Para evitar intromisiones peligrosas de la autoridad pública en el ámbito del ejercicio de la libertad de expresión, en algunos países los propios medios se vieron en la necesidad de imponerse normas. Tal es el caso hace años de España, aunque allí las extravagancias radiales y televisivas no alcanzan, justo es reconocerlo, los niveles de irrespeto al público que aquí hemos logrado. Los responsables de los medios españoles acordaron limitar la difusión de mensajes y filmes con altos contenido de obscenidad, violencia, sexo y droga, a horarios fuera del alcance de los niños, ante las quejas crecientes de ciudadanos ofendidos por el daño que esa práctica irresponsable alcanzaba.
En muchas partes, la gente renuncia voluntariamente a muchos derechos con tal de recuperar su tranquilidad. Si esto sigue como va, pudiera ser que los dominicanos, hastiado un día de tanta obscenidad en los medios electrónicos, se sientan tentados a aceptar como normal la represión interventora del gobierno para reglamentar el material de difusión de la radio y la televisión, lo cual sería fatal e imperdonable. Por tanto, estimo como lo más conveniente el que sean los propios medios los llamados a actuar contra esa tendencia nefasta que hoy observamos en la radio y la televisión del país.
Es posible que muchos de los comunicadores que incurren en esa práctica se hayan convencido de que es la manera más rápida de escalar la fama y ganar un buen dinero. Y si eso fuera cierto no dejarían de tener razón, porque es más fácil obtener aquí patrocinio para la exhibición de un vientre con destreza, que para una función cultural .Como también es una realidad que los anunciantes aprecian más el “rating” que la calidad, lo cual explica en cierto modo el proceso de embrutecimiento colectivo que sufrimos. Que me perdonen si con estas reflexiones he ofendido a alguien.