1.- El trajinar  al galope por alcanzar la solución  de los problemas que afectan al país me ha llevado a comprender  lo que es ese laboratorio social identificado  como sociedad dominicana, en la que por accidente  me ha correspondido vivir y, de igual manera, he aprendido  cómo  se ha modificado de un período a otro el actuar  de mis connacionales. 

2.- Tengo la suerte  de haber vivido más de  ocho décadas, lo que me ha permitido  conocer  algo de lo que es el proceder del ser humano, y  percatarme del cambio operado en su conducta. 

3.- La COVID-19, me ha permitido ver la desesperación de algunas personas que han sido contagiadas, y el esfuerzo de los médicos por salvarlas. Ante el desánimo de víctimas del virus ha aparecido la mano solidaria de asistencia y ayuda. 

4.- Ante el enfermo consternado, ha estado presente aquel que le trae esperanza con sus consejos y la aplicación de la medicina salvadora. Ese que al contagiado de la COVID-19, le ha dado ánimo y motivado entusiasmo, me ha hecho recordar a los médicos que en el pasado conocí y me trataron hace muchos años, y ahora rememoro.

I.- Médicos del Santiago de ayer y mis relaciones con algunos de ellos 

5.- Al final de la década del cuarenta  del siglo pasado, por la contribución de un (1) centavo al mes, los estudiantes de las escuelas públicas de Santiago,  teníamos derecho a visitar para fines de consulta,   al doctor Juan Batlle,  en su consultorio de la calle Del Sol. 

6.- Al llegar ante el doctor Batlle, los estudiantes creíamos que estábamos en nuestro hogar, por el grato recibimiento de que éramos objeto y el cariño que nos dispensaba. Él con su suavidad y proceder parsimonioso nos hacía sentir que nos estaba tratando uno de nuestros padres, amén de lo certero que era en su diagnóstico.

 7.- En el año 1959, fui objeto de dos intervenciones quirúrgicas efectuadas por el doctor otorrinolaringólogo  Pedro Guzmán Valverde, quien  prestaba sus servicios médicos al público en el Hospital José María Cabral y Báez, el cual para  esa época funcionaba a donde ahora está  el  SEMMA.

8.- El doctor Guzmán Valverde, era encantador en su modo de ser; muy comunicativo, y de un carácter suave. Recuerdo que en el curso de la mañana, una vez terminó de operarme de las amígdalas, instruyó a una de las enfermeras del pabellón donde me encontraba, para que me suministrara jugo de peras. Le pregunté al doctor Guzmán Valverde, por qué de peras, y me contestó que esa fruta tiene unas bolitas que sirven para cicatrizar. 

9.-  Corría el año 1960, cuando el doctor Rafael Castro, competente cirujano ortopeda, me practicó una operación en el hombro derecho. La atención que recibí de Castro, fue la misma que dispensaba  a todo aquel a quien prestaba sus servicios. 

10.- El doctor Castro y yo, nos conocimos en actividades  políticas durante la resistencia contra el régimen de Trujillo. Antes de operarme me advirtió que en lo adelante no podía continuar como lanzador de béisbol, deporte que yo jugaba con mucha pasión. Además de buen médico, Castro era muy sensible, fogoso activista político y llegó a ser un dinámico senador perredeista por la ciudad de Santiago de los Caballeros. 

11.- En el año 1967, una vez concluí mis estudios universitarios, establecí comunicación con  el doctor  Higinio López,  y le manifesté mi deseo de que me operara de hemorroides. Para la ocasión, Higinio tenía su consultorio en el Centro Médico Cibao, en ese entonces ubicado en la calle Duarte esquina Restauración. 

12.- El doctor Higinio, además de un gran médico, fue un consecuente luchador social, ligado a las mejores causas de nuestro pueblo y de la humanidad. Ambos compartimos varias actividades cívicas y políticas. Él fue en Santiago de los primeros militantes peledeistas. 

13.- De igual proceder  que los citados médicos que me intervinieron quirúrgicamente,  fueron  Enrique- Quico Morel, Félix Estrella-Papito, José Antonio Corominas, Manuel Ramón Bornia, Salomón Jorge, Octavio Almonte, José Tallaj, Raúl Martínez, Luis Bonilla, Santiago Bueno, Federico Lithgow, Antonio Camilo, José de Jesús Jiménez, Virgilio Almanzar, Rafael y Américo Tolentino, Juan González, Sergio Bisonó, Jaime Borrel, Luis Peralta, Amin Khury, Manolito Lora, Lorenzo Pellerano, Pedro Nicasio, Enrique Jorge, Silvano Rodríguez, José Dolores Mejía, Gustavo Vincent, Omar Llenas, José de Jesús Álvarez, Pedro Jorge, Salvador Castellanos, Alejandro Espaillat, Bienvenido Berges, Turbay Jorge, Mario Cins,  y otros.   

II.- El médico entregado a su paciente 

14.- El objetivo de exponer algunas consideraciones con relación al trato compasivo propio del galeno del pasado, es destacar que  la bondad debe ser  parte consustancial de quienes hacen de la medicina un sacerdocio.  

15- Aquel que no se siente bien en su organismo es merecedor de un médico que trate y quiera  al enfermo como la persona que se le ha entregado resignada para que  le devuelva su salud con conocimientos y la adecuada utilización  de medicamentos.

16.-  Ese ser humano convaleciente que desesperado se debate entre la vida y la muerte, necesita encontrarse con el facultativo que le asista como semejante, y no  como un  contrario. La comprensión y la solidaridad deben ser colocadas en primer orden por  quien merece ser identificado como profesional  de la medicina.

17.- La persona que acude al médico porque se siente afectada de alguna dolencia, quiere encontrarse  con un ser humano que le demuestre buen cuidado y trato agradable en procura de sanarla. A veces,  la angustia del enfermo se le calma o elimina hasta  con un grato consejo que escucha  con la dulce voz de su facultativo.

18.- El proceder de los galenos sirve como remedio al que busca salud. No es lo mismo el actuar ceñudo, que el agradable; quien se siente algún malestar, se alivia si es tratado con afabilidad, pero se le agrava por la intervención áspera.

19.- Aquel que está  aquejado por alguna dolencia, desea encontrarse con el galeno que le corresponda con espíritu de hermanar para así tranquilizarse. La afinidad, el  calor humano en la  consulta obra como  sustancia aromática que llega al organismo entero.

20.- El enfermo cree que ha sido bendecido cuando se encuentra con el médico que le demuestra preocuparse por su quebranto buscando la forma de sanarlo. El auxilio sincero le llega al que está quebrantado como expresión de altruismo de parte de quien cree que asistiendo al indispuesto hace obra de bien y cumple con una función social y humanista.

21.- La condescendencia, la cordialidad y el humanitarismo son condiciones necesarias en el proceder del médico ante el paciente, y deben acompañar a  la generalidad de los graduados  de esta época en las ciencias médicas, y reúnan así las virtudes para ejercer la medicina. 

22.- Nuestros galenos no son  entes sociales extraños al orden social actual, por lo que además de los fundamentos de los conocimientos de las materias relacionadas con su disciplina, se impone que aprendan a compadecerse, condescender y humanarse.

23.-  No es difícil adherirse a quien sufre dolor cuando se tiene el criterio de que la enfermedad  crea aflicción en el paciente. Tratar con  carácter  un quebranto es normal, moral y ético en las actividades de los galenos responsables.

24.- El médico debe estar condicionado para la fraternidad, que debe estar unida a la mayoría de los integrantes de la comunidad dominicana. Un medio social  como el nuestro fundamentado en la desigualdad de oportunidades, necesita de clínicos que motiven empatía y apoyo caluroso.

III.- Mi apreciación respecto a algunos médicos

25.- Los médicos que en el pasado me hicieron  diferentes intervenciones quirúrgicas, no eran santos ni demonios. Pura y simplemente, seres humanos formados en otra época, con un  concepto puramente humanista de la medicina que llegaron a ella por vocación.

26.- Aquellos  médicos que anteriormente conocí en su consultorio o en el quirófano, me demostraron ser hombres  de bien; de buen corazón; sanos sentimientos, que habían recibido en sus hogares una conducta  ajustada a peso y medida de la bondad y fina amabilidad. 

27.- Particularmente yo, que en los últimos años he hecho de las clínicas mi segundo domicilio, puedo testificar que soy un suertudo porque me  ha correspondido ser paciente de doctores y doctoras, que me han hecho rememorar el proceder y trato de los médicos de antaño, porque  he sido considerado como  paciente y no como un  cliente. 

28.- De mis médicos valoro mucho sus condiciones humanas, sentido de responsabilidad y  capacidad profesional. En los últimos tiempos, las veces que he estado afectado, he permanecido  tranquilo  porque sé que estoy bajo el cuidado  de profesionales de la medicina  que la ejercen  con sentido de compromiso personal, profesional y también social.

29.- En el curso de mis reiterados quebrantos,  la dicha me ha acompañado porque  en los centros hospitalarios donde he estado interno, he sido asistido  por médicos que son hijos o nietos  de algunos de los galenos que en mi  juventud ejecutaron  las intervenciones quirúrgicas de que fui objeto y a las cuales ya he hecho referencia.

30.- No escapa a mi conocimiento que es sumamente engorrosa la situación en que se encuentra el profesional de la medicina de hoy, partiendo de lo que es la sociedad dominicana actualmente, porque el medio le exige  al galeno que mantenga un  estatus social de alto nivel, pero el sistema no se lo proporciona. Dependiendo de su especialidad, tiene que moverse bajo un estado de ejercicio desesperado, o atrapado  económicamente  por las deudas que genera la adquisición de costosos  equipos de alta tecnología indispensables para su accionar profesional.

31.- Este escrito procura reconocer  los esfuerzos que en su generalidad han hecho los profesionales de la medicina, tanto en el sector público como privado, en su afán por hacerle la existencia menos dolorosa a quienes han sido víctimas de la COVID-19. Con sus altas y sus bajas, los galenos del país han hecho lo que dentro de sus posibilidades ha estado a su alcance, y este comportamiento no se le debe regatear.