A Diaz Rúa, uno de los obrechianos más destacados, debe nombrársele Lavandero Mayor del Reino, de ser verdad la acusación, lavar 37.000 millones de pesos sin utilizar ni un solo paquete de Acex tiene un mérito enorme, hay que reconocerlo. Las lavanderías nacionales e internacionales ya deben estar consultándole cómo lo hizo posible este milagro de servicio.
Al igual que tienen también ese mérito enorme el Estado, con sus presidentes de turno, y los organismos oficiales encargados de vigilar, controlar los gastos y perseguir las corrupciones, que los hay aunque no lo parezca en absoluto, por no haber visto ni sospechado nunca ese trasiego bestial de dinero, ni observar como crecían más que exponencialmente los patrimonios de algunos de sus funcionarios. Esa ceguera, miopía o despiste, digan lo que digan, también es de reconocer
Hay que ver lo resistentes, y por lo tanto tienen su debido mérito, que llegan a ser algunas tarjetas de crédito, la de Díaz Rúa, por ejemplo, aguantó 33 millones de pesos y un montón de miles de dólares en unos pocos años sin tocar fondo, mientras que las de los que vamos a pie o en carros sencillos, cuando se pasan con unos cuantos pesitos del límite ya le ponen el stop y eso tan angustiante que le llaman mora.
También tienen su mérito, las defensas a ultranza que muchos de los señalados por la Procuraduría de meterse medio país en la canasta familiar, la de sus familias claro está, los cuales dicen que son más inocentes que el mismito San Inocencio, y que hasta son capaces de dar su vida por demostrarlo. Lástima que no esté por aquí el Calígula aquel de Roma para hacérselas cumplir, como se las hizo con unos lambones que habían ofrecido sus vidas a los dioses para que recuperara de una enfermedad. Nada más ejemplar que la gente de palabra.
Más méritos enormes, como el de la pasividad y el silencio que sobre el asunto mantiene el señor Presidente, sabemos que los escándalos están a niveles de acusación y aún no de sentencia, pero Danilo Medina ante la magnitud del escándalo que ha cruzado fronteras, no puede seguir haciéndose el sueco, pues nació en un pueblo San Juan de la Maguana, y como buen dominicano sabe todos los chismes que pasan en su patio, y aún más por las fuentes estatales de información de que dispone, debe estar más enterado que nadie, o casi nadie, pues los que más saben de lo nuestro suelen ser los gringos. Ese silencio y ese mantener en sus cargos a los implicados, está gritando a cuatro voces un apoyo tácito, e incluso expreso e incondicional a los implicados de su partido.
Casi el mismo mérito lo tiene esa cosa que se llama oposición, sí, cosa, que parece oponerse a que ellos mismos se opongan al Gobierno, la cual tiene también algunos de sus dirigentes metidos de pies a cabeza en la bosta, y no son capaces primero de pedir un perdón sincero al pueblo por tener y mantener en sus filas de semejantes delincuentes de cuello duro y manos blandas, y segundo de gestar y anunciar un verdadero plan serio y eficaz de regeneración política, una gran oportunidad de sacudirse de su modorra institucional y asumir con dignidad el importante rol que se les ha otorgado.
Tienen un mérito, no enorme sino monstruoso, los habitantes de los tres cuartos de esta bendita isla, que a pesar de todo lo que le roban, a pesar del ejemplo tan perverso que les dan a ellos, a sus hijos, a las próximas generaciones, a pesar contribuir a su secular pobreza y carencias sociales, a pesar de reírse de todos y mostrarles un cinismo más duro granito, sigue su vida diaria tan normal, inclusive tomándose las cosas con humor, haciendo chistes y anécdotas, y hasta escribiendo artículos mordaces como este, en lugar de hacer una super Marcha Verde durante días acampando en los frentes del Palacio, o haciendo ¨escraches¨ masivos delante de las casas de los odebrechianos para mostrarles su asco y repudio. Y es que estamos tan acostumbrados, tan agotados, y hasta diríamos tan entrenados para estos casos, que pronto pasaremos página a esta novela, y a esperar con estoicismo el próximo tablazo que nos caiga encima. Como decía la comunicadora tan famosa aquella, Somos así y así Somos. Hasta que cambiemos.