Pocos dudarán que el Centro Histórico de Santo Domingo, llamado también Ciudad Colonial, posee un seductor encanto para nativos y extranjeros. La oleada de visitantes que lo abarrota durante los fines de semana atestigua esa imantación. Pero sorprende que así sea en vista de la enorme cantidad de extravíos que exhibe, algunos de los cuales configuran un gran desorden y otros rayan en conducta de delincuente. Ante la evidente desidia de las autoridades, conviene citar algunas situaciones que avergüenzan y pueden dar a los turistas la imagen de desastre urbano.
Una vez el cardenal López Rodríguez dictaminó que en el recinto existía una “mansa anarquía” debido a los ensordecedores ruidos. Algunos negocios tienen a sus vecinos “al coger la loma” (p. ej. El Templo, Heavens, Casa de los Cristales, Hotel Luca). Otros vecinos de los parques Colón y Duarte, por otro lado, han tenido que mudarse por el alto volumen de la música que frecuentemente se toca en ellos. En el Colón en particular se añaden los enloquecidos sermones de algunos predicadores que, con megáfonos y bocinas altisonantes, castigan salvajemente el oído del visitante sin que POLITUR se inmute. Para colmo, los enormes motores Harley Davidson que visitan ocasionalmente también maltratan los vulnerables tímpanos.
Al inmisericorde azote de los ruidos se añade un irritante desorden en el tránsito vehicular. La urticante frustración de no encontrar parqueo palidece frente a los peligros que presenta la plaga de las motocicletas, patinetas y motores de alquiler que deambulan sin miramientos por doquier (aunque supuestamente tienen regulaciones). Sus piruetas son tan atrevidas que no sorprenderá el día en que tendremos que lamentar alguna defunción por accidente vehicular. Los motoristas no usan los cascos protectores y POLITUR ni se entera. Además, con frecuencia los motoristas y ciclistas se desplazan a contravía por las aceras, creando inminentes peligros de tránsito.
Igual desorden se nota con relación a otros tipos de vehículos. Muchos vehículos se parquean en las aceras, rompiendo las mismas y molestando a los transeúntes. Se ven también vehículos oficiales y de instituciones publicas que transitan en vía contraria (p. ej. ADN) y muchos vehículos pesados violan los horarios establecidos. Las guagüitas de pasajeros que bajan por la Avenida Duarte y se desplazan por la Calle Polvorín con tremendo desparpajo, entorpecen el tráfico en la esquina Mercedes con Palo Hincado. POLITUR no interviene y los agentes de la DIGESETT nunca aparecen.
Como contrapartida al desorden del tránsito vehicular figuran los atropellos al paisaje urbano. Hay una cantidad de calles que tienen hoyos siderales y en otras sus adoquines están sumamente deteriorados (Hostos, Isabel la Católica, Damas). Algunas de las aceras tienen partes rotas, representando un peligro para el peatón. Pero uno de los más irritantes incordios hoy día son las muchas apropiaciones de espacio de parqueo en las calles: empresarios inescrupulosos colocan, sin permiso ni justificación, conos, ladrillos y sillas para reservar para ellos y su clientela los espacios de los parqueos callejeros. POLITUR tampoco le pone el cascabel a ese gato.
Uno de los pocos servicios públicos que funciona bien es el de la recogida de basura. Pero los zafacones de la calle El Conde siempre están repletos y los recogedores de basura no se ocupan. En la misma calle los buhoneros abarrotan los extremos y contribuyen a la apariencia de un arrabal. (Los cuadreros podrían ser todos reubicados en el edificio de FLOMAR que tiene espacio suficiente para ser una impresionante galería de arte.) Pero no solo los buhoneros ocasionan problemas: hay negocios sin identificación y operando con puertas cerradas y cristales tapados y algunos restaurantes imponen la dirección de las vías de tránsito, violando las disposiciones del ADN (p. ej. Calle José Reyes con Arz. Nouel). POLITUR no interviene en esto y tampoco hace caso a las escandalosas salidas de los estudiantes de los planteles escolares.
Otra fuente de molestia son los frecuentes apagones en el recinto. Además, el alumbrado de las calles no siempre funciona porque no se reponen los bombillos quemados aun cuando el reemplazo es solicitado. A esto se añade el enjambre de alambres del cableado público que están al desgaire sin que nadie se ocupe (p.ej. Calle Padre Billini), lo cual puede provocar accidentes y representa peligro de muerte. Frente a algunos restaurantes, fondas y supermercados se notan las aguas negras acumuladas en las cunetas sin que los respectivos imbornales funcionen. Asimismo, algunas de las ruinas históricas exhiben un patente deterioro por falta de cuidado y atención.
Respecto a otras imágenes urbanas no deseables habrá que esperar lo que pasará cuando termine la (interminable) remodelación del Hospital Padre Billini. Por el nombre que lleva ese lugar tal vez se ocupen de los ancianos que aparecen abandonados en las calles y otros mendigando. Por otro lado, tanto el Hospital como POLITUR deben instalar una línea telefónica para que el publico pueda reportar emergencias o hacer denuncias. De cualquier modo, después del relevo del eficiente coronel Sosa, POLITUR acusa una preocupante desidia y no responde con la presteza de antes a situaciones conflictivas o problemáticas. Si la desidia es ordenada, esa orden tiene que cambiar.
En adición a todas las problemáticas situaciones reseñadas que afean el paisaje urbano hay que resaltar las manchas que impone una gran cantidad de edificios abandonados y/o en proceso de deterioro. La Capilla de la Tercera Orden de los Dominicos y la Capilla de San Antón son dos que están en pleno proceso de deterioro. Otras edificaciones están vacías y cerradas, presentando un aspecto displicente en sus fachadas: Casa de Mella, Casa de José Gabriel García, Cámara de Comercio y Producción del Distrito Nacional, antiguo Teatro Leonor, Licorería Siboney, antiguo Scotiabank y Pelican, Museo de la Policía Nacional, la Librería de Cultura de Las Atarazanas, el antiguo bar de tapas Exquisito. En la Calle El Conde hay varios grandes e históricos edificios que permanecen cerrados y ociosos (Copello, Baquero, Feris, Cerame).
Más de la mitad de los problemas deben ser solucionados por POLITUR con una más diligente gestión. Pero parece que la dotación de los 200 miembros que anunció el presidente Abinader no da abasto.
Lo otro es principalmente responsabilidad del ADN que tiene una oficina especial para el Centro Histórico y una Dirección de Espacios Públicos. Los ministerios de Cultura y Turismo deben también arrimar el hombro, este último con un centro de información remozado. De lo contrario en el Centro Histórico seguirán coexistiendo los 17 templos católicos y los 7 evangélicos con los mil pecados coloniales antes descritos. Si el cardenal López Rodríguez conociera de esta tremebunda antinomia de seguro que demoledoramente diría: “¡Que Dios nos coja confesaos!”