Como consecuencia del prolongado cierre de la Universidad de Santo Domingo en el siglo XIX, la participación de los médicos en las jornadas de la fundación de la República y la Guerra Restauradora fue discreta. Ya en el siglo veinte con el egreso normal de médicos, los veremos vinculados a todas las faenas político-sociales. Es así, como en medio de las luchas intestinas como la «Guerra del Ferrocarril» en 1913-14, el doctor Ramón Báez Machado se destacó recogiendo los heridos de todos los bandos y conduciéndolos a un hospital improvisado donde le prestaba atenciones médicas. Cuando se decidió hacer la paz, se convino que por su méritos personales y su honrosa labor durante la guerra, fuera el presidente provisional de la República. Al producirse la primera intervención militar norteamericana de 1916, los dominicanos heridos en la batalla de La Barranquita, recibieron las atenciones médicas de los heroicos hermanos Federico y Gerardo Ellis Cambiaso. Federico publicó un importante opúsculo contra la intervención, fue condenado a prisión por la redacción de este libro. Luego fue exiliado militante durante todo el discurrir del trujillato.
En este ambiente de toxicidad gubernamental, un importante núcleo de médicos asumieron una actitud activa en la lucha por extirpar la patología antisocial de la inefable “Era de Trujillo”. Al presentarse la convocatoria del Movimiento de Liberación Dominicana en 1959 para una invasión patriótica, un nutrido grupo de médicos se sumó con emoción a este llamado por la libertad. El Movimiento de Liberación Dominicana, con sede en Caracas, tenía en su dirección a connotados médicos: Francisco Castellano, que fue su presidente y Francisco Canto. Se integraron como médicos combatientes: Toribio Bencosme, Felipe Maduro, Octavio Mejía Ricart, Rafael Mella, Manolo Lorenzo Carrasco y Danilo Estrada Aybar. Otro grupo no fue aceptado por su edad cronológica, no apta para estas actividades.
Rafael Mella, desde joven participaba en actividades conspirativas. Planificó una fallida emboscada a Trujillo en el parque Eugenio María de Hostos. En Estados Unidos cursó las especialidades de anestesiología y otorrinolaringología. Escogido entre los combatiente más ágiles que llegaron por avión la tarde del 14 de junio de 1959 y se esparcieron en las lomas de Constanza, capturado vivo y fusilado en San Isidro. Un sargento de la aviación de modo muy confidencial en diciembre de ese año, le comunicó a sus familiares que había sido fusilado detrás de la Academia Militar. Esta información fue confirmada muchos años después, cuando se exhumaron los restos de los héroes, él se pudo identificar porque se ubicaron los botones del abrigo que tenía puesto y previamente le habían tomado una foto con este.
Toribio Bencosme, tisiólogo (especialista en tuberculosis) ejerció mucho tiempo en Venezuela. En el discurrir de los entrenamientos en Cuba, Pinar del Río (Campamento de Mil Cumbres) fue descartado para participar en la invasión por su edad, cercana a los 50 años. Exigió que como dominicano tenía derecho a participar y fue aceptado, llegó por Maimón y cayó en combate. Es el único que la sociedad dominicana ha reconocido como se merece al designarse con su nombre el hospital público de su ciudad natal Moca.
Felipe Maduro, fue deportista destacado en baloncesto y natación. Desde joven se integró a las actividades antitrujillista, por lo que fue encarcelado en la Torre del Homenaje, al ser puesto en libertad se asiló en la embajada de México. En el exilio trabajó en el histórico hospital habanero Calixto García, primero como practicante y luego como traumatólogo-neurocirujano. Recuerdo que en mis años juveniles en María Auxiliadora existía un estadio de beisbol que tenía su nombre, pero desapareció. En el Colegio Médico propuse que el área deportiva-recreativa fuera designada con su nombre, planteamiento que fue acogido de manera entusiasta por su entonces presidente Anulfo Reyes, la moción fue aceptada a unanimidad.
Manolo Lorenzo Carrasco, desde su rol de estudiante universitario se involucró en las actividades antitrujillistas, logró salir del país y fue un incansable activista contra la tiranía. Entre sus actividades se destaca que en la Universidad de La Habana en un acto antitrujillista fue uno de los dos oradores que se dirigieron a los asistentes, el otro fue el presidente del comité de solidaridad con los dominicanos en la universidad, el estudiante cubano Fidel Castro Ruz. Hans Wiese Delgado quien fue funcionario de Trujillo, amigo de Manolo, escribió que un oficial del ejército le contó la siguiente anécdota sobre el héroe en el transcurrir de los combates en Estero Hondo: […] cuando su columna se encontró con el grupo en que iba Manolo, trataron de capturarlos, pero que Manolo se abalanzó sobre el grupo de soldados, a la vez que hacía explotar una poderosa granada de fragmentación, muriendo todos -expedicionarios y soldados, en ese acto heroico.”. Trujillo ordenó apresar a todos los familiares de Manolo Lorenzo Carrasco.
Octavio Mejía Ricart, hijo del prestigioso intelectual Gustavo Adolfo Mejía Ricart, hermano de los intelectuales Marcio y Tirso. Cirujano cardio-torácico, trabajó en el John Hodgkin de Baltimore y el Rochelle Hospital de New York. Cuando se enteró de la organización del proyecto patriótico lo abandonó todo para afiliarse a la repatriación armada. Fue subcomandante de los expedicionarios que llegaron en el lancha «Timina» por Estero Hondo. En medio de las hostilidades lograron herir a Anselmo Pilarte, a la sazón mayor del ejército. Octavio lo operó en esos lugares inhóspitos, y le dejó prendido en la manta un recetario con las indicaciones para su evolución. Fue apresado con vida, amarrado con alambres de púas y se le conminó que escribiera un libro imputando la expedición a Fidel Castro y Rómulo Betancourt, a lo que se negó, fue fusilado.
Danilo Estrada Aybar, de los médicos residentes en New York. Venía en la «Carmen Elsa», que sufrió un sabotaje por parte de un griego infiltrado, la embarcación se mantuvo a la deriva por varios días. Un grupo de combatientes se deshidrató y fueron traspasados a una fragata cubana que los auxilió y los regresó a Cuba, entre los que se vieron obligado a retirarse estaba Danilo Estrada Aybar. Se alistó en un nuevo campamento abierto en Cuba, para otro intento insurreccional que no prosperó.
Como dicen las notas del himno del 14 de junio, los héroes de la raza inmortal con su: sangre noble encendieron la llama augusta de la libertad. La oposición interna a Trujillo que estaba sumamente restringida se reactivó con bríos tras este acontecimiento insurreccional y apenas seis meses después, los esposos Minerva Mirabal y Manolo Tavárez organizaron un gran movimiento patriótico antitrujillista clandestino con el nombre de 14 de junio, que fue arremetido con furia por el tirano. No obstante, ambos acontecimientos fueron los catalizadores para que un grupo de corajudos el 30 de mayo iniciara el final de 31 años de ignominia. Celebramos que el presidente de la República reinstalara la fecha del 30 de mayo como día de la Libertad, pero quedan muchos homenajes pendientes. Es insólito que a estas alturas, solo un hospital lleve el nombre de uno de los médicos héroes y mártires del 14 de junio. Inclusive todavía hay hospitales con nombres de connotados trujillistas. Se impone que además de Toribio Bencosme, se tome en cuenta a los demás héroes que sin importar sus intereses personales aportaron sus vidas en aras de proporcionarnos a las generaciones siguientes un ambiente de decencia publica, que estaba desterrado en aquellos momentos harto aciagos para la dignidad nacional.

