija.